Durante los paseos por Navia nuestro amigo nos propuso el plan de ir hasta el concejo limítrofe de Coaña, que tiene un castro celta bastante grande. Dicho y hecho, en coche atravesamos carreteras rodeado de mucho verde, con atisbos de niebla y alguna que otra llovizna, un clima mágico para ver una zona mágica.
Nuestro amigo, como buen historiador y arqueólogo, hizo una presentación bastante buena sobre las poblaciones primigenias del lugar y la llegada de los pueblos celtas, de cómo esa zona era frontera entre las culturas gallega y asturiana y del dialecto eonaviego.
El castro es muy grande y posee una gruesa muralla. Está dividido en dos zonas y la de edificaciones tienen la forma circular típica. Pudimos entrar (bueno, recorrer, ya que solo quedan los cimientos) e imaginar cómo se vivía en aquella época, vigilando las explotaciones mineras del lugar y atisbando si aparecía o no alguna intrépida tropilla romana. Y es que el paisaje invita mucho a la imaginación. Visitar los castros creo que es una buena mezcla de viaje y aprendizaje continuo.
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