viernes, 29 de abril de 2022

Diario de Viaje: Villa del Prado (Marzo de 2021)

 Es un lugar espectacular de Madrid, yendo hacia donde está el safari. Si sigues de largo llegas a un pequeño pueblo que te puede pasar desapercibido, pero merece mucho la pena. Ya su arquitectura se parece más a la toledana y la vegetación ha cambiado, es más árida y con matorrales más adaptados al calor, pero si te acercas al parque forestal de El Gurugú pues la sombra de los pinos te aplaca mucho. Y, excelentemente, hay tratamiento contra las procesionarias, esto es de mucho agradecer.

Puedes seguir caminando, un sendero arenoso que está encajonado entre vallas hasta que atraviesas un paso canadiense y empieza a haber más vegetación. Creo recordar que encinares. Lo que te impresiona tras pasar un alt puesto de observación es que el silencio domina todo. Solo sonidos de la naturaleza y se genera un ambiente que te hace querer caminar más.

Llegamos hasta una bifurcación de caminos, donde se podía ascender hasta las cumbres de los montes cercanos, donde en algunos podías distinguir lo que creo que eran chozos. Y si sigues encuentras nuevos caminos, quizás más transitados, pero todo silencioso. Creo que se podría llegar de un pueblo hasta otro usando esta red de senderos. En cierto momento vimos un pequeño ciervo y en un rato de descanso la perra se puso como loca, supongo que olisqueó otro ciervo cercano, que había venido a visitarnos al no hacer tanto ruido. Me encantó esta atmósfera, esos pinares hacia el norte.

En una de las vueltas llegamos a parar en una formación rocosa que divisaba todo el paisaje hacia el sur, teniendo al pueblo como protagonista principal del panorama. Todo tranquilidad y naturaleza. Es que vivir siempre en grandes ciudades con muchos bloques te hace añorar el poder escaparte.

En el pueblo llegamos por la ermita del Cristo de la Sangre, con multitud de cruces de piedra marcando el camino. Quizás tuvo su sentido en el pasado, con la ermita lejos del núcleo urbano, pero hoy la periferia del pueblo ha llegado hasta ese lugar y más allá. Y comer, se come de maravilla. 

Mires donde mires encuentras lugares para seguir caminando, es como una antigua encrucijada que no para de atraer a caminantes como nosotros.

sábado, 23 de abril de 2022

Diario de Viaje: Cenicientos (Marzo de 2021)

 Con buen tiempo fuimos a la parte más occidental de la Comunidad de Madrid. En aquellos días había restricción perimetral, no se podía ir de una comunidad autónoma a otra por temas de la pandemia. Así que decidimos ir a este pueblo a caminar por sus alrededores.

Poco vimos del pueblo, casas bajas si ninguna característica especial, me sorprendió la cantidad de contenedores de basura dedicados a ceniza, lo que da a entender el rigor del invierno por aquella zona. Pronto salimos del pueblo por un camino barroso compartido por una escorrentía hasta llegar a la senda amplia que sube a la peña de Cenicientos.

El primer tramo fue tranquilo, todo amplio y con posibilidad de evitar las posibles procesionarias que pudiesen surgir de los pinos que nos rodeaban. Vivificadora la caminata ante tantas restricciones en ese momento. Ya más arriba nos azotó una triste realidad: los restos desoladores de un incendio. Casi todo pelado y ennegrecido, muchos árboles cortados y apilados. Te da mucha rabia e impotencia porque para revertir la situación han de pasar décadas y el fuego lo elimina en cuestión de horas. Qué fea sensación.

