viernes, 18 de enero de 2013

Instinto de supervivencia (4/4)


Ojalá fuese así, aunque temía que todo fuesen vanos sueños. Había pocas especies que aún no habían aniquilado. Quizás demasiadas no podrán resistir estos cambios y se extinguirán. Pero otras especies seguro que son fuertes y atrevidas y se abrirán paso. Florecerán y se esparcirán por el mundo, aumentando su población y adaptándose al entorno. Sufriendo reveses y avances para resistir nuevos envites de la naturaleza. Su suerte podría terminar en que una, al paso de miles o quizás millones de años, llegue a alcanzar la inteligencia. Ya pasó una vez, ¿por qué no otra? ¿Por qué no miles de veces más? En el caso en que fuese remotamente posible era cuestión de tiempo que creasen tecnología y una civilización próspera que se preguntase por su pasado e investigasen los restos fósiles. Para ese día seguro que sus huesos se habrían convertido en polvo y el desastre que habían hecho fuese totalmente eliminado. Quizás algunos restos óseos les llevase a crear teorías y si daban con los restos de alguna ciudad podrían llegar a la conclusión de que no han de repetir nuestros errores y avanzar por una senda diferente, una senda de paz y armonía con la naturaleza. Y que la fraternidad entre congéneres fuese la norma a seguir. Por favor, Dios, o dioses, que no repitan nuestro estrepitoso fracaso. Que la destrucción no sea connatural a la inteligencia. Observadores del futuro, ¡aprended!

Con estos pensamientos se durmió Harzak. Estas reflexiones calmaban su espíritu mientras su cuerpo protegía la planta de las inclemencias del tiempo. Su rictus se relajó. Estaba en paz consigo mismo. Ya no le quedaba por hacer nada en este mundo y se dejó ir. Fue así cómo murió el último dragón en la Tierra, mientras depositaba una esperanza en la próxima especie inteligente, esperanza de supervivencia de esta encarnada en el frágil y verdoso tallo de una flor.

AGOSTO DE 2008

jueves, 17 de enero de 2013

Instinto de supervivencia (3/4)


El asteroide hizo daño. De eso no cupo duda. Extensiones inmensas arrasadas, especies aniquiladas, bosques calcinados, tierra en la atmósfera tapando el sol. Pero podían haberse recuperado del duro golpe. Lo sabía. Tenían tecnología para ello. La razón de la debacle fue que previamente la civilización se había ocupado de desertizar y destruir su ecosistema. Demasiada fe en la tecnología quizás. O un pueril sentimiento de que podrían resolver todo cuando acaeciese. O que nunca llegaría. Pero los hechos desmintieron a todos y cada uno de los postulados de supremacía.

Harzak se revolvió hasta conseguir una postura cómoda, dentro de sus precarios parámetros. Se movió entre oleadas de dolor hasta saber qué parte de su cuerpo estaba relativamente intacta. Cuando lo supo, entre gemidos de dolor y alguna que otra maldición, empezó a moverse con torpeza hacia su objetivo. Pero estaba cansado y avanzó menos de lo que sospechaba. La desesperación se hizo presente y gimió lamentándose de su maldita suerte, como si lo que le pasara fuese una metáfora de lo que le ocurrió a la especie. Reptó poco a poco hasta que en su mente no había otro objetivo, solo vivía para reptar hacia su ansiada meta. Pero su maltrecho cerebro no se rendía y recuerdos y reflexiones, claras indicadoras de las postrimerías vitales, le asaltaban a cada segundo. Su infancia, su educación, su vida, su trabajo, el holocausto, todo ello era un cúmulo denso de ideas y reflexiones que le hacían olvidar la pena y el dolor. Su diminuto objetivo seguía allí, quizás efímeramente, quizás para toda la eternidad.

Odiaba recordar cómo huyó cobardemente de su familia, temblorosa y con miedo. No podía ocuparse de ella, a estos niveles de supervivencia era él o los demás y en una decisión egoísta y de la que a cada hora se arrepentía enormemente, salió de la ciudad tan veloz como pudo. Se unió a un grupo de vagabundos, con más experiencia en sobrevivir en situaciones difíciles. Pero nadie estaba preparado para soportar tal carga. Muchos de sus nuevos compañeros, hartos de errar por el mundo, decidieron que era el momento de cambiar de táctica. Nada del idílico coloquio para crear un nuevo gobierno con nuevas leyes. Nada de crear una jerarquía mejorada y más amigable. Nada de conservar el conocimiento y volver a difundirlo. Nada de eso. Sus nuevos compañeros decidieron que los instintos primarios eran los únicos que podrían asegurar la supervivencia. Asaltaron viajeros, quemaron pueblos arruinados, mataron con gusto, violaron devastadoramente. Y él, Harzak, participó. Él que se creía un ciudadano modelo y de convicciones puras. Él se bañó en sangre ajena, él degolló ancianos indefensos, él guió al grupo cuando se acabaron en el horizonte las ciudades y la vida. Él fue de los primeros en arrimarse a la fogata cuando el grupo comenzó a practicar el canibalismo por falta de alimentos. Y él terminó con la vida de sus pocos compañeros que aún no habían muerto de sed o locura.

