domingo, 9 de octubre de 2011

España laica

¡Mira con el obispo de San Sebastián! Tras el horrendo terremoto de Haití va y dice que es mucho peor el pecado de la poca religiosidad en España que las miles de muertes en el país caribeño. Al menos ha tenido la decencia de corregir sus palabras y darle un matiz menos escabroso: que a pesar de los desastres ellos rezan y nosotros somos ateos.

Sin contar con sus tendencias religiosas esto se pasa de castaño oscuro, ya que incluso los demás religiosos ven como ámbito superior la vida humana (si no mirad las manifestaciones en contra del aborto) y después la confesionalidad o no, dentro del marco de la nueva tolerancia propugnada por el Vaticano y la aceptación de la libertad de elección del ser humano.

Ahora parece que cada uno no puede actuar según sus ideales y el ateísmo es la enfermedad a erradicar. También es cierto que puede ser una reacción natural de ataque en contra del bombardeo que le dirige el Gobierno. Está bien que para su religión no creer en Dios sea pecado pero no hace falta que nos lo restrieguen en la cara, como muchos ateos no les dicen una y otra vez que tienen ideas infantiles y sin fundamento. La mayoría de agnósticos (creen en un ente superior pero no los rituales humanos) tampoco se salvan a la criba. Pero si uno estudia la historia española ve claramente que éste es un país integrista o fundamentalista del catolicismo (la Reconquista, la expulsión de moros y judíos para crear la República cristiana renacentista, el Santo Oficio de la Inquisición, la Contrarreforma, la vinculación Iglesia-Estado, el nacionalcatolicismo, etc) así que la mayoría de la población sigue las tendencias de tiempos pretéritos más o menos adaptadas a la sociedad actual y los jerarcas eclesiásticos aún anhelan la hegemonía en el ámbito político y civil de antaño.

Está claro que es necesario un Estado laico, donde ninguna religión tenga trato preferencial y que sea un derecho innegable del ciudadano en su ámbito privado. Que lo que sea pecado no sea identificado con infringir la ley de manera automática. Que el tratamiento entre ellas y con el Estado sea respetuoso y sincero. Pero claro, esto algunos no lo ven tan evidente, tanto algunos radicales católicos como algunos radicales ateístas, porque laicismo no significa humillar y destruir religiones. No todo el mundo tiene principios fuertes y fe en sí mismo para salir adelante en la vida y necesita de doctrinas o creencias en entidades benignas y superiores para ello. Respetémonos mutuamente.

Quizás hoy en día lo necesitemos de manera urgente pero aún todo está demasiado polarizado y viciado. Es como explicar a mis amigos argentinos que el sentimiento de ser andaluz (u otra nación) y español puede ser diferente, jerarquizado e incluso compatible en algunos casos, ya que su sentimiento de argentinidad es muy superior al de pertenencia a provincia (sieno éste a veces inexistente). Aunque, como es evidente, tanto tiempo con ellos que ya pueden hacerse una idea. Por consiguiente, lo mismo tiene y puede suceder entre los laicistas y las ramas radicales ateas y cristianas, que poco a poco vayamos comprendiendo que es posible convivir y coexistir en paz a pesar de las reticencias o amoldamientos de los sectores enfrentados.

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Publicado originalmente el 15-01-2010

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