Córdoba sultana, una ciudad que combina cristianismo, judaísmo y mahometanismo, con río y sierra, urbe moderna y judería clásica, ese embrujo sólo lo tiene ella. Un suspiro, una caricia que quizás sea del viento. Una joya en tu mano que quizás sea más cálida que un rubí histórico. Sentir la respiración de la historia a tu lado en la larga y oscura noche. Un rasgar de campana o son de guitarra proviniente de iglesias, tabernas que te sumergen en la magia de las esquinas y rincones históricos, no pudiendo dejar de pensar en cada segundo de lo vivido. Un beso del rocío de la mañana que te inunda de calor y frío. Una mezquita-catedral con misterio, un puente romano que rezuma amor, un bulevar que inspira ternura y suavidad. En fin, Córdoba en sí, en toda su excelencia. Pero es posible que quien quiera comprender comprenderá. Gracias por todo.
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Publicado originalmente el 27-01-2010
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