Pues poco a poco Felipe VI va remontando el desaguisado que le dejó su padre Juan Carlos I. El síndrome del anterior monarca, que me gustaría bautizarlo con su nombre, es el de comenzar bien y con fuerte carisma y en la vejez dilapidar todas las buenas acciones que te hicieron estimado. Por suerte, le funcionó la nariz que tango estima y supo que sin abdicación pronto pondrían las franjas de la bandera a igual anchura y la más baja sería morada en vez de roja.
Increíblemente, tras seis meses de reinado, las aspiraciones republicanas ya estaban de nuevo torcidas. El día de la proclamación de Felipe VI se hizo una encuesta y el 58 % indicaba que le parecía una persona que inspiraba seguridad. Nada mal. En diciembre de 2014, sus acciones, quizás urgidas por las ansias de puesto de la Reina, lo catapultaban al segundo puesto de líderes mejor valorados por los españoles. De los personajes políticos del ámbito internacional, solo el meteórico papa Francisco lo superaba. Nuestro Rey tenía un +49 de aceptación, mientras que doña Letizia quedaba muy cerca de su marido con un +44 de aceptación. Obama le igualaba y de ahí iba descendiendo la popularidad.
Al monarca lo aprobó un 70 % de los encuestados y lo suspendió un 21 %. La Reina contó con el apoyo del 67 % y el rechazo del 23 %. Metroscopia entonces auguraba la vuelta de la estabilidad a la Corona, tan anhelada desde la irrupción del caso Nóos.
Clasificando por los partidos a día de hoy más mediáticos, para sorpresa de muchos, el Rey fue más apoyado que rechazado en los tres más principales. Pero, evidentemente, ese porcentaje de apoyo variaba considerablemente. Los votantes del PP, el partido en el Gobierno, le otorgaron un +91, confirmando el apoyo de estos votantes a la Monarquía Parlamentaria y dejando como anécdota su sector republicano conservador. Después, el partido líder de la oposición, el PSOE, de bases republicanas pero comprometido con el constitucionalismo emanado de 1978, le concede un +77. Por último, el emergente y pujante Podemos, aún sin definición clara sobre nada importante para ganar votantes por todos los lados, daba un saldo de +13 a Felipe VI.
O sea, el valor principal es que siga desempeñando sus funciones de manera óptima, ya que el sector monárquico siempre escasea o se queda casi siempre en un lado de la balanza. Mientras siga siendo útil, los partidos más relevantes, lo verán como un activo valioso. Ver para creer en estos pocos meses.
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