domingo, 6 de enero de 2019

Diario de Viaje: Distrito Turístico, Cultural e Histórico de Santa Marta (Diciembre de 2016)

Aventura en un minibús hasta llegar a Santa Marta desde Cartagena de Indias. Varias horas apretujados y recorriendo varias ciudades importantes. Paramos fuera de Barranquilla a tomar un refrigerio y poder ir al baño antes de atravesar el canal hacia el lugar de destino. Lo loco fue que apenas avisaban de cuáles eran las paradas y nos bajamos en la primera de Santa Marta hasta que pudimos hablar con el conductor y explicarle que íbamos hacia un hostel que estaba a las afueras. Literalmente era la última parada, incluso salía de Santa Marta antes.

Llegamos al fin y el hostel estaba excelente, con piscina y todo. El lugar daba para remanso de paz y, como punto de encuentro tras largos años con nuestra amiga Tatiana, una colombiana que pasó varios años de estudio y trabajo allá por Rosario. Mucho que contar, la verdad.

Logramos después pasear por el centro, callejear un poco por los barrios históricos con gente en la calle aliviando las horas de calor o los puestos improvisados de arepas (riquísimas, la verdad). El Parque Santander con su blanca iglesia, los lugares de copas, la zona de movida junto al rompeolas, todo espectacular. Otras partes estaban atestadas de transeúntes que iban de un lado para otro, con las aceras llenas de puestos de ropa y enseres. Una ciudad caótica, una ciudad muy viva.

Paramos en el estudio que acababa de alquilar, con poca o ninguna cosa, así que nos pusimos con ella a ordenar y a comprar cosas para contribuir a los problemas ocasionados. Sus dos perritas, que al principio nos temían, pronto se nos hicieron un ovillo en la cama y querían mimos. Los gatos, eso sí, siempre esquivos. Durante toda la estancia pudimos escuchar su visión, como diplomática, de la historia y actualidad política colombiana de cómo iba modificándose el país y qué perspectivas de futuro le veía. Fue muy instructivo.

Paseos por los anillos principales de la ciudad y los bulevares para ir a comprar en grandes mercados, comidas improvisadas por la calle, música por todos los rincones a alto volumen con temas caribeños para celebrar el cambio de año. Todo muy especial. Eso sí, tantas vueltas dimos que tras una ligera cena de Nochevieja pronto nos fuimos a la cama y ni siquiera los fuegos artificiales y el jolgorio pudo vencer a nuestro sueño.

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