jueves, 6 de octubre de 2011

Diario de Viaje: Ciudad Autónoma de Buenos Aires (Septiembre 2008)

Llegamos ya a la última sección de los diarios. El último viaje fue para aplacar un poco los ánimos de todos mis amigos que me decían que cómo era posible vivir en Argentina y no haber visitado Capital Federal. Ya saben muchos que las macro-urbes no son de mi agrado y esta ciudad con un cuarto de la población del país como que es enorme. Pero claro debía ir, y más con un encuentro de la AFA de por medio, ya sabéis, desayunos y meriendas gratis.

Madrugué como nunca en Rosario y llegamos a eso de las 9 de la mañana a Buenos Aires. En Retiro había más personas que hormigas en el mundo y pasamos rápido al metro, donde con ojos vigilantes y desconfianza eterna vigilaba mis pertenencias, no era cuestión de que me las robasen. Nos quedamos a vivir en casa de mis amigos Gabriel y Anabela, donde el primero se comportó como un papá haciendo es desayuno y encargando la comida. En cuanto a la AFA, fui poco, mucho menos que el año pasado. Las reuniones se hacían en la ciudad universitaria, a 40 minutos en autobús, o incluso más. Lo gracioso es que desde allí se veían los aviones cercanos a aterrizar; es que a algún gracioso se le ocurrió construir el aeropuerto de Aeroparque en mitad de la ciudad.

La ciudad tiene sus cosas, aunque es muy opresiva. Siempre está nublado y sopla un vientecillo fresco. Aceras estrechas y edificios enormes, era como la Londres del hemisferio sur. Y lo peor de todo es que los autobuses silban, todo el tiempo con su ruidito que es como si te martilleasen. Uno de los días visité el centro: la Casa Rosada, la plaza de Mayo, el Cabildo (que alguien se le metió en la cabeza derruirlo en parte para que cupiesen dos avenidas), la Catedral (en la que entré y vi su opulenta ornamentación, junto a la tumba de San Martín custodiada por dos guardias que no se movían ni locos) y el Obelisco. En la AFA, a pesar de los rumores, sirvieron meriendas y alguna que otra cena, con cosas simples pero te llenabas. Expuse mi póster, pero me colocaron en la parte de arriba del edificio y me visitaron poco, algún par de curiosos. Salimos poco, eso sí, estábamos siempre hechos mierda y cuando no, los Estudiantes Entrelazados nos invitaban a comer y dialogar en sitios carísimos. El día que salimos no lo disfruté tanto como quería pero aguanté toda la noche, ya que había comprado un billete para Uruguay en ferry.

No pude dormir en el viaje. Una abuelita sentó a mi lado a Andrea, una chilena rubia de 15 años que estaba de toma pan y moja y estuve burraco todo el viaje hablando con ella. La familia estaba vigilante y a pesar de que ella me desnudaba con la mirada no pudimos hacer nada. Tras llegar a Uruguay llegué a Montevideo y me reencontré con mi amiga Nuria, que está por estos lares para terminar su carrera. Me propuso ir hacia Ciudad del Este, famosa por su turismo, a pasar el fin de semana en una casa de campo. No me negué. Fue con su colega que es el que la tiene en su casa. Una persona muy cabal. Aguaté sólo hasta las 4 de la mañana, sumando así 40 horas sin pegar ojo, todo un Jack Bauer, señores. A la mañana siguiente se llegaron las amigas de Nuria: una británica, una sueca (estaba muy rica pero tenía el bigote de Stalin) y dos estadounidenses. Estuvimos jugando al Party, Trivial y otros juegos y tenía suerte y acertaba casi todas.

Una de las estadounidenses, Olivia, se trajo al famoso tórtolo, una paloma cría que se encontró y quería alimentarla con biberón y cereales sin azúcar. Me quitó mi móvil de cargar para ponerle la estufa a esa rata del aire (me habían advertido que era un personaje, cosa que comprobé) y nos pedía que no hablásemos para no despertarla. Quería dormir con ella, cosa que las chicas se negaron y la loca se puso a llorar. Hicimos botellón y pillé un pelotazo impresionante. En ese momento la tal Olivia quiso drogarme y violarme, intentó darme una pastilla (todo el mundo miró asustado a ver qué pasaba) y en cierto momento noté que me acariciaban el pelo (no sé si fue ella, pero eso es ¡sacrilegio!). Comimos algo ya por la noche y me quedé hablando con el colega hasta que ya se hizo de día, como las 8:30 o 9:00. Dormía junto a Nuria, y para los malpensados, no, no la toqué, es mi amiga de toda la vida.

Al día siguiente todo estuvo tranquilo y por la tarde volvimos a Montevideo. Me quedé en casa de Nuria hasta que salió el autobús a Colonia y de allí a eso de las 4:00 coger el ferry hasta Buenos Aires y desde allí sin perder tiempo ir a Retiro para volver agotado a Rosario. La noticia impactante que recibí al día siguiente es que Frida, el tórtolo, murió: no se sabe si de calor o que se hinchó con los cereales y reventó por dentro (ojalá fuese la segunda opción).

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Publicado originalmente el 14-10-2008

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