Combinada con mi primera visita a Barcelona, pasé unos cuantos días en San Feliú (o Sant Feliu) con parte de mi familia. De la ciudad recuerdo poco, solo edificios enormes con cientos de balcones y algún que otro parque, eso sí, bastante frondoso.
Más recuerdo mi viaje desde allí a Cerdanyola del Vallès y la huerta que tenía mi tío hecha en un apartado lugar donde comimos no que no hay escrito. ¡Incluso había parras para tomar de postre ricas uvas! Desde Sant Feliu también me llevó mi familia a la Villa Olímpica, en Montjuïc. Vi las construcciones de la época de los Juegos Olímpicos de 1992 con los estadios y la torre de comunicaciones. Incluso pude asomarme a ver el interior del estado donde juega el Espanyol. Aprovechamos también para acercarnos a la fuente y ver el espectáculo de chorros de agua, colores y sincronización con la canción que inmortalizaron Caballé y Mercury.
No solo ahí, también pudimos entrar en el estadio del Barça cuando hacía la presentación oficial de la plantilla. Un poco cutres los asientos (atrás de las porterías y en el segundo nivel, creo recordar). Mucho revuelo y gritos, y más cuando presentaron a Rivaldo. Un entrenamiento ligero y fuera antes de los fuegos artificiales. Si no, no salíamos nunca.
Y para terminar hay que recordar el viaje a la abadía de Montserrat. Impresionante la orografía del lugar, no podéis dejar de verla. Capricho de la naturaleza. Y la abadía enclavada en las rocas, muy oscura y con muchos dorados hasta llegar a la Virgen negra y diminuta al fondo. Lo que más recuerdo es el macizo, para recrearse en una caminata por él de largas horas.
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