Voy a escribir un final alternativo a 24 RPG Game que no jugarán los PJ al ser más descriptivo que participativo, cosa que aunque está más espectacular quita mucha sensación de juego y entretenimiento.
Joel había salido bastante magullado del coche accidentado, a pesar de que no había sufrido ninguna herida ni fractura cojeaba ostensiblemente. Era normal tras casi 24 horas de investigación y tiroteos sin parar. Pero no podía parar de avanzar, ahora no. Estaba tan cerca que permitirse descansar sólo a recuperar el resuello era una pérdida de tiempo imperdonable. La lluvia era intensa, más de lo que era hace un par de horas. A partir de los cuatro metros todo quedaba oculto por esa tupida cortina de agua. Joel estaba empapado y avanzó con cautela hacia el edificio donde ella había entrado. Su arma estaba cargada y su índice pasaba ligeramente por el gatillo por si tenía que entrar enésima vez en acción. Sabía que ella no estaría sola en el edificio, por lo que no entró directamente, sino que se apoyó en la pared a la espera de alguna novedad. Ninguna. Entró raudamente a una sala vacía, la entrada a un edificio normal y corriente que hay en todas las ciudades. Una idea rápida pasó por su cabeza: está arriba, el final será arriba.
Siempre vigilante Joel subió por las escaleras de emergencia y dos guardias salieron a su paso. No pudieron hacerle nada, ya que dos tiros certeros a cada uno fue suficiente para neutralizar la amenaza. A cada piso que avanzaba se detenía en la puerta para averiguar la localización de Julia, la maldita terrorista que durante cuatro años y medio se le había escapado una y otra vez. En un piso oyó varios pasos y a esas horas de pasada la media noche no podía haber ningún inocente allí. Subió a la siguiente planta, la última, y para su sorpresa la puerta había sido sellada mediante una soldadura. Bajó hacia su única oportunidad (el ascensor estaba prohibido al ser una trampa sin salida) y activó su última carga de Semtex que tenía, abrió la puerta rápidamente, la arrojó, volvió a cerrar la puerta y saltó. Un ruido sordo y un ligero temblor le llegó a su precario escondite. Aún con el arma levantada entró al piso y encontró a la mayoría de los mercenarios muertos y los que no estaban fueron rematados. Ahora pensó que podría usar el ascensor, pero decidió dar una vuelta de reconocimiento a la planta. Cuál fue su sorpresa cuando descubrió que había una puerta blindada en el otro extremo del piso, y para poder abrirla sólo podía ser mediante una tarjeta magnética que ninguno de los cadáveres poseía. Así que subió.
Lo que vio lo dejó sin aliento. El piso superior carecía de paredes y de cualquier decoración, parecía recién construido. Sólo había unas escaleras, que llevarían quizás a la azotea. Y un agujero, creado por él mismo al lanzar el explosivo. Daba directamente al piso de abajo, con los cadáveres, un pequeño incendio y algunos hierros retorcidos que se habían caido. Él había mirado cuando estaba abajo por el agujero y no vio nada, ahora, mientras subía, alguien se había colocado cerca de éste. Dejó de respirar varios segundos porque no estaba preparado para ver esta escena. Había una cuerda que pasaba por encima de una cañería y un extremo de cuerda terminaba fuera del agujero, en la muñeca de su enemiga, de Julia. Su mirada iba de pícara a sarcástica, como riéndose de ver a una persona que contemplaba su destino. Al otro extremo de la cuerda estaban dos muñecas, maniatadas, pertenecientes a Susana Carrasco, la esposa de Joel. Era imposible, ella había logrado huir hace unas horas, ¿cómo pudo suceder si no? ¿La habrían capturado por el camino? ¿Cómo? ¿Algún lacayo de Julia? Maldita sea. Los ojos de Susana estaban abiertos de par en par a la espera del desenlace. Estaba amordazada y sus palabras eran ininteligibles.
-Ahora llega el final, Joel -dijo Julia-. ¿Ves mi auricular? Está conectado a mis hombres. Con sólo una orden todo terminará.
