miércoles, 26 de febrero de 2014

Cataluña, no nos dejes

Bueno, no se va. La tectónica de placas dice que ni va a convertirse en una isla ni va a surgir una cordillera infranqueable. Me refiero a los ciudadanos que habitan allí, a los catalanes. Pero bueno, la metonimia es que es irresistible. Parece que la idea sacralizada de los Països Catalans no va a cuajar, por lo que la huida hacia adelante se da con lo que hoy es la comunidad autónoma catalana.

Está muy bien eso de recordar la historia, aprender de ella y conocer cómo hemos llegado hasta donde hemos llegado. Pero la historia no ha de condicionarte cómo has de vivir. No valen excusas como la Guerra de Sucesión o los brotes carlistas y poco a poco va quedando en el pasado el tema de la represión franquista. Si hay que ser juzgado y resarcido es una cosa, reclamar derechos o agravios históricos es otra muy diferente, rayana en el mesianismo más místico.

Hace poco estuve en Barcelona y las conversaciones son más distendidas que otra cosa. Como siempre, solo los más puristas (nada que decir a las familias acomodadas de tradición catalana, alarmante cómo en los últimos tiempos los hijos de inmigrantes toman la estelada con más fuerza que los propios catalanes de familias asentadas tiempo ha en el lugar) y la clase política es la que ve problemas. Todo siempre muy mal, crispación y destrucción.

Pues no, la vida siempre te da el dato de que todo puede ser más sencillo. Que se diga claro que es un intento de conseguir un concierto económico, como lo tienen el País Vasco y Navarra. Que digan que quieren tener su propia Hacienda y gestionarse ellos mismos. Porque esa es la mayor parte de la verdad. Quien tiene poder quiere más poder. Y las soflamas logran ocultar el cierre de hospitales y los aumentos de peajes. Gastar de cara a la galería queda bien en unos pocos, pero la mayoría no vivimos de eso.

El asunto es que de tanto repetir que el resto del Estado (las otras naciones diferentes a la catalana) roba a manos llenas a esta autonomía se convierte en un lema de batalla. Repartir beneficios, en una sociedad que se dice justa y que quiere rebajar diferencias y erradicar la pobreza, ha de ser obligado y visto con buenos ojos. Pero no siempre esto es verdad, pues la deuda catalana es hoy en día enorme y los cuasi-rescates se han dado en más de una ocasión. Y como siempre la cosa va de dinero hay que pensar en que España perdería a un motor económico bastante poderoso, así como centros tecnológicos punteros, industria y comercio naval. Mal para España. Pero lo mismo para Cataluña en cuanto hablamos de dinero, puesto que las intenciones de conservar el euro y seguir dentro de la Unión Europea se han convertido en opciones no válidas y las autoridades europeas no han cejado de repetirlo una y otra vez: hay que empezar desde cero y fuera hace mucho frío.

Tampoco ayuda los casos de corrupción de los partidos políticos, junto con el escándalo de CiU. Nada de mesías honrados y pensadores. Aquí barre cada uno como quiere. Puede que Mas sea el Presidente con aires de Mandela o puede que busque consenso y constituya un régimen parlamentario con Pujol como figura presidencial de fuerza simbólica enorme. O quizás se la jueguen en una nueva Mancomunidad y acepten a Juan Carlos I, o por rizar el rizo llamen a un Windsor para hacer tenaza a su antiguo país. Quién sabe. El tema es que tampoco pueden meter las narices en lo que no consideran su Estado a la vez que reniegan de él, o que desplanten a sus organismos. Todo ha de tener respeto y acatamiento, ya sea al ineficiente Gobierno central como al partidista Tribunal Constitucional. No vale eso de no acatar lo que no gusta, porque si una vez rompes el juego democrático ya nada impide que lo vuelvas a hacer.

La Constitución tiene herramientas para evitar que las autonomías jueguen en contra del interés general. Tampoco leo que el artículo 155 suprima la autonomía, puesto que solo se indica que se le puede obligar a encauzar la senda. Quizás temen a su propia inacción o a si la respuesta internacional no va a ser muy favorable. Todo por votos, nada de interés nacional. Ni piensan en la mayoría que votaría que no a la independencia (según recientes sondeos hechos en Cataluña). Prefieren que se haga demagogia con las ideas personales de cada uno, con el uso del catalán o del castellano, a la actitud o apego a las tradiciones...

