A veces, como turista contracorriente, me gusta conocer los pueblos alrededor de las ciudades famosas. Sé que son lugares de fincas, de función de ciudad-dormitorio y con poco atractivo. Pero es cierto que son los focos del municipalismo, de la creación de pueblo día a día, con trabajo y orgullo, sin depender de seculares gestas que ya no son.
Paramos cerca de la piscina municipal, junto a un jardín bien cuidado. Todo tranquilo, donde te puedes escapar raudamente al campo y entrar en olivares. Las casas de esta zona son grandes, y similares, como para echar fines de semana en familia tranquilamente. O evadirte de la ciudad tras una buena jubilación. Todo tranquilo, como llegas a recordar tu pueblo durante la infancia.
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