El paseo por la costa cantábrica no fue corto. Por el sentido que llevábamos, y dependiendo de la altitud del acantilado y de la presencia o no de casonas, podíamos ver al fondo los nevados Picos de Europa (o la cordillera tal cual, no identifico bien).
Llegamos hasta el hueco donde entraba oleaje, el Bufón y sus urros cercanos. Impresiona la fuerza de la naturaleza. Espectacular. Incluso había gente ahí abajo, no sé si pescando. Muy peligroso me pareció. Nosotros, más tranquilamente, bajamos a las playas de Portio y Cerrias para que la perra pudiera correr feliz y mi mujer mojar los pies en el agua.
Pero seguimos caminando hasta la playa de Somocuevas (no, no había a esas alturas del año ningún nudista) y la playa El Madero. Hay zonas con guijarros, otras con arrecifes y acantilados y otras con arena muy fina, es una locura tanto cambio en tan poco trayecto.
De ahí nos internamos en el pinar y pudimos caminar un rato a la sombra hasta llegar al núcleo urbano de Liencres y disfrutar de la arquitectura del lugar. Y nos dio tiempo a sentarnos y almorzar tranquilamente. Productos típicos del lugar, por supuesto. Ya con energías empezamos a volver al hotel por el interior, cruzando prados muy verdes y con un sol que te daba energías.
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