Pero pongamos por caso de que se reforma la Carta Magna para que haya luz verde. No entiendo por qué algo que afecta a toda España ha de decidirse solo en Cataluña. La idea de pedir la transferencia de la prerrogativa estatal de convocar referenda estuvo bastante bien y muy pensada pero no les podrá salir bien. Pero repito, si en el caso de que se pudiese votar es cierto que los catalanes tienen cosas de peso que decir, pero el resto del Estado también ha de opinar, puesto que pueden tener intereses directa o indirectamente. Cataluña vende mucho de lo que produce al resto de España, así como España consume bastante de lo que proviene de Cataluña. Digamos que lo que se diga en Cataluña debería contar con algo de más peso que lo que diga el resto del Reino (¿un 60%-40%, por ejemplo?), pero la cosa es que si nos afecta a todos, todos hemos de opinar.

Ya dije que podría ser el día en que todas las regiones llegasen al mismo nivel y decidiesen dejar el proyecto común, que antes sería egoísmo pacato. También dije que la tendencia es integrarse cada vez más en Europa, crear un nuevo Estado de grandes dimensiones que pueda competir contra Estados Unidos, India, China y Rusia y que el papel de los antiguos Estados sea testimonial con las políticas europeas más centradas en regiones concretas. Pero lo que ando seguro es que antes de que ocurra eso solo trabajando juntos y bajo el mismo marco de derechos y obligaciones podemos seguir adelante. La crisis no se va con fragmentación, se agrava. Y no quiero que muchos españoles se sientan desamparados solo porque algunos políticos quieran beneficiar a su entorno y a los más fieles. Yo voto por un Estado de Derecho que luche por mantener un sistema de Bienestar. Y eso lo hacemos entre todos, sin excepción.

lunes, 17 de febrero de 2014

Diario de Viaje: Angers (Noviembre de 2013)

Tenía ganas de visitar esta ciudad. Durante mi estancia en Francia he tendido más a visitar Bretaña, pero tenía ganas de ver cómo era el interior. Además, la región de los Países del Loira tienen multitud de bellos paisajes y mucha arquitectura. Además, Angers fue lugar fronterizo entre el territorio de realengo y el ducado bretón, por lo que debía haber una mezcla interesante. Y otra cosa más, he crecido usando una bandeja de metal donde estaba estampada la imagen del castillo de la ciudad y siempre me motivó la idea de conocerlo en persona. Pues momento ideal.

Bueno, un día lluvioso y algo complicado para orientarse, pero la ciudad tiene muy buena pinta y al poco pude llegar al castillo. De verdad, sus jardines, en lo que era el foso, están muy bien cuidados y dan un aire de naturaleza y verdor, junto a las figuras geométricas que les gustan tanto a los franceses. El castillo es bastante enorme, de gran altura e imponente. Sobre todo destaca el intercalado de sillares amarillos y negros que le dan un decorado que no tiene ningún castillo defensivo. Una maravilla que puede ser contemplada horas sin problemas. Para evitar la lluvia nada mejor que entrar en este castillo medieval e ir a su restaurante que tiene implantado el modo de 'sírvase usted mismo' para que elijas lo que te parece más apetitoso (una vez que pagaste por una combinación prefijada). Y, ¡albricias! Un sol magnífico, aunque un viento enorme y más cuando por el pretil te asomabas al río. Dentro no tiene muchas cosas, un par de construcciones y una iglesia sosa, junto a mucha historia sobre la Casa de Anjou y sus relaciones con la Casa de Aragón.

Nada mejor que hacer la ronda y ver el huerto y observar la ciudad y las torretas de la catedral. Y una vez hecho eso, recomendación total: la visita al tapiz del Apocalipsis. Es una sala en penumbra donde está colgado un tapiz (o colección de ellos) y representa punto por punto los capítulos de Apocalipsis. Impresionante el detalle y la imaginación de la gente de aquella época para transmitir mensajes de manera directa. Tras eso, una visita al museo para ver las excavaciones de lo que fue un santuario/fortaleza neolítica.

Caminar por fuera del castillo también está fabuloso, así puedes ver en toda su magnitud las coloridas murallas y torres. Y subiendo escalones desde la ribera está la catedral de San Mauricio, que recibía con algunos cánticos. Rosetones enormes y un púlpito en madera impresionante, como que representaba una ciudad engalanada y otra abandonada, pero con gran cantidad de detalles. Y recomiendo además una rápida visita al centro para ver la casa de madera de Adán tras la catedral (más el intento de meterse en un lugar de reuniones catedralicio) con sus figuras de índole sexual. La ciudad muy tranquila y con edificios claros y blanquecinos y amplas plazas para poder observarlos. Llegué hasta la Torre de San Albino y recorrí parquecitos hasta la estación de trenes, esquivando a los tranvías, por supuesto. Tranquila y bella ciudad.

sábado, 15 de febrero de 2014

Anécdotas de Alfonso XII: los ángeles

Bueno, comento la segunda anécdota que refiere Luis Carandell en su libro. Esta versa sobre el complicado y arduo proceso que se llevó a cabo para ver si las Cortes aceptaban las súplicas reales para permitir el enlace real entre el Monarca y su prima hermana, María de las Mercedes.

