domingo, 21 de diciembre de 2014

Ébola en el Reino de España

Susto monumental. Y que me digan que no. Pero nos hemos salvado por los pelos, la verdad. Y todo esto ha sido por una soberana estupidez del Gobierno (que no son pocas ya), con tal de congraciarse aún más con la Iglesia Católica. Y para ser sinceros, ha puesto contra las cuerdas a la sociedad española.

Este 2014 ha sido el año del ébola, ha vuelto con una virulencia brutal y desastrosa. Varios países afectados y los muertos podían contarse al día por decenas. Parece que el foco esta vez salió de un funeral de un religioso africano, que pudo estar en contacto con los murciélagos portadores de la enfermedad. Los gestos efusivos de los concurrentes procedieron a la expansión del virus, cuya tasa de mortalidad es una de las más altas. Y entre pocas medidas higiénicas y que muchos creían que era algo falso y más bien una herramienta de dominio gubernamental, se expandió a más no poder.

Y mira por dónde que afectó a religiosos y colaboradores españoles. Y como alguno de ellos era blanco la noticia saltó a las portadas. Sí, algo hipócrita esta sociedad. Pero España no tuvo otra gran idea que hacerse la Estados Unidos del continente europeo. Decidió imitar a la primera potencia mundial y traerse a infectados para cuidarlos. Pero claro, años y años de recortes en sanidad e investigación terminan haciendo mella. Se usaron protocolos estúpidos y a imitación de las películas de humor de los 80. El Carlos III no estaba preparado para afrontar un caso así, por muy buen hospital que haya sido en el pasado. Todo por congraciarse con la religión más poderosa del Reino. Una vergüenza, vamos.

Y no solo porque trajeron a España un vector de la enfermedad, cosa que debería estar prohibida por leyes internacionales. Si hay una enfermedad peligrosa lo mejor es controlarla, delimitar su radio de acción, no hacer al contrario. Además, llevar al enfermo a Madrid, ciudad perfectamente conectada por cualquier rincón del país y con una población nada desdeñable. Evidentemente, el paciente murió.

Pero la vergüenza no terminó aquí. Al tiempo una de las enfermeras presenta los síntomas. ¡Tras haberse ido de vacaciones! Tiene fiebre e indica que puede ser ébola, ¡y el hospital la devuelve a casa! Un fallo, un error de protocolo, un descuido, y casi se deja desierto al país en unos meses. Pudo haber estado en contacto no solo con su familia, sino con multitud de desconocidos y la expansión podría haber sido terrorífica. Pero por suerte supo aislarse cuando aparecieron los síntomas, y por suerte en el periodo de incubación no se puede transmitir ébola. Y que se sepa hasta ahora, por aire es imposible. Pero otra vez el temor a la pandemia, a la chulería temeraria de Rajoy y Mato, que no dimitía por nada del mundo. Terror y espanto entre los españoles. Pero más a contagiarse era porque iban a matar a un perro (cuando lo mejor era estudiarlo para ver si los perros pueden ser fuente de contagio; para nada dejarlo tranquilo como pedían muchos insensatos). Sí, hipocresía total de la sociedad española, que le importa más un cánido que los miles de muertos humanos que ya hubo en África. Terrible cómo muchos banalizan la condición humana, como en las peores épocas del siglo XX.

Pero esta vez hubo final feliz. Fármacos nuevos, hidratación continua y la enfermera se libró, al igual que su familia más directa. Un asco que políticos empezaran a culparla como si fuese idiota, cuando fue su soberana estupidez la que trajo todo este desaguisado. Un Partido Popular que quiere hacernos creer que todo lo malo ya fue dejado antes de 2011 o por otros cortos de entendederas. ¿Responsabilidad? Nunca.

Pero sabiendo cómo es el español, de seguro que no se habrá aprendido nada y caeremos de nuevo en el mismo error. Y puede que esta vez la suerte no esté a favor.

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