La visita a Torremolinos contó con un viaje relámpago a Benalmádena, una localidad lindante con la anterior. Poco puedo decir de este viaje, pues fue de noche y en pleno enero todo estaba cerrado.
Nos dejaron en el puerto de Benalmádena, paseando pudimos ver los desorbitados precios de los restaurantes de la zona y ver la zona de ocio con poco movimiento. Eso sí, un buen paseo junto a los yates de Puerto Marina para hacernos a la idea de cómo viven los viajeros del mar.
Un poco de paseo más para ir directamente a la playa y dar un paseo bajo la luz de la luna y con el sonido de las olas del mar. Las típicas escrituras en la arena (bueno, esas playas no son tan de arena, sino de piedrecitas volcánicas) que se lleva el oleaje y esas cosas románticas. Tras esto, caminata que nos llevara hasta Torremolinos hasta la casa de mi tía.
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