sábado, 30 de agosto de 2014

Diario de Viaje: Quimper/Kemper (Enero de 2014)

Fue una decisión de Geo en el último momento, pero muy acertada. Saliendo de una fiesta para madrugar e irnos a pasar un día en la mitad de Bretaña. Os recomiendo, improbables lectores, esta ciudad francesa. ¡Incluso tuvimos buen tiempo!

El tren nos dejó en la estación y pronto fuimos acompañando al acanalado Odet con varios puentecillos adornados con flores y macetas. Incluso con forja bastante antigua. Los carteles estaban todos en francés y bretón, cosa que apenas se observa en Nantes. Y bajando el curso del río se llega a la muralla antigua de la ciudad donde asoman por todos lados los dos pináculos de la catedral de Saint Corentin. Parece que fueron añadidos después, pero son de un gótico impresionante. Me encantó la catedral y el museo al aire libre, con una escultura de un crucificado cuyo rostro era idéntico al afamado Cristo de Borja, la restauración fallida más famosa de los últimos tiempos. Sin embargo, el interior de la catedral es bastante normalito, con la excepción de que en un punto se ve que está profundamente desviada. Se nota, y mucho. La plaza al lado de la catedral era extensa, para ver las estructuras arquitectónicas del exterior de la catedral y sus gárgolas, así como edificios anexos antiguos. Los bloques de casas son los típicos de grandes balcones y en número importante.

Pero recorriendo la zona se observan las típicas y atractivas casas de madera de la región. Muchas, demasiadas. Con multitud de colores y entramados. Bajas, de varios pisos o dobladas, con o sin figurillas religiosas. Fueses donde fueses te encontraban con muchas de ellas y el contraste con la catedral hace un lugar maravilloso para recorrer. Nos fuimos a almorzar en el mercado, cerca de donde desemboca el Steïr en el Odet. Y comimos un pescado muy rico, servido por alguien que tenía familia en las Islas Baleares, así que pudo practicar un poco de español. Muy loco que aún se asombren de que les visitan turistas que no son franceses, pero tiene su encanto.

Después fuimos hasta la iglesia de Saint Mathieu y tras una fugaz lluvia subimos el monte Frugy. Ideal para tener una buena panorámica de la ciudad y su imponente catedral. Hay incluso una urbanización de ricachones en su cima. Merece la pena el paseo y salir por otro lado para recorrer una zona ya más moderna. Pero si se sube como hacia el norte desde la catedral se puede ver una curiosa torreta con una muralla antigua. No pudimos ingresar dentro pero el paseo ayudó a descubrir nuevas calles y recovecos, donde la madera y la pizarra dominan. Incluso una plazuela con varios restaurantes y edificaciones de piedra bastante interesantes, con el contraste eterno de los pináculos asomando.

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