Hay multitud de posibles protagonistas, sonando mucho Elduayen, pero el autor le adjudica las frases al diputado Claudio Moyano. La historia era que la novia del Rey era hija de Antonio de Orléans, el Duque de Montpensier. Este había urdido tramas para derrocar a su cuñada, la reina Isabel II y muchos isabelinos se la tenían jurada. Además, en sus intentos por llegar a ser rey se cuentan duelos con muertes y conspiraciones para llegar al poder: la más sonada fue el movimiento para atentar, y después asesinar, al presidente del consejo, don Juan Prim, a la sazón héroe militar del conflicto africano, principal impulsor del Sexenio Revolucionario y baluarte del inminente nuevo monarca, Amadeo I de Saboya.

Por todo esto muchos diputados no querían ni en pintura a Montpensier cerca del Trono, puesto que podía influir en Alfonso XII (recordemos que de joven lo admiraba y llegó a ser incluso valedor de su causa durante el exilio a cambio de ser Regente si llegaba Alfonso al Trono siendo aún menor de edad) y muchos temían que si no volvía intentar tomar el Trono se apaciguaría dejando a sus descendientes en dicho lugar.

Había muchas reticencias entonces, apasionados discursos y aunque la apasionada proclama del Rey ablandó a muchos, otros seguían en contra de la idea. Sin embargo, don Claudio, que también en un principio estuvo en contra del enlace matrimonial recapacitó y ayudó a ver a muchos otra perspectiva del asunto. O sea, que los hijos no han de ser culpables de los pecados de los padres y la chavala parecía que de por sí estaba inmaculada. La mítica frase pronunciada que desencadenaría el enlace y a la tragedia romántica por la que se llegó a conocer incluso hasta hoy a ambos personajes históricos fue esta:

—La Princesa es un ángel y los ángeles no se discuten.

martes, 11 de febrero de 2014

Anécdotas de Alfonso XII: los ascensos

Luis Carandell, en su interesante libro titulado 'Las anécdotas de la política' (1999, Geoplaneta) tiene reflejadas varias anécdotas en las que Alfonso XII aparece reflejado. Con cuentagotas iré reflejando estas historias de este personaje histórico al que, como todo el mundo sabe, admiro profundamente.

Es de sobra conocido que Alfonso XII y Cánovas tuvieron en mente llevar a cabo políticas de reconciliación durante la Restauración, en un intento de alejar enfrentamientos fraternos y aglutinar en el nuevo régimen a gente de valía, pero de opiniones muy diferentes.

Esta anécdota trata del general Moriones, ferviente republicano. Buen militar y muy comprometido con sus ideales, tanto que participó activamente en la revolución que llevó al exilio a los Borbones. Sí, la conocida como 'La Gloriosa' en el último tercio del siglo XIX. Años después y con Borbones de nuevo en la Jefatura del Estado hubo una audiencia entre este general y el Rey. Moriones, para dejar las cosas claras dijo en esta reunión:
—Señor, yo no puedo ocultar a Vuestra Majestad que hice toda mi carrera en la revolución.

Alfonso XII había estudiado (y sido avisado, por supuesto) la carrera de este general y en un intento para calmar ánimos y decirle que lo quería como General y no cómo había llegado a obtener la graduación le soltó:
—¿Qué era usted en 1868?

Con esto quería ver la reacción del militar, quien respondió rápidamente:
—Capitán, señor.

De esta manera le sentenció Alfonso XII que no importaba su pasado, que no había hecho algo que no pudiese promover su encaje en la Restauración. La réplica fue la siguiente:
—Pues, poca carrera  ha hecho usted, sobre todo comparándola con la mía. Yo en 1868 era soldado raso y ahora me encuentro de Capitán General.

domingo, 9 de febrero de 2014

¿Y si en verdad no falla la Constitución de 1978?

Pues sí, treinta y cinco años que ha cumplido la Constitución. No es que sea mucho para una constitución de algún país que siempre usamos de referente, pero para España es una cantidad de años nada desdeñable. Sí, aún le quedan unos cuantos más para superar a la de 1876 (la cual estuvo vigente hasta su anulación en 1923 tras el golpe de Primo de Rivera). La nuestra, la de 1978, fue el primer texto de índole jurídica, al contrario que las anteriores. Y lo más importante de todo, a pesar de algunos descalabros, desavenencias y las presiones militares, contó con un amplio consenso por parte de los partidos políticos que configuraron dicha Legislatura Constituyente.

