lunes, 12 de febrero de 2018

Diario de Viaje: Chenonceaux (Septiembre de 2013)

El paseo con mis amigos australianos y argentinos tuvo más sorpresas.

"Tras esto y con par de puntos desorientados (el GPS nos llevó a un camino de bicicletas con postes metálicos que evitaban que pasasen automóviles de altura) nos dirigimos al castillo de Chenonceau, que está justo sobre el río Cher. Más imponente y en el seno de un frondoso bosque. Una fachada con miles de detalles y un puente que se convirtió en parte del castillo para dar lugar a un salón de festejos enorme. La capilla diminuta es una joya y muchas salas están decoradas hasta la saciedad con tapices, esculturas sobre las enormes chimeneas y salitas de lectura con vistas hacia el río impresionantes y con multitud de cuadros. Las cocinas, con los pertrechos de la época son para admirar. La cantidad de recovecos e ingenios para postres o asados. Y la sobrecogedora sala negra y de nula iluminación de la viuda de Enrique III de Valois, Luisa de Lorena, donde todo está de luto y los frescos hablan de lágrimas y dolor. Salones enormes con frescos y escudos heráldicos lo llenaban por todas partes y el suelo del salón estaba desgastado en ciertas zonas. Es más, había un museo en donde hubo algunas cabezadas. Alrededor del mágico castillo había varios parques donde mirar diferentes perspectivas del castillo, así como un torreón, unas casitas medievales, otro laberinto, una huerta con enormes y deformes calabazas y un parque donde retozaban diferentes clases de burros."

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