El jueves pasado fui con mi buen amigo Guille al Banderazo. Es el último entrenamiento de Newell's Old Boys antes de jugar (esta vez en casa) contra su archirrival Rosario Central. El estadio se llena, hay cánticos, bengalas, himnos, fuegos artificiales, banderas, etc. Los jugadores hace años que no entrenan ese día, pasean alrededor de las gradas motivándose y preparándose para el partido del domingo. Impresionante, todo abarrotado de gente animando a su equipo.
En un instante se me pasó algo por la cabeza. ¿Hubo algo semejante en época romana hacia los gladiadores? Porque aunque cambie el deporte de afición sigue siendo el opio del pueblo (y no la religión, como sospechaba Marx). Pan y circo para olvidar las penas e injusticias. Un coliseo, aunque rectangular y con césped, lleno de espectadores dejándose la voz por sus ídolos que entregarán todo de sí (a pesar de que ya los ídolos conservan la vida en cualquier caso). Ese baño de multitudes que los encumbra como dioses o los humilla si no cumplen sus espectativas. Seguramente en el Imperio Romano fue así.
Y es que, como una vez me dijo mi padre. "Hijo mío, en 10000 años sólo hemos cambiado en esto", señalándose en ese justo momento la ropa.
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Publicado originalmente el 23-11-2009
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