Como ya apuntó alguien en los comentarios de un blog es un oxímoron (palabras opuestas que juntas consiguen un nuevo significado complementario, por ejemplo, luminosa oscuridad) que atrae. En principio, la organización territorial y política junto con el día a día de los ciudadanos y las instituciones tienen poca o ninguna relación con quién ostente la Jefatura del Estado, así que es un concepto plausible y por tanto susceptible a ser considerado. También como me hizo recordar mi madrina hace unos años un Rey puede serlo de varios reinos (como muestra el Imperio en Alemania en sus distintas etapas o la actual Isabel II, soberana de Reino Unido a la vez que de Australia, Canadá, Nueva Zelanda, Belice...). Por tanto no creo que sea tal oxímoron la combinación de monarquía y federación.
Entonces, si vamos al grano, ¿es factible que España sea federal? Es un buen punto de partida para discusiones ideológicas. De lo que estoy seguro es que un Estado centralista no es una opción a considerar tal y como está compuesto nuestro país. Ojo, no digo que sea algo malo, sino que una España centralizada trae más quebraderos de cabeza que una descentralizada: a mediados del siglo XIX y ya entrado el siglo XX se ha ido conociendo en casi todo el mundo un proceso descentralizador, en el primer caso como reconocimiento de la existencia de naciones y pueblos de carácter diferente compartiendo el mismo Estado y en el segundo caso como una manera de aligerar las cargas del Gobierno central a la par que se fomentaba el avance por la sana competencia entre regiones del país al tener las manos libres y gozar de libertad (incluso la super centralizada Francia ha visto que es necesario delegar ciertas competencias). Así pues, ¿qué pasa con el Estado de las Autonomías? Según mi parecer ha tenido un papel importantísimo en España en el último cuarto de siglo y a la par del reconocimiento del autogobierno de las diferentes naciones y regiones de España, ayudó a un avance tecnológico y social que nos sirvió para salir de la cola de Europa y empezar a codearnos con los importantes. Es cierto que esto se ha hecho tras ir a marchas forzadas y postergando el posterior bajón por no poder aguantar, pero se puede decir sin temor que llegamos. Pero a día de hoy las autonomías sufren de rebeldía, es decir, ningún organismo ha velado para comprobar que todas han hecho lo correcto y han usado con rectitud los fondos y las oportunidades otorgadas. ¿Cuál debería ser ese órgano? Ni idea, pero sé que nunca viene mal un tirón de orejas. El Estado autonómico podría ser un sistema cuasi-federal, ya que las autonomías tienen delegados el poder legislativo y ejecutivo, pero no el judicial. En el caso federal también este último poder podría delegarse. Pero no es ésta la única diferencia. Los repartos y los asuntos susceptibles de delegar están claramente indicados, teniendo el Estado central ciertas competencias indelegables para coordinar y solventar posibles diferencias que atasquen al conjunto. En la Constitución de 1978 existen unas competencias estatales y otras delegables, pero existe un artículo que da a entender que las estatales que tengan pinta de poder delegarse puede hacerse si así lo indica el Estatuto de la comunidad en cuestión. Eso hace que puedan duplicarse administraciones, duplicando por tanto los gastos de manera innecesaria (¿Dos Defensores del Pueblo? ¿No bastaría con uno?). En una federación entonces el Estado regularía ciertos asuntos por el bien de la unidad y otros serían propios y exclusivos de las autonomías, quedando claro qué cosa le corresponde a cada quién. De esta manera se tiene claro cuál es el techo competencial y no se puede entonces ir delegando indefinidamente o amenazando con tal o cuál competencia. Pero la moneda siempre tiene dos caras. Todos sabemos que aunque se tiende a la igualdad entre autonomías hay algunas (ya sea por población, ya por falta de recursos) que no pueden alcanzar a la misma velocidad cierto grado de desarrollo, por lo que siempre habrá unas mejores que otras (en sentido de eficiencia y eficacia, no de puntuación de exquisitez), aunque la diferencia sea ínfima o abismal en el peor de los casos. Entonces, si la federación indica que cada autonomía tiene tantas competencias y de por sí no puede, ¿qué pasa? ¿Se aguanta la región y lo gestiona como puede, aunque eso haga que se tambalee y pierda fuelle en el avance? ¿O se la arrogaría el Estado a pesar de no ser competencia suya creando un conato peligroso de asimetría? Actualmente cada comunidad se hace cargo de lo que puede, por eso hay tanta desigualdad de reparto (amén de las tretas de políticos, por supuesto).