Tuvimos que parar un momento en la última subida al mirador (creo que había una casilla de vigilancia incluso). Esta parte aún contaba con vegetación y había muchos chavales de excursión. Desde arriba ves de manera espectacular la cadena montañosa de la Sierra de Gredos y varios pueblos apiñados alrededor del Tiétar ya en la provincia de Ávila. Comimos bajo estas excelentes vistas y comenzamos el descenso por otra parte para evitar la marabunta de gente (la mascarilla se usaba cuando había aglomeraciones pero te dificultaba llevar la respiración en ascenso).

viernes, 22 de abril de 2022

Diario de Viaje: San Martín de la Vega (Marzo de 2021)

 Pues en principio queríamos visitar a un amigo del trabajo que vive aquí, aunque por distintos avatares nunca pudimos coincidir en el pueblo. El primer viaje nos llevó hasta el norme parque Tierno Galván, con multitud de lugares para merendar y varios juegos infantiles. Pero como yendo con perro la cosa es un poco más complicada decidimos hacer caminata remontando el río Jarama, con las colinas en la otra ribera y algunas casillas que parecen ser (o parecían ser) puestos de minería.

La verdad es que la caminata hasta los restos de un puente, creo que inacabado, fue bastante interesante y pudimos acercarnos a la orilla un par de veces. Incluso una vez paramos a almorzar tranquilamente y escuchamos el correr del río. Muy tranquilo todo.

En otra de nuestras visitas no llegamos al pueblo y por el lado donde está el parque Warner hay unos pinares gigantes. Creo que esto también es La Marañola. Pero bueno, sea como fuere caminamos con bastante calor pero con un silencio sepulcral bordeando varios pinares. En cierto momento había como un sembradío con cereal verde a bastante altura y la perra a penas podía asomar su hocico. Estuvo entretenido, la verdad.

domingo, 10 de abril de 2022

Desgranando el pensamiento de Blas Infante (II): Andalucía

 En la última entrega nos quedamos estudiando la parte más filosófica de Blas Infante, cómo veía la misión vital de perfección, cómo los límites de nuestra vida hacen que este camino se convierta en una lucha colectiva por conseguir ciertos ideales y cómo esa colectividad, si cada parte pone lo mejor de sí, genera un pueblo que busca lo mejor para la humanidad entera. Y como colectividad se pasó por el concepto e ideal de España, la cual debía recoger lo mejor de sus partes para que pudiese progresar de manera óptima.

En el Ideal Andaluz, Blas Infante termina la sección preguntándose si realmente existe Andalucía, pues ve de manera necesaria que se aporte su manera de ver el mundo, sus potencialidades, para liderar al resto de regiones españolas y así volver con fuerza en el concierto de las naciones, las cuales esperan ansiosas el retorno de España. En esta segunda sección de su gran obra de 1915, titulada precisamente Andalucía, Infante defiende con uñas y dientes la existencia de dicha región.

A principios del siglo XX se dudaba, a pesar de los renovadores impulsos federalistas de la no nata Constitución de Antequera de 1883, de si los andaluces tenían derecho de constituirse como pueblo, de regir sus destinos, de converger individualidades en una comunidad. Algunos medios decían que sí, pero por pena, como si fuese una dádiva: un pueblo débil y con muchas injerencias ajenas. O sea, se aspira a una Andalucía fuerte, industriosa, feliz, pero se constata una Andalucía debilitada, triste, sin pulso. Aunque estas afirmaciones piadosas encierran el dato incontestable que aunque mal, existe. Y si existe puede resurgir siempre que el pueblo no pierda el genio con el que fue forjado. Y Blas Infante atestigua que no está todo perdido, puesto que este genio andaluz y el pueblo que lo mantiene ha existido desde hace mucho tiempo.

¿Cuál es la particularidad del pueblo andaluz? Su mezcla, la aportación de otros pueblos que nutren su original energía vital. Las fuerzas dominadoras del solar andaluz no han podido absorber la idiosincrasia andaluza, sino más bien enriquecerla: el sustrato indígena continúa porque los conquistadores no pudieron sino querer unirse e, indirectamente, mejorar al pueblo conquistado. E Infante ve el germen allá en el esplendoroso Tartessos, reconvertido en la Bética por los aportes cartagineses y romanos. No fue destruido el mítico reino de Argantonio, sino que mutó a una nueva y renovada entidad que siguió dando ejemplo al mundo. Los visigodos reconocerán su personalidad a pesar de las divisiones artificiales que se le hayan podido hacer. Los musulmanes la convirtieron en su centro neurálgico. Y durante la Reconquista se aceptó su existencia y su unidad, hablando de los reinos de las Andalucías, aunque las conquistas se alargasen en el tiempo. Ni siquiera la "reciente" división provincial ha logrado desvirtuar el concepto de Andalucía. Esta pervivencia y demarcación no solo se achaca a sus accidentes orográficos (Sierra Morena y el valle del Guadalquivir), puesto que muchas veces el influjo andaluz llegaba al Levante, al sur extremeño o al Algarve portugués, sino la localización (expandida o replegada) de un pueblo con ganas de hacer valer el genio que los constituye.

