Disquisiciones sobre mi vida

Ya casi en mitad de diciembre. Atareado y viajando a Santa Fe periódicamente para comprobar nuestras muestras, terminadas todas en un fracaso absoluto. Pocos días para las vacaciones y la vuelta a Andalucía. Normalmente debería tener, como en anteriores ocasiones, una mezcla de nerviosismo e ilusión por volver. Pero esta vez no es así: estoy tristón. Y todo tiene que ver con la reciente visita de Nuria y Caty a Rosario.

Haber pasado tantos días con mi amiga Nuria de Puente Genil, que la conozco dese hace ya varios años volvió a ser una buena experiencia. Bregar con ella hace que se te quite el mono de volver a casa, porque es como estar en casa. Ya nos pasó en Uruguay todo esto: era como a más de 12000 km fuera de casa te sientieras como si nunca hubieses salido del sitio. Volver a escuchar un acento y una voz conocidas que tiene anécdotas que también conoces y complicidades que no dan tiempo a crearse en dos años de estancia. Amistades comunes y, sobre todo, una experiencia en común. Porque se quiera o no, o se note mucho o poco, esta experiencia que vivimos los dos por haber cortado de raíz con la vida rutinaria de nuestro pueblo y haber llegado a un lugar desconocido y con gente de costumbres algo diferentes ha logrado que maduremos a mayor velocidad de la esperada. Como me comentó, ve que la gente del pueblo ahora le suena estancada... y es verdad: esta experiencia te hace ver las cosas desde otra perspectiva. No es que lo pontaneses estén fijos y no avancen, más bien diría yo que avanzan pero a un ritmo menor.

Otra cosa es la situación común en la que nos vemos (cuando llegué a Montevideo y cuando llegó a Rosario) y nos parece algo extraño, como si diríamos "no puede ser". Y es que en tu cabeza te creas un esquema y la gente la asocias a lugares y por mucho que sepas que está a 800 km en países limítrofes te parece rara la idea de que baje por la puerta del autobús y esté allí.

Yo acostumbrado a vivir sólo, a ser independiente y que no le guste compartir piso ahora estoy tristón porque la casa está vacía y sin ruidos, estos cinco días han sido bastante buenos y ahora que vuelvo a estar sólo se siente la cosa peor. Espero que en un par de días todo vuelva a la normalidad. Cuando estaban ellas hacía planes para cuando volviera a estar sólo, pero parece que la readaptación será dura y estos planes son papel mojado. Recuerdo que cuando volví a Rosario este año en junio también al abrir la puerta me sentí solo, pero con el tiempo me readapte a la vida rosarina. Pero esta vez ha sido diferente... o quizás sea la cercanía de los hechos con estas palabras.

Nuria y Caty llegaron el jueves noche tras unas 10 horas de viaje en la que apenas comieron, jajaja, muy caninas estaban. Las llevé al piso y fuimos a comer a una pizzería, lugar donde comenzaron las anécdotas: nos quedaban 10$ para pagar la cuenta y el encargado me tomó todos los datos, pero la cosa es que aún no me llamó. Ya de madrugada empezamos a hablar de la gente del pueblo y de su vida, ya que no nos actualizan mucho porque dicen que pasa lo de siempre, pero no saben que necesitamos oir lo de siempre, lo cotidiano. El viernes, con un calor excepcional les di la visita turística rosarina (Parque Urquiza, Monumento a la Bandera, Peatonales, Casa del Che, Parque España), unas 5 horas. Llegamos a casa, nos duchamos y se llegaron dos muchachas para comer e ir a la fiesta que preparaba Gisela. Ahí se desfasó todo, llegando primero a la casa que no era y después bailando y bebiendo hasta el amanecer. La pobre Gisela estaba muy borracha y sólo se dedicaba a meterme mano. A Nuria la acosaron unas cuantas veces y terminó descalza perdida y Caty estuvo hablando un tiempo con el enigmático Hugo.

El sábado por la mañana estábamos hechos mierda y estuvimos vagando en busca de comida, que conseguimos a eso de las 4 de la tarde. Por la noche dimos un paseo de tranquileo y terminamos en los billares. Pero en la mesa que llegábamos, mesa que dejaba de funcionar y éramos tan malos que las partidas eran interminables. En este día Caty se enfadó porque le "revisaron" su ropa en Montevideo: nada malo, sólo que Matías buscaba algunas camisetas para imprimir un nombre, no sé lo que se imaginó (robo o fetichismo, yo que sé). La cosa es que pareció que se mejoraba pero el domingo por la mañana explotó. Amaneció lloviendo pero salió el sol y pudimos ir a la isla con la gente de aquí. Una buena mañana, excepto que Caty terminó llorando. Por la noche fuimos al cumpleaños de Elías, llamado "Pancho el Mago" y aunque llegamos tarde nos preparó de comer y dio tiempo a que contáramos unas anécdotas. ¿Que por qué llegamos tarde? Cogimos el otro 143 y nos dejó en el barrio Rucci, conocido por los chungos que viven allí. Menos mal que el chófer se enrolló y nos llevó en su coche a casa del Mago. Cuando nos fuimos esperamos una hora al colectivo pero llegamos sanos y salvos. El lunes fue la tarde de ver películas y Nuria de su siesta interminable. Por la tarde fuimos a comprar regalos para la familia de Nuria y a la pobre se le levantaba la falda cada dos por tres con la ventolera. Por la noche quedamos con Ana y Gabri para despedirnos y conocimos al mendigo llamado Viejito Andrés, de alta verborrea para conseguir algo de billetes (no quería monedas). El martes tuve que ir al trabajo pero volví a tiempo y Caty se fue a la tarde hacia Iguazú. Fui con Nuria a la estación para comprar su billete a Montevideo y le di de comer chipá. Por la noche estuvimos hablando y al final discutimos nuestros anhelos y sentimientos, y al final nos emocionamos y incluso lloramos.

Finalmente, el miércoles por la mañana desperté a Nuria para que se preparase para su vuelta a Uruguay y me dio algo al verla alejarse en el autobús en dirección a la terminal.

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Publicado originalmente el 11-12-2008