martes, 22 de abril de 2014

Diario de Viaje: San Sebastián/Donostia (Septiembre de 2005)

A Donostia he tenido el honor de visitarla hasta ahora tres veces, pero intento poner la primera fecha en la que estuve para dar un panorama de los viajes que llevo hechos. Lo malo que se van olvidando muchas cosas. Pero bueno, hay archivo fotográfico.

La primera vez me impresionó el viaje en autobús y ver cómo cambia España: de un erial desierto en el que predomina el olivo a una cantidad de montañas y arboledas siempre verdes y húmedas. Tras cada monte un nuevo pueblo y maravillado desde el primer minuto. Lo malo, como siempre el tiempo cambiante pero al menos tuve momentos para bañarme en La Concha y pasear por el Urumea. Es más, subimos al parque de atracciones que hay en el monte Igeldo para ver la isla de Santa Clara y la pequeña ciudad enmarcada por decenas de montes. El barrio antiguo es para no perdérselo. Total, no es muy grande, pero siempre encuentras un nuevo lugar para irte de pintxos y disfrutar de txacoli.

El paseo por la bahía y la playa surfista al lado del Kursaal no desmerecen nada. La primera vez fui con gente de la universidad por unas conferencias con la crema y nata de la física, que estaban allí para honrar los grandes trabajos de Einstein en el centenario de la publicación de sus tres trabajos revolucionarios. La anécdota fue que casi le arranco el brazo a un premio Nobel para lograr hacernos una foto con él.

Las iglesias, y la catedral, son bastante bonitas. Cambia el estilo andaluz morisco (que si bien es la excepción de toda Europa, cuando naces allí y llevas décadas te parece normal y algo aburrido y quieres ver la arquitectura típica europea). Las plazas y el palacio de Miramar las destaco. Y subir el monte Urgull hasta el fuerte no tiene precio y más cuando te internas entre las lápidas mohosas del Cementerio de los Ingleses. Para un relato gótico. Y también hubo anécdota en el Peine del Viento, donde nos internamos hasta el peine del rompeolas y por esperar a que cambiasen de pilas a la cámara casi nos sube y atrapa la marea. En otras ocasiones incluso la marea es tan fuerte que se comía toda la playa de la bahía. Impresionante. Y más cuando se ve desde las casas de los montes vecinos (con la que hay atrás del Palacio de Justicia, que parece mansión encantada).

La estación de tren un poco sosa y una vez la usé como espera para que abrieran el hotel, por lo que pude corroborar que también la ocupan locos. Encantado con el puente de María Cristina que tiene al lado. Y muy bueno el uso del vasco en cartelería. Es que no logras entender nada. Y gusta. Sobre el nacionalismo y el terrorismo, siempre que he ido encontré la típica pancarta de reunificación de presos, pero nada de desasosiego o de sentirte fuera. Incluso la cantidad de banderas españolas allí no es nada desdeñable, incluso en el enorme ayuntamiento. Como siempre, más lío entre político que entre ciudadanos.

Impresionantes también los centros de investigación. No pierden el tiempo y no tienen nada que envidiar a lo que nos venden a fuera como el no va más. Por la noche el oleaje tiene algo que te absorbe y espero que vivir allí de continuo no haga que te acostumbres a él, porque embriaga. Por eso, cada vez que voy al País Vasco recomiendo pasar un buen tiempo aquí.

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