Las constituciones han de hacerse con miras al futuro. Sí, su misión principal es conseguir convivencia en el momento presente, pero tienen que poseer cierta flexibilidad y miras a momentos posteriores para que sirvan y sean eficaces. No hay niñería (o incomprensión sobre los procesos democráticos) más grande que quejarse de una Carta Magna a la cual no se votó. Pobres los estadounidenses, que no hay a día de hoy ninguno vivo que hubiese visto cómo la promulgaban. O los franceses, por ejemplo. Por esa regla de tres habrá que decir que carecen de validez los Derechos Humanos, o todas las leyes que tenemos, o incluso los respectivos Estatutos de autonomía, puesto que cada día un número no muy pequeño de habitantes cumple 18 años y entra en el juego de ser ciudadano, con un bagaje de leyes que no le fueron consultadas. Incluso si ya hemos votado habrá que volver a hacerlo cada año, o cada medio año, para que los que recién llegan a la mayoría de edad no se queden marginados.

El punto clave de una constitución es que tiene que servir igual de bien para el paso de los años y que en ella misma se contengan elementos que promuevan su revisión y plausible modificación, total o parcial. Si esto queda recogido, no veo ningún inconveniente en el tema sobre que todos los que hemos cumplido 18 años a partir de 1979 no hayamos votado en el referéndum. Ya está promulgado el ámbito de convivencia y hay que aceptarlo, pero si se ven fallas solo hace falta promover los mecanismos de su reforma. Con esto se anula la falacia de manera fácil. Nada es impuesto si en última instancia esa imposición puede tocarse, eliminarse o alternarse con otra de manera tan sencillamente expresada.

Es cierto que nuestra constitución queda vieja en ciertos aspectos y que muchos logros en su época se están volviendo defectos a día de hoy. Lo mejor entonces es debatir qué ha de hacerse, cómo y en qué plazo. Quizás es hora de que incluya los mecanismos para dejar de participar en esta empresa en común, o indicar que solo pueden ser autonomías Euskadi, Cataluña y Galicia, o que se centraliza todo de nuevo (como las encuestas dicen según la expresión de la ciudadanía), excepto las administraciones insulares y las ciudades en África, o que el reparto de competencias es para todos igual y ciertos mecanismos nunca podrán ser delegados. Incluso puede indicar que España solo es un Estado, una realidad jurídico-administrativa y que está compuesta por tal número de Naciones con ámbito histórico-cultural. La cosa es volver a proponer ideas, debatirlas y sacarlas adelante.

Puede que los partidos políticos hagan amagos y al final todo queda igual, pero si hay una opción fuerte y decidida al final calará y se llevará a cabo, pero lo importante es que sea con idea de perdurar, que haya consenso.

Es verdad que hay muchos artículos hoy en día que son más una declaración de intenciones que proyectos a realizar. En eso no falla la Constitución, sino más bien su aplicación. O también puede decir cosas de manera muy tajante, pero no es tomada en serio. Ahí está el quid de la cuestión. En realidad solo es un texto, con más o menos artículos, pero algo escrito por gente hace tiempo. Realmente tiene el mismo valor que las instrucciones de lavado de las prendas de ropa. Las podemos seguir al pie de la letra o ignorarlas completamente. No es una fuerza tangible ni una ley física que no se puede alterar. Lo único que nos impide hacer eso somos nosotros mismos, la inercia de acatarlo y considerarla como la norma suprema en la que todo se articula. Hay una especie de sacralización, pero desde un punto de vista laico. Se usan términos y conceptos que pueden parecer religiosos si lo pensamos bien. La soberanía popular (¿qué es? ¿Dónde está en mi cuerpo? ¿Puedo hacer uso de ella cuando me venga en gana? ¿Por qué solo vale en esos modernos templos llamados urnas electorales? ¿Cuál es la definición exacta de pueblo?) en cierto momento y por ciertos mecanismos decide que necesita una organización para el pueblo y para sus representantes, quedando todo plasmado en un texto que es venerado por los demócratas. No se impide que mañana podamos ignorarla o hacer otra saltándonos a la torera lo que dice de cómo alterarse. Pero nos vinculamos a ella, le hacemos casos como un recetario cuando queremos que un postre nos salga bien.

