De esos pueblos de los Montes de Toledo que atraviesas para visitar otros pero nunca te paras a descubrirlo. Esta vez iba a pasar lo mismo pero el hambre apretó de tal manera que tuvimos que hacer parada en este pueblo. Y ya que comimos bocadillos de atún con tomate nada mejor que dar un paseo rápido para reconocer el lugar.
Lo primero fue atravesarlo hasta llegar a la otra punta para ver lo que queda del castillo de Peñaflor. Quedan en pie tres paredes y está en muy mal estado y eso que está a unos cientos de metros del propio pueblo y da pena que un atractivo turístico de tal calado lo tengan en esas condiciones.
Tras esto recorrimos algunas calles que mezclan las casas típicas de la zona con casas enormes y recargadas, como si fuesen segundas residencias de gente adinerada. Total, nuestros pasos nos llevaron a la iglesia de Santiago Apóstol, con su portal característico de la zona pero que está como cerca todo de una esquina y genera una atmósfera un tanto diferente y especial. En frente, cómo no, está el ayuntamiento y algunas casas con los balcones de madera, sostenidos por columnas y generando unos curiosos soportales.
Un lugar bastante curioso y con buenos sitios para comer.
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