jueves, 17 de diciembre de 2015

Diario de Viaje: Inmaculada Concepción de Loja (Abril de 2015)

En bus salimos de Cuenca rumbo a Loja en una nueva provincia. Cinco horas con un poco de susto, pues había muchas curvas y no se podía decir que el autobús fuese lento. Era un peligro continuo y no te permitía dormir. Y menos caminar por el pasillo. Sin embargo, las lomas y pequeñas montañas que atravesábamos eran un paisaje espectacular. Todo verde esmeralda, signo de humedad. Bosquecillos, parderas, campos de cultivo, casitas aquí y allá, todo reconfortante, espectacular. Y las vacas pacían desde posiciones imposibles. Creo que fue una de las mejores partes del viaje.

La llegada a Loja nos sorprendió con lluvia y esta nos acompañó casi en todo momento. Con suerte pronto llegamos al hotel, uno de los mejores de la zona. Era el momento de recibir mimos y descansar a cuerpo de rey. Loja está enclavada como en dos serranías y está salpicada de molinos de viento, muy interesante. Sin embargo, la ciudad no tenía la potencia que imaginábamos. Había unas cuantas calles con la acera bajo un techado por los salientes de los edificios y una calle, la Lourdes, con todo colores múltiples. Lo más pintoresco de la ciudad. Pero todo estaba atestado y las calles eran muy estrechas. Difícil para caminar entre tanta gente. El río Malacatos estaba encauzado artificialmente y el paseo estaba desprovisto de vegetación, incluso de barandillas. No como el Zamora que tenía riberas verdes. En la confluencia de ambos ríos está la Puerta de la Ciudad, con un buen encanto. Es más, cuando la vimos por primera vez había un imponente arcoíris que la engalanaba.

En la plaza de San Sebastián está la alta torre del reloj, con alegorías al proceso de independencia y a los hitos de la ciudad. Pero nuestro interés estaba en los parques. El de Jipiro contiene numerosos homenajes a las culturas del mundo. No es muy grande, pero tiene juegos y un ajedrez gigante. Ahí, el río Zamora se une con el río Jipiro y hay muchos cursos de agua y albercas que se pueden navegar. Casas al estilo ruso y del centro de europa convivían con pirámides aztecas y palacetes chinos y residencias árabes. Todo en miniatura, claro. El parque Pucará era otra misión nuestra, pero fue un chasco, solo algo de césped, piscinas secas, canchas polideportivas. Todo muy encerrado. Subimos hasta lo alto , hacia un bosquecillo que parecía alargarse pero al final con la lluvia y las horas contadas decidimos volver.

El hotel tenía hasta hidromasaje y un desayuno libre con todo lo que se podía imaginar. No era cuestión de despreciar esto, así que aprovechamos al máximo. Incluso había salas de té para relajarse y clases de yoga.

La vuelta fue bastante arriesgada, puesto que el aeropuerto está a más de 20 km. El taxi fue a una velocidad endiablada, incluso se atrevía a tomar el rebufo de los autos a menos de 10 cm de estos. Fue bastante intenso, pero al final llegamos a destino.

Diario de Viaje: Peñafiel (Febrero de 2023)

 Pues casi sin reponernos del viaje navideño a Portugal tocó otro gran viaje. Mi mujer tuvo que ir a un curso a Santander y yo hacía décadas...