domingo, 9 de octubre de 2011

El papel moderador del Rey

La noticia de las últimas semanas que ha dado de comer a decenas de periodistas y tertulianos de radio y televisión ha sido la acción del Rey para que se llevasen a cabo reuniones entre políticos, economistas y sindicalistas para ver la posibilidad de un pacto de Estado. Ya en 1977 se llevaron a cabo los Pactos de la Moncloa, uniéndose dirigentes de varios partidos para aprobar medidas para solucionar la galopante crisis de esa época y como hoy en día andamos en lo mismo pues ha empezado a rumiarse la idea. No es una panacea, pero quizás ya va siendo hora de que todos olviden sus rencillas y se pongan a trabajar en un proycto común que nos saque de esto. La decisión del Rey ha sido vista por unos como un flaco favor a la Moncloa, como un "salvar los platos" al Presidente, otros lo han aplaudido y otros han criticado la iniciativa. Afortunadamente el sistema parlamentario indica que el Monarca no es el jefe del poder Ejecutivo, por lo que debe atenerse a las funciones constitucionales como son las de arbitraje y moderación de la política interior, o sea, velar por el buen funcionamiento de las instituciones democráticas y verificar que las leyes y acciones han seguido los pasos reglamentarios (no mira el contenido, sino la forma). ¿Que si no ha mirado otras cosas como la dependencia del Poder Judicial sobre los otros dos? Posiblemente. ¿Que podría haberlo hecho de otra manera? Estoy de acuerdo. Pero es que estamos acostumbrados a que haga estas acciones de manera confidencial y sin bombo en la prensa (y nunca nadie ha salido a criticar esa manera de arbitraje y moderación) y ahora que lo hace de manera pública unos lo critican y otros lo ven como espaldarazo al Gobierno. No creo que sea por salvarle las castañas del fuego, sino que Oposición (que no quiere hacer nada vaya que se arregle todo y se lleve el mérito Zapatero) y Gobierno (que seguro que no pidió ayuda al Rey por orgullo y falsa creencia de que van a ser capaces de sacarnos en el hoyo) no están por la labor de sentarse a dialogar, contrastar sus ideas para mejorar esto, aparcar o acercar diferencias irreconciliables y sacarnos de una vez por todas de esta crisis. Porque al fin y al cabo si todo sale bien no va a ser el Gobierno el que salga beneficiado (que puede ser) sino que realmente los beneficiados serán todos los ciudadanos españoles. Y si salimos de la crisis que se cuelguen todas las falsas medallas que quieran, que sabremos que son inútiles y oportunistas, que hoy por hoy los partidos son más un problema que una solución.

Es cierto que ciertos sectores criticarán siempre a la Corona, haga bien las cosas o no, tomando rumores por ciertos o aprovechando la prohibición de réplica de Su Majestad al tener que ser neutral. También es seguro que si no hubiese dicho nada saldrían a criticar su mutismo y alejamiento de los problemas. La labor de Juan Carlos I todo este tiempo y los logros en la consecución de la democracia y su salvaguarda son cosas que se olvidan pronto. Pero es evidente lo que se ha dicho: España es un reino más por compromiso que por convicción. Ahí está la corriente ideológica del juancarlismo para demostrarlo, una solución conciliadora entre dos partes enfrentadas durante la Transición. Un movimiento con más adeptos que los propios republicanos o monárquicos juntos. Una amalgama de republicanos posibilistas, indecisos, demócratas de izquierda y derecha, personas agradecidas por su labor, enchufados, ciudadanos convencidos por los hechos, etc. Parece tópico decir que España tenga el régimen que la gente decida, pero hay que tener en cuenta la presencia de influyentes políticos, grandes empresarios, periodistas acreditados y los que denomino formadores de opinión, que son los que más moldean el pensamiento de los ciudadanos, con sus magazines diarios a media mañana y con colaboradores sacados de lugares más variopintos. Así que el dicho de lo que la gente decida queda en manos de las opiniones, convicciones y conveniencias de los antes mencionados.

Ha de tenerse en cuenta que las críticas vienen de izquierda y derecha, en donde en un caso se toma en duda su legitimidad y en otra que debe tener más prerrogativas o meterse más en asuntos (que según la Constitución no le conciernen directamente). O que el Rey tira más para un color político que para el otro (fue, es y será gran amigo de Felipe González). En los mismos bandos hay alabanzas sobre su labor democratizadora y aglutinadora de ideologías diversas por parte de la izquierda (apuntando a su predispoción de eliminar sus prerrogativas absolutistas que poseía tras ser coronado para conseguir una democracia plena) y la conservación de tradiciones y su labor diplomática con el exterior (allanando el camino para la posterior consecución de acuerdos, ya económicos, ya sociales o industriales) por parte de la derecha. Incluso existe una tropa de sobreprotectores (muchos empleados y encargados de prensa de la Casa del Rey, que es la institución organizadora y coordinadora de las labores, viajes y relaciones con los medios de la Familia Real, teniendo en cuenta además las directrices del Ministerio de la Presidencia que es el que indica qué viajes a dónde y qué actos son a los que deben acudir) que reculan o modifican hechos para que se note que se hace pero que no se hace si no gusta, que si acepta tal o no dependiendo de las reacciones. Ese miedo acervo hace que todo se quede a medias tintas y no ayuda nada. Pero hay que entender de que si el Rey hace algo indebido o no está capacitado puede cambiarse por otro según las líneas de sucesión previstas, quiero decir, el Rey cambia pero la institución de la Corona permanece. Ese miedo de que si se pulsa aquí o allá provoque un cambio de régimen corta las alas y la credibilidad. No creo, por ejemplo, que tras el escándalo de Nixon los estadounidenses creyesen que su régimen republicano había fracasado y debían alcanzar el régimen monárquico. Así que espero que de una vez por todas todo el mundo se ponga manos a la obra para lograr salir de la crisis que nos atosiga y que puede ser la precedente de otra mucho peor. Porque ¿si vamos a levantar una losa de quinientos kilogramos y vienen tres a ofrecernos su ayuda les vamos a decir que ni en broma, que uno se basta y sobra cuando sabe que es imposible? Es de bien nacidos ser agradecidos, eso sí, si se mira por el pueblo y no por su partido político, que hasta ahora es lo único que hacen.

-

Publicado originalmente el 18-02-2010

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Desgranando el pensamiento de Blas Infante (IV): el Ideal Andaluz y cómo implementarlo

 Esta es la cuarta parte del famoso Ideal Andaluz de 1915. Previamente se había desarrollado la filosofía infantiana de mejora continua hast...