Tenía ganas de visitar esta ciudad. Durante mi estancia en Francia he tendido más a visitar Bretaña, pero tenía ganas de ver cómo era el interior. Además, la región de los Países del Loira tienen multitud de bellos paisajes y mucha arquitectura. Además, Angers fue lugar fronterizo entre el territorio de realengo y el ducado bretón, por lo que debía haber una mezcla interesante. Y otra cosa más, he crecido usando una bandeja de metal donde estaba estampada la imagen del castillo de la ciudad y siempre me motivó la idea de conocerlo en persona. Pues momento ideal.
Bueno, un día lluvioso y algo complicado para orientarse, pero la ciudad tiene muy buena pinta y al poco pude llegar al castillo. De verdad, sus jardines, en lo que era el foso, están muy bien cuidados y dan un aire de naturaleza y verdor, junto a las figuras geométricas que les gustan tanto a los franceses. El castillo es bastante enorme, de gran altura e imponente. Sobre todo destaca el intercalado de sillares amarillos y negros que le dan un decorado que no tiene ningún castillo defensivo. Una maravilla que puede ser contemplada horas sin problemas. Para evitar la lluvia nada mejor que entrar en este castillo medieval e ir a su restaurante que tiene implantado el modo de 'sírvase usted mismo' para que elijas lo que te parece más apetitoso (una vez que pagaste por una combinación prefijada). Y, ¡albricias! Un sol magnífico, aunque un viento enorme y más cuando por el pretil te asomabas al río. Dentro no tiene muchas cosas, un par de construcciones y una iglesia sosa, junto a mucha historia sobre la Casa de Anjou y sus relaciones con la Casa de Aragón.
Nada mejor que hacer la ronda y ver el huerto y observar la ciudad y las torretas de la catedral. Y una vez hecho eso, recomendación total: la visita al tapiz del Apocalipsis. Es una sala en penumbra donde está colgado un tapiz (o colección de ellos) y representa punto por punto los capítulos de Apocalipsis. Impresionante el detalle y la imaginación de la gente de aquella época para transmitir mensajes de manera directa. Tras eso, una visita al museo para ver las excavaciones de lo que fue un santuario/fortaleza neolítica.
Caminar por fuera del castillo también está fabuloso, así puedes ver en toda su magnitud las coloridas murallas y torres. Y subiendo escalones desde la ribera está la catedral de San Mauricio, que recibía con algunos cánticos. Rosetones enormes y un púlpito en madera impresionante, como que representaba una ciudad engalanada y otra abandonada, pero con gran cantidad de detalles. Y recomiendo además una rápida visita al centro para ver la casa de madera de Adán tras la catedral (más el intento de meterse en un lugar de reuniones catedralicio) con sus figuras de índole sexual. La ciudad muy tranquila y con edificios claros y blanquecinos y amplas plazas para poder observarlos. Llegué hasta la Torre de San Albino y recorrí parquecitos hasta la estación de trenes, esquivando a los tranvías, por supuesto. Tranquila y bella ciudad.
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