Desde Loja, desde la estación donde hay un monumento a un dragón o algo por el estilo, fuimos recorriendo valles nublados con riscos impresionantes. Curvas y curvas nos dejaron ver incluso cascadas que se perdían en la altura hasta convertirse en neblina.
Vilcabamba está encerrada en un valle con muchas montañas picudas a su alrededor, como un paraje resguardado de todo. Si bien era muy bonito, nos recordó mucho a la argentina San Marcos, luego el impacto y la hermosura descubierta no fue tanta. Sin embargo, aprovechamos para caminar largo y tendido con el pueblo de habitantes más longevos del país (y decenas de hippies populando por ahí). Almorzamos tapas y frutas y visitamos las calles de maderas pintadas y con voladizos parecidos a los de Loja. Subimos incluso a la portada del pueblo para hacernos fotos y recorrimos algunas tiendas para comprar.
Tras descansar un rato en la plaza central del pueblo (con la iglesia con una ventana muy sospechosa de parecer un pentáculo), iniciamos el retorno.
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