Muy bien, el pueblo andaluz ha pervivido a lo largo de los siglos. ¿Pero cuál es el genio que lo caracteriza? A diferencia de postulados posteriores centrados en al-Ándalus, Blas Infante señala que el genio viene de antes, del influjo griego que legó un optimismo al pueblo tartéssico, el cual ha caracterizado a las gentes de Andalucía: la vida está para ser vivida, para lograr el Ideal Humano; no es un triste tránsito hacia la muerte. Una alegría de vivir que llega a reivindicarse en forma de dignidad incluso en los momentos de mayor sufrimiento y pesadumbre. Una psicología optimista en un entorno de gran belleza natural, he ahí el genio andaluz: ser exagerados en la generosidad, llevando a cabo la tarea con gran sencillez. Una exaltación fastuosa que, paradójicamente, otorga a todas las personas el mismo trato y dignidad.

Como ejemplos personificados del genio andaluz Infante relata el trato amable de Argantonio para con los comerciantes griegos. Estos, expulsados de sus tierras, son recibidos por el monarca como hermanos perdidos y los quiere incluir en la sociedad. Ante la negativa de estos, no se enfada el rey, sino que promueve fundar ciudades para que puedan asentarse. También cita a Gonzalo de Córdoba, mirando por el bien de sus soldados, no importándole que saqueen su propia casa si es en beneficio de sus hombres. También menciona a varios monarcas andalusíes, personas de gran sensibilidad y corazón.

Una consecuencia de la alegría de vivir es el sentido del humor andaluz, tachado a veces injustamente de superficialidad. "En Andalucía, una sonrisa es el mejor símbolo de la fe" afirma tajante Infante. Esto ayuda que ante las calamidades y problemas el andaluz contemple su situación a veces estoicamente, con seriedad e impávido y otras veces con ironía y cierto desdén, ya que al principio molesta el obstáculo hacia la Perfección pero se termina dando cuenta uno que no hay nada que le pueda impedir seguir tras ella.

No solo el humor es expresión del genio andaluz, sino sus formas artísticas: su cante, su poesía. Un análisis sesgado puede decir que es muestra de pensamientos funestos y negativos pero hay que atender bien a los detalles para detectar ese desprecio innato hacia la muerte. Exaltar lo lúgubre, darle esas notas características andaluzas son causa de la inspiración pero siempre se termina relativizando todo, incluso la propia muerte.

La exaltación de la alegría de vivir y de la dignidad propia y del prójimo hacen que el genio andaluz se caracterice por su amor, por su respeto a la vida y a los semejantes, elementos primordiales del humanismo y la democracia, nada menos. Como dato que lo confirma, en Andalucía nunca se implementó la idea de castas y el feudalismo tuvo muy escasa aceptación. Cuando en Europa el derecho divino era la doctrina principal, la Andalucía musulmana, con esa evocación griega que nunca se fue, propugnaba la igualdad política. Puede haber en Andalucía aristocracia fundada en sangre, pero la autóctona es la del talento: no es cosa novedosa que los latifundistas y los jornaleros lleguen a tratarse de tú a tú sin problemas. Han podido existir momentos regresivos y de pérdida de derechos avaladas en Andalucía, sí (como el apoyo a las Cortes de Cádiz y el posterior apoyo al absolutista Fernando VII), pero estos datos hay que verlos en el contexto histórico y en la vehemencia y espontaneidad del genio andaluz. Porque si bien esto ha pasado se puede ver que el apoyo fernandino nunca prosperó y sí el constitucional.

