En la mañana dimos un buen paseo para tonificarnos de tanto viaje, así que decidimos cruzar la carretera y empezar a subir un monte. La cosa se complicó por lo escarpado y la vegetación pero pudimos ver el cerro donde se sitúa Monsanto y el cielo azul surcado por águilas.
De vuelta para abajo antes de llegar a la casa de campo tiramos por una bifurcación que lleva a este diminuto cúmulo poblacional pues eran más cocheras para tractores y caserones de campo que una aldea en sí. Lo bueno es que la zona verde aparece pronto y se ven afloramiento de roca granítica con musgos y bosquecillos por doquier. Fue una larga caminata donde un perro se nos quedó ladrando y siguiendo a distancia prudencial durante más de quince mintuos (lo mismo a la vuelta, qué insistencia).
Nos cruzamos con algunos pastores de gesto amable y con multitud de cabras, creando un ambiente bucólico y filosofando qué medidas e incentivos ha de llevar a cabo un Estado para garantizar que no se terminen de despoblar las regiones rurales de los países.
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