Ese poder simbólico, esa carga, esos retazos mágicos (aunque se difiera de un texto realmente religioso en la idea de que admite que puede alterarse su contenido, pero ojo, como ella misma lo prescribe) ayuda al ser humano a encontrar un referente, una idea a seguir, un modelo y una meta. Lo vital es que haya voluntad, y mayoritaria, para hacerle caso. Si no se le hace caso es cuando empieza a fallar, por muy clara y magistralmente que haya sido escrita.

Por eso, ¿qué impide que si la cambiamos por otra Constitución esta sí va a servir? No hay nada que indique que todos los ciudadanos esta vez sí la acatarán, que no habrá más desahucios, o políticos corruptos. Es añadir más magia al asunto eso de que otro nuevo texto hará que las cosas mejoren. El problema no es que se reforme poco o mucho la Constitución, el problema es que deje de acatarse lo que dice. Si esta se decide espontáneamente que no vale puede pasar lo mismo con la otra en un lapso u otro de tiempo. ¿Seguimos con el ciclo? Lo que sugiero, o lo que pienso hacer, es promover su reforma para que ayude a la sociedad actual y a la futura, y acatarla, tanto yo mismo como los demás. No me valen los cantos de sirena esos que dicen que a la siguiente todos empezarán a hacer las cosas que ya en esta deberían hacer. Con esta me basta, solo hace falta que empecemos a darle la importancia y respeto que se merece.

sábado, 8 de febrero de 2014

Diario de Viaje: Clisson (Octubre de 2013)

Momento a finales de mes cuando el tiempo está cambiando, pero no quita para seguir visitando partes del departamento de Loira-Atlántico. Y eso que la mañana se presentó lluviosa, pero íbamos todos los conocidos, al más estilo delegación ONU. Además, a la tarde había programada una visita a unos viñedos, por lo que era una oportunidad que no se podía dejar escapar.

Tras los miedos y dudas con la fría mañana y la lluvia incesante llegamos al pueblecito de Clisson, cerca de la frontera de Vandée (o Vandea, en español), por lo que esta ciudad fue testigo de las cruentas guerras civiles que destruyeron la región tras la Revolución Francesa. Un ruinoso castillo nos dio la bienvenida, mudo testigo de mejores épocas, de cuando los Duques de Bretaña paraban por estas marcas para relajarse o revivir sus infancias. El barrio antiguo no era muy grande y estaba salpicado de nuevas construcciones, por lo que el aire medieval estaba muy difuminado, excepto por la plaza del pueblo, con un techo de madera de épocas pasadas, algo de lo poco que sobrevivió intacto a la guerra civil. Increíblemente, había un mercadillo e hicimos buena cuenta probando pizzas y panes, además de comprar el famoso muscadet.

Lo bueno de este pueblo, aparte de gran tranquilidad, fue la aparición de numerosas construcciones totalmente inspiradas en la Italia renacentista, y sus buenas vistas al estar cierta parte del pueblo en un terraplén. Muchos ricachones y pintores intentaron recrear lo que vieron en sus viajes, por lo que crearon casas, iglesias y templos para inspirarse en sus paseos, composiciones musicales, poéticas o pictóricas. Y vaya si lo consiguieron. Hay incluso un templo romano en lo alto de un promontorio. Tras visitar la iglesia y sus toscanas pinturas fuimos hasta el río Sèvre (rodeado de césped y árboles) y cruzamos los puentes para ver el pueblo desde otro lado y hacer tiempo hasta la hora de almorzar galettes y crêpes. La gente se maravillaba de ver a tantos turistas y preguntaban de dónde éramos.

Tras la comida nos fuimos hacia un parque enorme, la Garenne Lemot, lleno de estatuas y templetes de inspiración romana y griega. Incluso había grutas y alamedas enormes que te llevaban a cualquier lugar. Buenas vistas del pueblo, por cierto. Y bonito palacete, además. Todo esto para ir corriendo al viñedo y que nos explicase que por el poco sol y el exceso de agua las uvas no pueden oscurecerse y cómo llevaban a cabo el proceso para conseguir el muscadet. Incluso probamos varios tipos en proceso de fermentación. Tras eso nos llevó a la bodega donde estuvimos probando clases diferentes de caldos y hablando con la gente que no conocíamos para estrechar vínculos. Siempre es bueno conocer gente de todos los rincones del planeta. Tras eso, y un poco beodos, nos tocó el corto trayecto de regreso a Nantes, con comentarios jocosos sobre quien conducía. Risas, siempre.

Diario de Viaje: Peñafiel (Febrero de 2023)

 Pues casi sin reponernos del viaje navideño a Portugal tocó otro gran viaje. Mi mujer tuvo que ir a un curso a Santander y yo hacía décadas...