domingo, 2 de diciembre de 2018

Diario de Viaje: Playa Blanca en Isla de Barú (Diciembre de 2016)

Pasar de un año a otro siempre es buena excusa para irse a descubrir lugares. Y ya era hora de visitar la vecina Colombia. Bueno, ya habíamos visitado la frontera pero ahora tocaba descansar y disfrutar del Caribe. Y qué mejor que te organicen el viaje hasta allí aunque sea con una empresa que a las 8 de la mañana tienen ganas de invitarte a una cerveza para desayunar y bailar salsa subido a un autobús en marcha. La gente anda loca, en serio.

Playa Blanca está lejos de la industria que rodea ciertos lugares de la carretera que es paralela a la costa. Te deja el autobús en un lugar justo antes de cruzar un puente donde puedes comprar comida, recuerdos o usar el baño antes de adentrarte en la playa. Tras pasar una zona de mucha vegetación llegas a lo que realmente es una playa de arena blanca. Bueno, un amarillo muy pálido, pero da la impresión de que es blanca. Y el mar azul con tintes verdes es una maravilla. Es increíble que queden aún estos lugares.

Lo malo es el turismo masivo y el negocio que orbita a su alrededor. Casi no había lugar para tender la toalla, ya que era una sucesión de sombrillas y tumbonas que se alquilaban a precios desorbitados. Los chiringuitos casi llegaban al agua. Los vendedores ambulantes te atosigaban cuando dabas dos o tres pasos. No se podía disfrutar del día despejado. Y si querías meterte en el agua tenías que tener mucho cuidado con las motos acuáticas, que pasaban casi al lado de la costa. Un peligro enorme.

Tras el almuerzo de pescado y frutas tropicales nos mudamos a un lugar mucho más alejado donde la playa se ensanchaba. Al menos, al pie de una roca gitante, pudimos descansar un rato hasta que tocó la hora de volver a la civilización.

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