La he visitado tantas veces que tendré que poner un punto de partida. Y va a ser tras la creación original del blog en blogspot.es. Pues bien, la capital califal es imposible de visitar en verano, pero fuera de esta tórrida estación, merece la pena visitarla una y otra vez. Poco a poco Córdoba va dejando atrás su ilusión de mantenerse como hace mil años, cuando era el centro de Occidente. Mirar tanto para atrás no ayuda si quieres progresar. Hay que mantener un equilibrio. Eso sí, los barrios periféricos hacia Sierra Morena intentan mezclar vanguardia con tradición. Y los puentes nuevos que surcan el Guadalquivir son un intento de mejorar su capacidad de conexión con la provincia.
Enclavada entre la sierra y el río tiene parajes apasionantes. Para destacar está el Puente Romano, cercado por la torre de la Calahorra y el Arco del Triunfo. Desde ahí, se puede acceder a numerosos sitios, pero lo que más impresiona es la mezquita-catedral, una inmensa mole que combina lo mejor del arte musulmán y del arte cristiano. Aunque es de recibo apenarse cuando la enquistada catedral rompe la simetría que tanto trabajaron los arquitectos de aquellos años. La vista hacia abajo de la iglesia visigoda de San Vicente habla de superposición de culturas, de intentos de aprovechar lugares de culto para imponer el propio. Los arcos típicos y el impresionante mihrab que congregó a artífices del Imperio Bizantino son cosas que no se pueden dejar atrás.
El barrio antiguo, con su pequeña y evocadora sinagoga, hace como que olvides que afuera hay una ciudad moderna y te sumerge en un pueblo de casitas de paredes blancas con miles de recovecos. Lugares que no vuelves a encontrar si no vas armado de un buen mapa. La Corredera, el Cristo de los Faroles, las iglesias de grandes rosetones, son lugares que merecen la pena visitar una y otra vez. Y ascender hasta la efigie del afamado Gran Capitán y las columnas romanas que atestiguan los antiguos templos romanos. Córdoba lo tiene todo. Incluso de vez en cuando te asaltan pequeños muretes o tumbas que quedan ya insertadas con toda naturalidad en la ciudad moderna.
Paseos por el Vial y por Gran Vía Parque con la diminuta plaza de toros te conectan con lugares para pasear y perderse en el parque Cruz Conde. No olvidemos tampoco las murallas casi intactas y la noria que desarmó Isabel la Católica porque no podía dormir (según cuenta la leyenda). Y el Alcázar de los Reyes Cristianos, antigua residencia de los emires andalusíes. Muy soso por dentro, pero con unos jardines, parques y fuentes que merece visitar una y otra vez. Incluso en las estaciones de tren y autobús se pueden descubrir las ruinas del enorme Circo Romano.
Y algo más en la sierra, deambulando hacia arriba, está enclavada la residencia califal, Medina Azahara. Hoy en día son solo ruinas, pero arcos gigantes dan testimonio de mejores momentos. Solo queda en pie un palacete con el hueco de una piscina (posiblemente llena de mercurio para crear raros efectos dentro de las edificaciones) que da un atisbo del lujo y portento de aquellos mandatarios andalusíes.
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