viernes, 7 de octubre de 2011

¿Hay un mañana?

La cosa va así, hay semanas en que no paro de escribir y semanas muertas, pero es lo que hay. No escribo hasta que no me siento a gusto e inspirado. Aquí van más ideas, disfrútenlas.

Todo comienza de una manera sencilla, pero esa sencillez trae una complejidad que aún no ha sido desentrañada. En el enmarañado cerebro humano, con tantas neuronas que pueden tender una línea que vaya de la Tierra a la Luna y volver, un grupo de neuronas de una zona determinada empieza a tener una actividad frenética. Entre sus ribosomas y aparatos de Golgi y demás mezcolanza se activa una señal que pide irremediablemente comunicarse con las demás neuronas. La señal pasa por el axón de manera de pulso eléctrico formado por la activación de las bombas de sodio-potasio. Gracias a las vainas de mielina no tiene que recorrer todo el axón y va a saltos hasta que llega al final y libera los neurotransmisores específicos para que otra neurona capte el mensaje y se comunique con las demás. Toda esa parte del cerebro ebulle de información, la cual pasará a otras partes del cerebro para coordinar y reconocer lo que está ocurriendo. La parte homínida del cerebro (la llamada materia gris), llena de nueronas comienza a despertarse por la señal emitida, que pasa a través de la parte mamífera del cerebro (más interna y de color blanco, llena de conexiones). Parte de esta señal irá a la parte reptiliana del cerebro (el núcleo encargado de las funciones primarias tales como el hambre y la superviviencia) para identificar si esa señal es algo benigno o maligno y actuar en consecuencia. Todas las respuestas llegan al cerebelo para ordenarse sistemáticamente, encargándose el sistema nervioso de responder a lo que ha ocurrido. Aunque digan que sólo usamos un 5% de nuestro cerebro eso es mentira, lo usamos todo, pero con un 5% de efectividad (o sea sólo podemos a la vez activar 5 de cada 100 neuronas a la vez).

Y toda esta parafernalia de pulsos eléctricos y comunicaciones intracerebrales para tener consciencia de un simple y nimio sentimiento. ¿De algo tan simple aunque enrevesado cómo puede salir algo tan inexplicable como un sentimiento, como una lágrima? Impresionante y apabullante. ¿Y qué sentimiento despierta todo esto, toda esta conclusión de que mis dedos tecleen sin parar letras y más letras? Muy simple y muy recurrente: ¿hay un mañana?

Por descontado que sí, el sol saldrá por el este inevitablemente día tras día hasta que desaparezca. Incluso si este planeta se convierte en una roca árida y desprovista de vida. Ya es más difícil decir si hay futuro para la especie o incluso para mí. Tantas guerras, tanta corrupción, tantos niños usados en conflictos armados, tanto apoyar al fuerte y malvado y reirse del débil y fuerte. Contaminando hasta lo que parecía impensable. Destruyendo fauna y flora por tal de conseguir más rectángulos de papel impreso al que llamamos dinero. ¿Servirán en un erial desprovisto de vida? Sí, para alimentar al fuego que hará el último ser humano que sobreviva y estará aterido de frío.

Siempre digo que la esperanza es lo primero que se pierde para que se pueda luchar sin miedos, pero algo queda siempre. Por un lado deseo que termine todo esto y por otro que hay gente que no lo merece. Sí, la esperanza quieras o no nunca se va. ¿Servirá mi estancia en esta roca como una ayuda o como una traba al resto? ¿Servirá siquiera? Porque no creo que en mí esté ninguna llave para nada ni nadie. En este mar embravecido navego sin saber dónde pararé y si será tierra hostil.

A veces ayudo y me siento bien, pero ¿ayudaré lo suficiente o me quedo en palabras vacías? ¿Por qué no creo en mí para afrontar con decisión lo que sobrevendrá? ¿Aun cuando lo haga habrá poderes fácticos que me lo impedirán, torciendo mis objetivos y burlándose a donde llegué? Porque duele más lo que has logrado tocar y no volver a verlo que perder lo que no has visto nunca.

Poco a poco sé que hay más marinos atravesando la tormenta. No soy el único, ¿por qué habría de serlo? ¿Tan especial me creo? Todos los barcos de cada uno están a la deriva y con filtraciones alarmantes, con sus problemas e inquietudes, con sus miedos y temores, pero cada vez que nos avistamos se tiende una mano amiga. Algunos que lean esto se sentirán identificados, otros no. A los que sí (y saben ellos mismos quiénes son) sólo puedo darles las gracias por darme ánimos cuando la barca había volcado y me preocupaba que el final del viaje fuese así. Gracias a fútiles intentos logré recuperar la ilusión y a levantarme por enésima vez del fango en que estaba sumido.

Y ahora, perversa vida, me toca mover pieza.

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Publicado originalmente el 02-03-2009

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