Andalucía no puede ser solar de pérdida de derechos, de desigualdades. Si bien los griegos fueron barridos por los cartagineses, la concepción de la vida como actividad creadora mediante el amor y no la fuerza quedaron plasmada en el Hércules heleno que ha llegado a nuestros días, el belicoso y sediento de sangre Melkart cartaginés no ha prosperado aunque en un momento concreto se le aceptara. Por eso se acepta la llegada de Roma (y no de Cartago), que lleva el testigo espiritual griego en su forma de ser. Por eso prosperó la Bética en libertad, en esplendor, porque a través de Roma Andalucía expresaba su amor por Grecia. Por eso Andalucía no tuvo con buenos ojos la invasión de los vándalos, los cuales llegó a atemperar en cierto grado. Y en el dominio visigodo Andalucía tuvo esplendor con los monarcas de talante más dialogante, destacando los apoyos de las causas justas y de la repercusión de sus pensadores, como San Isidoro. Y cuando el belicista rey Rodrigo se impuso al reformador Witiza, pronto los andaluces miraron al otro lado del Estrecho para buscar ayuda en los bereberes y sus caudillos árabes. Y pronto los árabes quedaron subyugados por el genio andaluz, tanto que cuando el fanatismo empieza a impregnar en las madrasas orientales, en Córdoba se reafirma la libertad en sus madrasas. Se retoma la ciencia clásica, la poesía, el deporte, la higiene, la oratoria y la filosofía. Y el movimiento cultural fue mantenido a la caída del Califaro en los reinos de taifas. Unos reinos de taifas que, ante el fanatismo almorávide y almohade no terminan de apoyar y unificar al Islam, facilitando así indirectamente el avance cristiano por la Península Ibérica.

Un amor por Grecia que se muda con los siglos a Granada y espera pacientemente al Renacimiento europeo y la reivindicación del saber griego. Sin embargo, el origen del fanatismo de la Inquisición empieza a ahogar el genio andaluz. La intolerancia ataca a las personas de mente abierta, independientemente de su religión. Conversiones forzosas, expulsiones masivas, autos de fe, quema de libros, empezaron a oscurecer los logros y avances andaluces. Tal y como pasó con Cartago, con los pueblos germánicos, los almorávides y los almohades, el genio andaluz se ve aplastado por la intransigencia.

Pero dicho genio no ha sido extinguido a pesar de tales avatares. Queda mudo, humillado, pero no muerto. Muchos pintores y poetas han dado señal a lo largo del tiempo del potencial que guardan los andaluces y políticamente queda patente el intento de proclamar en el siglo XVII al Duque de Medina Sidonia como Rey de Andalucía al calor de la independencia portuguesa. Dicho genio andaluz ha llegado malherido hasta la época de Blas Infante, aunque sus bases siguen bien intactas y bien presentes en las ocho provincias, generando lazos de unión espiritual y psicológica que definen al pueblo andaluz como un ente independiente y con marcada personalidad.

Y este espíritu andaluz queda patente y reconocido por todos los rincones de España. Si se piensa en Galica queda evocada la nostalgia melancólica; si se piensa en Castilla queda clara su gravedad severa; con Aragón el alma reconoce la lealtad sincera y el amor por la naturaleza; con Vizcaya, la férrea voluntad viril, y con Cataluña, una impaciencia rebelde. Y a la hora de pensar en Andalucía se evoca lo hermosa que es la vida, o sea, la alegría de vivir. Y las diferencias con las evocaciones castellanas son tantas que difícilmente pueden tener orígenes comunes. Andalucía no puede ser Castilla: no solo Sierra Morena corta la conexión, sino también el matiz psicológico y la fisonomía moral.

Andalucía, para existir, no necesita de lengua propia. Infante pone como ejemplo el de Aragón, que nadie discute su existencia ni historia y tiene como lengua inmensamente mayoritaria la castellana. Andalucía, para existir, no necesita crear un derecho ni tener leyes antiquísimas. La coyuntura político-jurídica del momento es igual para todas las regiones y todas tienen el mismo derecho de otorgarse un autogobierno en un país que no ha sabido (o no ha podido) generar un nuevo derecho duradero y aplicable en todos sus rincones.

