Una parada técnica en nuestro viaje por Asturias. Tras pasear bastante por Gijón tocó parar para poder cenar antes de llegar muy tarde a la casa a dormir un poco. Era bastante de noche, por lo que no pude divisar nada de paisaje.
Eso sí, se nota la impronta industrial de Avilés, con grandes fábricas y altas chimeneas, da cuenta de su importancia estratégica, aunque no haga un paisaje bonito. Lo primero que me sorprendió fueron las formas juguetonas del centro cultural Oscar Niemeyer, cuya arquitectura parece sacada de las ciudades de Dragon Ball.
En la calle Galiana, con sus atractivos pórticos, nos paramos a comer en un pequeño bar. Muy bien atendidos, eso sí. La comida, por supuesto, fue la típica asturiana. Y nos pusimos las botas, como se dice. Parece que había festival cerca porque se escuchaba bastante música. Festival de rock, quizás.
Ya después fuimos hacia la plaza del ayuntamiento, bastante grande y enmarcada con majestuosos edificios. Poco más pudimos hacer, puesto que perdimos bastante tiempo buscando aparcamiento. Tocaba dejar la ciudad a pesar de no haberla disfrutado al máximo, como se debía.
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