jueves, 6 de octubre de 2011

Diario de Viaje: Corrientes/Taragüí (Octubre 2007)

Tras librarme de el acoso de mi voluminosa conocida hice cumplir un pacto que hice hace tiempo. Durante julio dije que quería visitar Corrientes y Totoras, y conseguí ir al primer lugar aprovechando que mi amiga Inés es de allí y celebraba su cumpleaños por esas fechas. Nos juntamos cuatro con ganas de ir y nos largamos en coche en un viaje iniciático de 8 horas, las primeras bajo una constante lluvia. En el trayecto observamos la famosa "Disco Tropy" y el pueblo llamado Espín. Curiosos nombres jejeje. Natalia soltó sus frases de vez en cuando en defensa de sus perros, que más parecían alegatos zoofílicos. En la frontera entre las provincias de Santa Fe y Chaco nos pararon los policías a pedirnos documentación y preguntar por los papeles del coche, creo que en España eso no pasaba nunca, ni bajo el yugo del Caudillo del Reino.

A la caída de la noche llegamos a Corrientes, saludados efusivamente por la familia. Muy buenos y muy cariñosos. El padre, dentro de su magnanimidad, o contactos oscuros, nos reservó a los chicos una habitación en un hotel cercano. ¡Menuda casa la de Inés! Casi tan grande como una manzana, con edificios, plantas, recovecos, piscina, quincho, porche para juegos con hamaca... hasta un árbol que se llamaba mamón, jajaja, menudos argentinos con sus nombres. Por la noche de ese primer día fuimos a una fiesta de una empresa. Me hicieron bailar y conocimos a las amigas de Inés, altamente pijas.

Lo mejor eran las comidas en casa de Inés, teniendo cuidado de exponer mis ideas sobre religión, ya que son unos creyentes de cuidado. Me harté de comer (aún me pregunto cómo no engordé en Argentina tras morfar a ese nivel) y las botellas de vino caían a mis pies sin posibilidad de aguante. Un litro tras otro y a despejar los vapores en la hamaca o en una butaca al lado de la piscina. Dimos vueltas a la ciudad, que parecía pequeñita y seguí bebiendo, jajaja, ya me vale.

Una noche estuvimos en casa de una de las amigas de Inés. Impresionante la casa, enorme, dos o tres cocinas amuebladas con todo, varios patios y alguno con piscina y un quincho que era un departamento de algo así como 200 m2. Una casa de ésas que parecen de películas de ricos o de telenovelas. Al día siguiente seguí comiendo y bebiendo, aparte de las dosis de chipá necesarias para subsistir. Me llevé bien con la familia, aunque creo que se asustaron del nivel de comer y beber, les saldría caro.

Esa noche celebramos el cumple de Inés comiendo la fantástica choco-torta. Después fuimos a una discoteca a mover un poco los huesitos. Maldita sea, una amiga de Inés se me emperchó y empezó a decirme que por qué no tomaba cerveza: que si me creía de un nivel superior y que debía bajar a la altura de los plebeyos. Tuve que callarme, si yo soy rico ¿qué son ellas con esas casas y sus impresionantes todoterrenos? La hipocresía del mundo. ¡Si la casa de mis padres era la mitad de grande que el quincho de dos plantas de mierda que comenté un poco más arriba!

A la mañana siguiente nos tocó madrugar, hacer las maletas y decir adiós y gracias a la familia por su buena atención. El viaje, medio durmiendo, medio riendo con chistes y eso.

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Publicado originalmente el 09-10-2008

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