A la tarde algo se despejó la niebla, aunque no del todo. Sin embargo nos envalentonamos y pusimos dirección hacia el parque de Montesinho. Si bien no es muy extenso y es más seco y menos abrupto que en la parte del litoral, tiene unos rincones espectaculares llenos de lomas arboladas y arroyos caudalosos.
Paramos cerca de Vilarinho y pronto nos dieron la bienvenida ciervos y la perra se puso a correr tras ellos. Algo caminamos por la aldea de casas con pórticos y balcones de madera y casi todas convertidas en casas rurales. Llegamos hasta la ermita de Santo Amaro y nos metimos en zona boscosa y con vegetación típica de matorral. Todo ello envuelto en un silencio enorme y reparador.
No pudimos hacer un recorrido circular por las torronteras que cortaban el camino y otras alternativas las descartamos porque había que pasar por una zona con perros de malas pulgas (hacía años que no nos veíamos en un brete tan complicado). Y cerca del merendero dimos un par de vueltas para ver cómo había muchos más senderos que conectaban barrios y aldeas de la freguesía. Desde aquí no queda tan lejos La Puebla de Sanabria, otro lugar hermoso y quizás nos acerquemos en un futuro para patear aún más este hermoso rincón.
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