viernes, 17 de enero de 2020

Diario de Viaje: Castelo Branco (Diciembre de 2018)

Pues viaje a un centro urbano para pasar la Nochevieja. Un poco de susto porque daba por hecho que los mapas de Google, una vez cargados, seguían siendo válidos. Craso error, había que descargarlos. El problema no era cómo llegar sino qué entrada a la ciudad tomar y fue un poco caótico y errático. Pero no pasó nada, unas vueltas y llegamos al hotel (que nos dieron un PIN que no era y no podíamos entrar, pero se resolvió más pronto que tarde).

Pues el hotel estaba justo en la plaza donde se estaba montando el escenario para dar el fin de año. Como no van a campanadas han de generar una cuenta atrás. Y todo siempre engalanado con música electrónica. No sabía el gusto portugués por este tipo de música, la verdad.

La caminata por las calles hacía que viéramos mucha gente entusiasmada y algunos barrios más humildes con gente ya de fiesta y con sus mejores galas. Se nota que estaban pidiendo a gritos una buena celebración para dar la bienvenida al nuevo año. Hubo que hacer unas compras antes para evitar quedarnos sin nada. Y el paseo pronto nos llevó al castillo. Pensando que Castelo Branco significa castillo blanco esperaba un buen y enorme castillo. Pero nada de nada. Mi gozo en un pozo. Quizás lo fue alguna vez pero ahora solo quedan algunas murallas y una torreta. Al menos lo han convertido en un enorme jardín donde poder pasear tranquilamente.

Fuimos hasta el mirador de São Gens con las vistas a la ciudad y alrededores. Está curioso porque parece más una plaza con acequias que un mirador en sí. Y mucha vegetación, que es de agradecer si se llega ahí en pleno verano. Bajando por el otro lado llegamos hasta un gran jardín que estaba como separado por la calle. Pero estaban conectados por un paseo elevado y la canalización de agua iba de uno a otro. Creo que era el jardín del Paço Episcopal, con sus estatuas y escaleras a un lado (no tan accesible) y un gran parque al otro. Ahí pudimos dar varias vueltas y poder descansar en las explanadas y jardines.

Después de un tiempo seguimos el paseo hacia la sede catedralicia, incluso creo que nos cruzamos con algo similar al típico rollo jurisdiccional medieval. Y el paseo nos llevó hasta el viejo muro de lo que parece que era (o es, no estoy seguro) la cárcel de la ciudad.

Otro paseo a la tarde nos llevó al otro lado de la ciudad. Y llegamos hasta el Parque Natural do Barrocal. Lo loco es que estaba cerrado, como que aún estaban haciendo los caminos de madera y algunas plazas y construcciones variadas. Pero si bien estaba cerrado en la parte de acceso más inmediato, el resto no tenía ningún impedimento. Así que nos metimos y observamos unas vistas impresionantes. Daba la impresión de que allí hubo asentamientos o algo, quizás volaba mucho mi imaginación en esos momentos porque entre tanta vegetación y roca gigante uno empieza a proyectarse a tiempos remotos. Como si alguna de esas rocas fuese un menhir de tiempos remotos. Eso sí, había como un punto geodésico, quizás es un parque de referencia a nivel nacional.

Tras eso nos fuimos acercando al hotel y pudimos disfrutar de esa entrañable arquitectura portguesa, con sus aceras de rombos pétreos y una iluminación navideña bastante profusa. Unas películas, una frugal cena y a hacer la cuenta regresiva entre festejos y fuegos artificiales.

A la mañana siguiente, bien temprano, iniciamos el regreso. Es muy curioso que cerca de una gasolinera había algo parecido a un parque arqueológico. Digo parecido porque estaba plagado de dólmenes y construcciones prehistóricas pero todo estaba invadido de huellas de camión, por lo que debieron hacerlo hace poco con intención. Pero da igual porque el paraje te maravilla, juega con tu imaginación.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Diario de Viaje: Peñafiel (Febrero de 2023)

 Pues casi sin reponernos del viaje navideño a Portugal tocó otro gran viaje. Mi mujer tuvo que ir a un curso a Santander y yo hacía décadas...