martes, 7 de julio de 2015

Breve biografía de El Pacificador (2/4)

El joven Príncipe de Asturias tuvo que exiliarse junto con el resto de su familia debido a la Revolución de La Gloriosa, la cual, en 1868, destronó a Isabel II en un clima de protestas. Tras el Gobierno Provisional y la Regencia del general Serrano se sucedieron el corto reinado de Amadeo I de Saboya y la turbulenta I República. España estaba en una situación crítica mientras don Alfonso vivía en el extranjero, pues las sublevaciones carlista, cantonal y cubana azotaban con fuerza el país. La misión del Príncipe no era fácil, pues primero debía restaurar la monarquía mediante bases legítimas y después debía imponer la paz en la metrópolis y sus colonias. Don Alfonso tuvo que prepararse para esto en un tiempo récord. Sin embargo, devolver la estabilidad política, social y económica era una tarea ardua para alguien tan joven. Por eso pronto se asoció al insigne política malagueño don Antonio Cánovas del Castillo.

Idiomas, artes militares, conocimientos, eran los pilares a reforzar en el joven candidato Borbón. Para ello, no paró de viajar por las potencias europeas de la época. En Francia estuvo en el Colegio Stanislas parisino, En Suiza se formó en Ginebra, en la Academia Pública. En Austria-Hungría aprendió en el Colegio Theresianum y en Reino Unido se instruyó en la Real Academia Militar de Sandhurst. Ya en 1870, Cánovas y el Duque de Sesto habían conseguido que doña Isabel abdicase en sus derechos sucesorios, dejando a su hijo como joven monarca exiliado. Es más, en 1873, en plena República, don Antonio consiguió sustituir al Duque de Montpensier como adalid de la causa alfonsina en España. Su objetivo era influir en la opinión pública e ir organizando a los adeptos a la causa. Los postulados de Cánovas del Castillo proponían una Restauración en la que no interviniese el Ejército, tan proclive a sus pronunciamientos durante todo el siglo XIX.

Don Alfonso solo estuvo en Inglaterra un corto intervalo de tiempo, no pudiendo finalizar su formación militar de manera adecuada. Esto fue debido a la gran fragilidad de la institución republicana y al clamor de la gente para un cambio de rumbo. El general Martínez Campos no pudo esperar los planes de Cánovas y el 29 de diciembre de 1874 realizó en Sagunto un pronunciamiento en el que declaraba como Rey a don Alfonso, considerando por tanto abolida la República. El detonante fue el famoso y conocido Manifiesto de Sandhurst, que era una carta en respuesta a las felicitaciones que le habían dado por su cumpleaños. En realidad, Cánovas del Castillo plasmó ahí la hoja de ruta de la nueva monarquía y muchos que llegaron a leerlo en España comulgaron rápidamente con este. En el Manifiesto se presenta a don Alfonso como un monarca modélico, de espíritu conciliador, liberal políticamente, católico de religión y español de nacionalidad y sentimiento. Su retorno ya era inminente.

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