Un viaje un poco decepcionante, la verdad. Se pensaba en una convivencia navideña de toda la planta docente, así que reservamos una pequeña hacienda a la salida de este pueblecito, enclavado en la sierra tras Urcuquí, aun cuando parece que ya no hay nada más.
Pues sí, lo hay. Una pequeña iglesia y unas cuantas casas a su alrededor y la carretera atravesándola. El bus institucional casi no pasa por los recovecos. La hacienda prometía mucho, caballos, spa y botes en lago. ¿La realidad? Un lugar hermoso, con riachuelos y plantaciones y una impresionante vista de un valle ¡con un columpio que se balanceaba sobre un abismo! Y una escalada a un árbol para ejercitar las piernas. Pero fuera de eso no había nada. El spa sin uso, solo había un caballo que desapareció al rato y los botes eran dos gomas en una alberca artificial.
Incluso la comida fue decepcionante, como en cualquier otro sitio. ¡Y cobraban la bebida! Solo las hamacas y la convivencia en la sala de juegos pudieron amenizar la estancia.
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