Donde Andalucía se refleja mejor es en el arte, donde las particularidades del genio andaluz, a través del artista, se cuelan de vez en cuando, dando a pensar el potencial encerrado en un pueblo dormido, pero no muerto. Pintura, música, teatro, arquitectura, todas pueden tener el adjetivo andaluza. Algunos dirán que solo sale de Sevilla pero se puede ver que solo con esta ciudad falta algo de perfección. Sevilla es el centro espiritual de un ente mayor: Andalucía. Y es en el centro donde con más fuerza se puede detectar el renacer con renovada vitalidad.

"Andalucía existe: no es preciso crearla. Hemos encontrado su genio vivo, aunque debilitado", concluye Infante. Los que niegan este hecho piensan más en que no poder expresarse políticamente es no existir pero son dos cosas diferentes. Que no pueda desarrollar su fortaleza y por tanto no necesite gestionarse administrativamente no dictamina la inexistencia de ninguna región. ¿Cómo revertir esta situación de debilidad? Lo primero es la Vida, vivirla requiere de generar un derecho. Para ello se necesita una base que ya existe, el pueblo andaluz, solo hace falta que se le fortalezca y capacite. Pero antes de esto es preciso saber si las incapacidades son permanentes, sistémicamente presentes en el pueblo andaluz o si por el contrario son coyunturas históricas que pueden ser superadas para alcanzar el Ideal.

Así termina esta segunda sección de El ideal andaluz, con un fuerte alegato a la historia e idiosincrasia andaluzas. El estudio de las causas que lastran el desarrollo andaluz merecen un estudio detallado aparte.

sábado, 9 de abril de 2022

Diario de Viaje: Robledondo en Santa María de la Alameda (Marzo de 2021)

 Estos lugares que son fronterizos, lejos de las grandes urbes madrileñas tienen un atractivo muy potente. Además, si vas a ciertos lugares que están fuera de las guías turísticas puedes llevarte muy gratas sorpresas. Esto nos pasó yendo a Robledondo, esquivando El Escorial y viendo multitud de motoristas saludándose por el camino y recalando en el mirador de Ángel Nieto. La verdad es que las vistas son impresionantes: zona de montaña que dan lugar a valles y bosquecillos por aquí y por allá.

Un poco más arriba está la pequeña aldea de Robledondo, con casas de piedra y resistentes a los fríos inviernos, supongo. ¿Huertos, ganadería? Ni idea la principal fuente de ingresos pero con esos campos todo puede ser. Pues bien, caminamos rápido fuera del pueblo y empezamos a subir donde imperaba esa vegetación rala de las cumbres que a veces resultan nevadas. Buen lugar aunque mal tiempo, pues nos cayó un granizo muy fino que te dolía si te daba en la cara. 

Después, esquivando algo de barro comenzamos a bajar para sortear el arroyo del Hornillo y empezar el ascenso hacia unas buenas vistas. Lugar impresionante con varias marcas de rutas que apuntaban, seguramente, hacia El Escorial. Pero preferimos volver a bajar y atravesar un pinar bastante espeso. Queríamos acercarnos hacia la cascada del Hornillo, un sitio impresionante donde en roca viva el agua del arroyo cae con mucha fuerza.

El problema vino ahora, pues intentar volver hacia Robledondo desde allí no era sencillo. Había senderos que se cortaban rápido y otros que te llevaban a ninguna parte. Y para empeorar las cosas se puso a llover. Nada de resguardo, las fuerzas flaqueaban. Los caminos te llevaban hacia vallados y tenías que idear cómo sortearlos. Todo quedaba lejos y el mal humor crecía por momentos. Pringados nos quedamos y manchamos todos los asientos. A mitad de camino y con la calefacción a tope compramos algo de comer en una gasolinera. ¡Uf, qué sufrimiento!

Diario de Viaje: Peñafiel (Febrero de 2023)

 Pues casi sin reponernos del viaje navideño a Portugal tocó otro gran viaje. Mi mujer tuvo que ir a un curso a Santander y yo hacía décadas...