-¡Qué quieres, maldita!
-Que elijas. Te daré diez segundos para elegir. Puedes elegir salvar a tu esposa, por lo que yo podré dar la orden de destruir la ciudad y yo salir indemne o bien puedes salvar a la ciudad eliminándome antes de dar la señal, con lo que tu esposa caerá y morirá empalada con gran sufrimiento, además de que la Justicia te detendrá por homicidio. Comienza tu tiempo.
Joel no sabía qué hacer. Se había quedado con la garganta seca. Cada elección era un callejón sin salida. ¿Qué debía hacer? Si pensaba como agente racional debía salvar la ciudad. Si pensaba como marido sentimental debía salvarla a ella. Y allí estaba Susana con un par de lágrimas recorriendo sus mejillas y Julia con un aire de superioridad.
-Tu tiempo se terminó, Joel -dijo complacida Julia-. ¡Elije! No te veo decidido. Tranquilo que yo te ayudaré. Caballeros, procedan con lo establecido.
Joel se quedó pasmado. Esto no estaba ocurriendo. Sin pensarlo había salvado a su esposa pero a un altísimo precio. Julia seguiría con vida y podría actuar una vez más en un futuro. Le había dado la libertad. No era posible. Joel levantó pesadamente el arma mientras temblaba y dijo con la voz quebrada:
-Lo siento, perdóname, porque yo no lo haré nunca.
Y disparó a su esposa para quitarle la vida de una manera rápida y no lentamente como lo propuso Julia. El arma ahora apuntaba a Julia.
-¿Pero qué haces estúpido?- dijo Julia desenfundando un revólver y dispuesta a acabar con su enemigo-.
-Cobrarme mi venganza -y vació el cargador sobre Julia y siguió disparando hasta que vio que no quedaban más balas-.
Julia quedó medio tendida en el suelo, soportada por la cuerda que también sostenía a Susana. Joel corrió y desenvolvió la cuerda, con lo que Susana cayó hacia el piso de abajo en el sitio donde los hierros aún estaban candentes. Registró con repugnancia a Julia y encontró una tarjeta magnética. Joel comprendió y bajó al piso de abajo sin mirar a donde yacía el cuerpo de su amada. Abrió la puerta y varios disparos lo recibieron. Tres mercenarios, por lo que dejó su mente en blanco y enfundando el revólver entró en la sala. Dos tiros acabaron con un enemigo, otra bala impactó en una pared, se agachó para evitar las balas de sus oponentes y alojó una de las suyas en la cabeza de un segundo. Rodando pudo encararse con el tercero y dispararle dos veces, la segunda mortal. Joel comprobó que no era el centro de operaciones, sino una enfermería, por lo que comprendió para lo que servía y fue hacia un maletín abierto. Sí, allí estaban las curas para el virus que Julia iba a utilizar, sólo quedaba una dosis, la de la propia Julia. Riéndose sardónicamente al ver que saldría con vida por la obra y gracia de Julia se inyectó y subió hacia la azotea cuando oyó pasar el avión.
La intensa lluvia le trajo algo de cordura, a lo lejos se veían los aviones liberando la mortal carga y entonces comprendió que todo lo que había hecho no servía para nada. Había destruido la ciudad y a su esposa también. Su esposa, la única que lo comprendió y le ayudó a salir del pozo en el que se había sumergido hace tiempo. Levanto el revólver hasta su sien y apretó el gatillo... tres veces. Entre las gotas de agua que hacían de un lloro infinito se dio cuenta que había gastado las seis balas del revólver. Con un acceso de ira lanzó la pistola muy lejos y Joel cayó de rodillas emitiendo un grito sordo. Un grito que salía de su alma, que revelaba el sufrimiento que padecería eternamente. Un grito que le impedía llorar, ya que lo que estaba padeciendo no podía siquiera comprenderse con lágrimas. Un grito que quedó ahogado por el avión que pasó a decenas de metro de él.
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Publicado originalmente el 19-02-2009
viernes, 7 de octubre de 2011
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