Está claro que tanto el Estado autonómico como el federal tienen sus pros y sus contras, en el primero cada uno se hace cargo de lo que puede pero falla en la infinitud de delegaciones posibles y la creación de organismos superfluos; en el segundo caso existen ordenanzas en común para coordinar y delegación de los tres poderes pero puede que por repartir igual algunos no puedan abarcar tanto. Si los políticos actuales fuesen más conscientes de lo que necesita el pueblo y de lo que sería mejor para la interacción entre autonomías y dejar de mirar su bolsillo y robar a manos llenas, seguramente no habría este clientelismo y chantajes cada veinte minutos y el Estado de las Autonomías seguiría siendo óptimo para España y con cuerda para rato. Pero como la mayoría son embaucadores estamos como estamos.
Tampoco quiero que se haga siempre una comparación con la Alemania federal de hoy en día. Por mucho que sea una federación cooperativa y solidaria no podemos hacer un calco. Lo bueno sería inspirarse por ejemplo, no copiar como quieren algunos que sienten nostalgia de su par de añitos que vivieron allí (recordemos que los Aliados decidieron tras la guerra la constitución de una federación porque debilitaba la estructura estatal, aunque si bien hoy en día se ha revelado como un sistema a tener en consideración; además, que yo sepa Argentina es una República Federal y aún existen problemas al no ser la federación una panacea y que Buenos Aires aún siga siendo el nodo de la burocracia). También ellos tienen una tradición democrática más larga que la nuestra (por aquí sólo durante la II República y la etapa actual de III Restauración, aunque el voto universal masculino data de 1890 a pesar de estar en la época del caciquismo). Sin contar lo anterior, parece que España como tal tampoco ha tenido una tradición federal (o descentralizada al menos). Las constituciones de 1931 y 1978 definen un ordenamiento autonómico y la I República sí que tenía un aire federal puro, pero con las guerras intestinas y el cantonalismo, en la posterior Restauración parece que se clamó por un centralismo que evitara los conflictos mencionados (aunque en los últimos años del reinado de Alfonso XIII se creó la Mancomunidad de Cataluña como un principio de avance autonómico). También recordemos que en las décadas de la dictadura de Franco se hizo un énfasis en las virtudes del centalismo y el ninguneo de los anhelos de los pueblos de España, vendiendo valores imperiales y legendarios. Bajo la dinastía Habsburgo se podría pensar que había un ordenamiento federal en la España en gestación, bueno no como la definición actual, sino en la interpretación de que cada reino tenía a la misma persona como soberano y que había una inercia común hacia la misma dirección en la política internacional y unas ventajas en los tratos entre estos territorios, pero cada uno tenía sus propias leyes, Cortes, recaudación de impuestos, flotas mercantiles, tendencia hacia un comercio agropecuario o de manufactura, etc. A ver si me explico, que era un sentido "federal" desde el punto de vista de que cada país tenía su propia política interior con sus reglas diferentes y fijas, incluso el idioma, pero a la hora de mirar hacia fuera todos ponían el hombro (buenos, unos más que otros con más o menos reticencia) para hacer un plan común. Bajo la dinastía Borbón tras la Guerra de Sucesión se promulgaron los Decretos de Nueva Planta, por el que los reinos que habían apoyado a Carlos de Habsburgo perdían sus leyes propias en favor de las castellanas. En este germen de España se aplicó el fuerte centralismo de corte francés, siendo aprovechado para imponer los principios de la Ilustración sin muchas dificultades.
Por tanto, históricamente, la federación sería un nuevo y apasionante paso en España, terminando de despegar de este sistema mezcla de federalismo y centralismo. Además, sería un paso para que las naciones que integran España tengan relevancia y reconocimiento pleno, unido a la posibilidad de una autogestión verdadera en su territorio y a favor de sus ciudadanos, sin olvidar lo que hay en común con el resto y la colaboración, solidaridad y sana competencia entre todos (tal y como pretendió la Constitución con la definición jurídica de Nación, en complementación con la definición histórico-cultural de Nación, una en el primer caso -la española- y múltiples en el segundo -la gallega, la vasca, la catalana, la andaluza, etc-). Pero, seamos sinceros, ¿es necesario? Creo que si tenemos políticos serios no sería algo que habría que hacer sí o sí. Un ajuste a delegaciones cabales y responsables promovidas por políticos con dos dedos de frente puede hacerse en el marco actual. Pero claro, el problema es que tenemos lo que tenemos. Y no se puede ni se desea quitar competencias, aunque el Estado las necesite en exclusiva por el bien de todos sus ciudadanos, deberían devolverse voluntariamente. Y modificar la Constitución para que España sea federal (que no confederal, que detenta una asimetría que al final crea rivalidades) es quitarle también potestades a las autonomías. Es decir, que con las leyes actuales se les quitan o se modifica la Carta Magna para quitárselas. Por tanto, desde este punto de vista, la federación es un engaño: te quitan el caramelo a la vez que te acarician la cabeza para que no te enfades. Debe haber un consenso y una disposición para hacer las cosas voluntariamente.
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Publicado originalmente el 22-04-2010
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