jueves, 30 de enero de 2020

El Título VIII no está cerrado

Hace cosa de un mes volvió a la palestra mediática el caso del País Leonés. El ayuntamiento de la ciudad de León apostó claramente por la separación de la provincia de la comunidad autónoma de Castilla y León. Según ellos, y según el leonesismo, se había forzado por parte de dirigentes de UCD a la creación de una gran comunidad autónoma para hacer de contrapeso a otras, evitando mantener la separación en dos regiones (León y Castilla la Vieja) que había existido desde la II República y la dictadura de Franco. Comentan cómo a pesar de votar que sí en un principio y echarse para atrás en último momento sus posturas no fueron consideradas, ni por el Legislativo ni por el Judicial.

Ni idea cómo va a terminar todo esto. Visto lo visto, en un panorama donde muchos dan por caduco el Título VIII constitucional, va a haber Castilla y León para largo. Sí, aunque parezca sorprendente, ese título permite de manera continua la creación de comunidades autónomas. No existe ningún artículo que diga que el título pierde vigencia cuando todo el territorio nacional ha quedado dividido en comunidades o ciudades autónomas (aunque esto no es del todo cierto, hay aún islas en el mar de Alborán, islotes y peñones en la costa africana que son de gestión estatal, no son territorio de ninguna autonomía). Es en esto donde se apoya con fuerza el leonesismo.

Otro aspecto a considerar es el entusiasmo de las provincias de Zamora y Salamanca, pues en teoría son también parte del País Leonés. Puede que el leonesismo sea relativamente fuerte (no he estado allí para saber si es muy fuerte o solo goza de buena publicidad, ojalá pudiese hacerme una idea más fidedigna) en la provincia de León pero si bien se contempla una autonomía uniprovincial se anhela que entren las tres provincias históricas. Por algunos testimonios la idea no les parece lo suficientemente atractiva. Evidentemente, lo que piensan o teorizan algunos ha de verse reflejado en la calle, en los votos. Otro caso similar son los Países Catalanes, donde varios piensan que no solo Cataluña merece su independencia de España, sino también el resto de territorios históricamente ligados a la cultura e idiosincrasia catalanas.

Sin embargo, por mucho que nos duela, no solo la nación española tiene orígenes que se mitifican para darles sentido y fabricar un símbolo de unión. Las antiguas naciones y, más actualmente, las comunidades autónomas también se basan en orígenes mitificados. Me jode aseverar esto con Andalucía, ya que desde pequeños nos empapan de que somos ocho provincias con destino común y olvidadas por el centralismo madrileño, solo para generar fiesta y materia prima. No hablo de la jugada, también por parte de UCD, de los conatos de creación de la autonomía de Andalucía Oriental, sino que en época de Blas Infante se reunían representantes de todas las provincias que hoy conforman Andalucía, más representantes de las provincias de Badajoz y Ciudad Real. O sea, el número total no estaba definido y en la famosa Asamblea de Córdoba, cuando se dictaminó las fronteras de la Andalucía actual, los representantes de Jaén, Granada y Almería abandonaron la reunión y no pudieron votar lo acordado, aunque les afectaba de todas maneras. ¡Y no nos olvidemos las plataformas de Andalucía Oriental (Jaén, Granada, Almería), la Región de Granada (Málaga, Granada, Almería), la Región de Málaga, la Región de Almería (o su anexión a Murcia) o los conatos, ya apagados, de crear una provincia en el Campo de Gibraltar ajena a Cádiz! Lo que muchas veces damos por sacrosanto, de aceptación universal e indiscutido quizás no lo sea tanto. Incluso nuestro tan amado 28-F, el día del referendum donde los andaluces combatimos contra la imposición de lograr una autonomía lenta, no al estilo de nacionalidad histórica (ya reclamado el 4-D), y que da pistoletazo de salida para que todos los territorios abandonen la centralización secular, fue realmente un fracaso, puesto que en Almería no se llegó al mínimo requerido. Si las ocho provincias no estaban de acuerdo el proceso debería abortarse. ¿Qué pasó? ¡Que se torcieron las leyes ad hoc para lograr lo que se había pensado en un principio!

Sea como fuere, son temas que despiertan en mí bastante interés y que me gusta seguir con cierta atención. Sí, quizás sean temas que no resuelven nada, que no ayudan a la gente a afrontar problemas más acuciantes. Pero la gente no solo vive de lo inmediato sino de anhelos, pasiones, ligadura al terruño y saberse parte de una comunidad de idiosincrasia similar que lo acepta tal y como es.

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