Segunda parte de mis relatos sobre los viajes. Por la época del viaje a Capilla del Monte conocí a dos francesas. Habían venido a realizar una estancia para calibar y montar un láser, me parece. Como estamos en Argentina, no llegó ese láser en los tres meses que estuvieron. Las conocí porque por esos días trabajaba en la calibración del elipsómetro, y por la rubia lo descalibraba con mucho gusto.
Así que un día comentamos si íbamos a viajar juntos a algún lugar y yo propuse las cataratas. No se me puso ningún inconveniente, pero cuál fue mi sorpresa cuando me enteré que venía su novio (¿será porque la otra le dijo que tuviese cuidado conmigo?). De todas maneras, el chaval era muy buena persona y nos hicimos colegas pronto. El viaje duró algo así como 24 horas, contando el paso por la frontera (aunque sobornando a la peña conseguíamos reducir el tiempo). Primero vimos una misión jesuítica en Misiones, muy buena, así del siglo XVI y con una capilla sin techo y los barracones de los indios. Llegamos después de eso a Foz do Iguaçú, en Brasil, donde nos alojamos. No vimos mucho de la ciudad, estábamos hechos mierda. Me tocó dormir con la pelirroja, pero no la toqué, era más bien feílla y prefería a la rubia sin pensar (hasta ideé un plan para arrojar al novio por las cataratas, jajajaj, no, es broma). Al día siguiente vimos las cataratas desde el lado brasileño, era como un escaparate donde te enseñaban lo que había en el lado argentino. Había unos bichos muy raros, aparte de simpáticos, que atacaban a cualquier galleta que cayese al suelo.
Por la tarde, aunque no lo habíamos comprado, nos llevaron a Ciudad del Este que está en Paraguay. Una tarde brutal, eran como los retales, pero ocupaban toda la ciudad. Muchas cosas truchas y muchas cosas extrañas pero ahí vendían hasta los ratones. Todo estaba lleno de policía que tenían un gracioso fusil preparado para hacerte trizas. Me atreví y le pregunté dónde podíamos tomar un aperitivo. Lo conseguimos y muy barato. Por la noche volvimos a Brasil y comimos y estuvimos dando un paseo por los alrededores, no muy lejos, ya que Foz es famosa por su delincuencia.
Por la mañana fuimos a las cataratas por el lado argentino. Buenísimas. Primero contraté un tour por la selva que terminaba en un paseo en lancha cerca de las cataratas. Impresionante. Toda el agua golpeándote en el pecho y sin poder respirar. Menos mal que me hice con el bañador y no me importó empaparme hasta los huesos. Los franceses, en cambio, creyeron que era un paseo por aguas tranquilas y no se cambiaron jajajaja, pringaditos jajajaja. Después, y con la adrenalina a tope subimos hasta lo alto de las cataratas y las recorrimos en su mismo borde, ahí viendo la caída. Hasta que se desvió el camino para llevarnos a la Garganta del Diablo. ¡Qué manera de caer agua! Yo creo que por las noches cierran el grifo, impresionante. Un ruido atronador, inolvidable el poder de la naturaleza. Tras irnos (donde en el parque te transportaban en un gracioso trenecito) nos llevaron a las tres puntas o algo así, es donde el río Iguazú desemboca en el Paraná y cada parte de la Y que forman es de un país (Argentina, Brasil y Paraguay), indicado por unas torres del color de la bandera.
Así que llegamos al hotel y nos pusimos a hacer caipirinha. Bastante rica y claro, el botellón en mi vida no puede faltar. Estuvimos hasta altas horas, aunque los franceses tuvieron poco aguante. En la vuelta llegamos a Argentina y visitamos las minas de Wanda, una mina a cielo abierto donde se extraen geodas. Todas las mujeres flipando. En ese momento una abuela se me acercó (vino todo el viaje cerca de nuestros asientos y nos habíamos encariñado con ella) y empezó a contarme lo que ella veía de nosotros cuatro: que la rubia pasaba del novio y éste quería rozarse con ella tras tres meses sin verla, así que me dijo claramente y dando su palabra que a la rubia le hacían los ojos chirivitas cuando me miraba. Ay, qué buena sensación, aunque supe que lo tenía todo perdido porque seguramente ella no lo abandonaría por un chico andaluz que se iba a quedar en Argentina mucho tiempo, quedándole a ella menos de un mes para regresar a Francia. Así es la vida.
En el camino de vuelta me despedí de algunas personas. Habíamos hecho migas en el viaje de vuelta, incluso bailado un pasodoble, jajajajaja. Y cuando llegamos a Rosario el final emotivo. Llegamos en taxi hasta su hostel, como iba en la parte delantera no pude despedirme de otra manera que no fuese dando la mano. Cuando llegó la rubia me cogió toda la mano y la fue soltando poco a poco, como reacia a dejarla, llegamos hasta los dedos y los contrajimos para hacer candado y no soltarnos, pero al final nos separamos... y parece ser, que para siempre. Sí, nostálgico.
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Publicado originalmente el 30-09-2008
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