Pero Harzak cada segundo después de ser el último se arrepintió. Quería redimirse. No quería abandonar este mundo con todas esas cargas en su cabeza. Sabía que nada iba a cambiar y no quedaba nadie para dispensar el perdón o el castigo. Pudiera ser que la vida del más allá hiciese el trabajo, pero no estaba tan seguro. Pero quería limpiar su alma, en caso de que existiera. Ahora estaba mucho más cerca de su objetivo, su meta estaba al alcance de la mano. Con un poco más de esfuerzo llegó hasta una distancia prudencial y con más esperanza que fuerzas logró llegar al punto ansiado, a su meta dorada. Ahí estaba, frágil al viento, pero rezumando de vida. Una pequeña y verde planta, con sus hojas recibiendo la poca luz que atravesaba la capa de crueles nubes. El capullo estaba desarrollándose y en poco tiempo dejaría a la vista la flor que con tanto esmero había tardado en producir. Vida, quizás no estaba todo perdido. Él y su especie sí, ya no había más que hacer, excepto cuidar a esa minúscula planta hasta que se hiciera fuerte y diese paso al nuevo comienzo.

miércoles, 16 de enero de 2013

Instinto de supervivencia (2/4)


¿Habría quizás otros supervivientes en distintas partes del mundo? ¿Estarían en su condición lamentable? ¿Creerían, igual que él, que eran los últimos representantes de su civilización? O quizás había algún lugar que logró preservarse y funcionaba como refugio para un nuevo renacer. Una segunda oportunidad de aprender a convivir en armonía con el prójimo y cuidar la naturaleza. Una oportunidad para volver a expandirse sobre la Tierra y redimirse la especie de sus pecados. Una estadía en el purgatorio para comprender al fin que el egoísmo y la desvinculación con lo que te rodea es un fallo fatal.

Pero en el fondo de su alma sabía que solo eran vanas esperanzas. Destellos de algo mejor para seguir vivo y luchar por él. Desechó todo eso y se preparó para sus últimos minutos. No. Aún no era la hora. No podía consentirlo. Algo en su interior, más fuerte que él, se lo impedía. La sangre de sus heridas, llenas de tierra y resecas, casi se abrieron del impulso que dio para levantarse. Había sacado fuerzas de un lugar desconocido, quizás de su instinto de supervivencia. Volvió a gritar y si hubiese tenido la hidratación suficiente hubiese derramado algunas lágrimas del esfuerzo y del dolor que inmediatamente le azotó sin misericordia. Giró en torno a sí mismo y miró con más detenimiento. Allá abajo había algo. Por un segundo pensó que no podía ser cierto y que estaba delirando a causa de la alta fiebre y la falta de agua. Pero no, ese delirio persistía, por lo que debía ser cierto. Pestañeó varias veces y la imagen estaba fija en la lejanía. Tenía que ir hacia allí, aunque fuese la última cosa que hiciera. La última aventura del último.

¿Cómo se había llegado a eso? ¿Fue quizás la arrogancia de haber sido el culmen de la evolución? ¿Ser la especie dominante había mermado sus capacidades por haberse confiado en una tonta declaración como esa? Mirar por encima lo que te rodea no ayuda. Al final la naturaleza toma venganza y te responde que solo eres un accidente en el devenir de su existencia. Sus inventos, sus avances en medicina, todo borrado de un plumazo. Era la mayor humillación de la que se podía soportar. La petulancia rápidamente acallada. Todos esos grandes científicos, estadistas y visionarios, todos ellos juntos no pudieron con la catástrofe final.

Pasos temblorosos le condujeron hacia el borde de la colina y poco a poco fue descendiendo. Primero, con pasos inseguros y bamboleando el cuerpo para mantener un precario equilibrio; tras ganar en confianza comenzó a descender con más rapidez, pero un apoyo mal calibrado y una piedra traicionera hicieron que Harzak cayera y rodara por la pendiente hacia la base. El dolor consumió todo su cerebro y no le permitió realizar ninguna acción. El lamento y la desorientación se hicieron uno para acabar con su determinación. Intentó acurrucarse sobre sí mismo y relajarse en esa posición pero los huesos rotos no le dejarían en paz. Abrió poco a poco los ojos y cuando los párpados formaban una rendija minúscula echó un rápido vistazo para confirmar que no eran fracturas abiertas. Cuando el dolor remitió lo suficiente comprendió que estaba lejos de su objetivo. Una centena de metros lo alejaban de su meta idílica. Tenía que llegar.

martes, 15 de enero de 2013

Instinto de supervivencia (1/4)


Trepó con sus pocas fuerzas hacia la cima de la pedregosa colina. Constituida con piedras de tamaño enorme y minúsculo, se derrumbaban a cada intento de ascender. Pero no desistió de ello, puesto que su mente, su valía y su vida parecían depender de ello. Tras resbalar innumerables veces y estar casi al borde de la desesperación consiguió su fútil propósito. La cima era minúscula y sin nada de vida sobre ella, pero Harzak pudo ver una panorámica de lo que le rodeaba. Una tierra salpicada de colinas desérticas en la que predominaba el color rojo sangre. Hasta donde podía alcanzar su vista divisaba un erial muerto y desolado. Una desolación solo comparable a la que tenía en su alma.

Recordó Harzak cuando en los tiempos gloriosos su civilización cubría la faz de la Tierra. Habían colonizado cualquier punto del globo: desde valles umbríos hasta las llanuras gélidas de los polos y pasando por las selvas más exuberantes e impenetrables.

Pero de ese orgullo no quedaba nada, de esa ansia por conocerlo todo. Por comprenderlo todo. El cielo, de tintes rojos y dorados solo, estaba cubierto de gruesas nubes que apenas dejaban pasar algo de luz. Torreones luminosos que aparecían y desaparecían como jugando a juegos infantiles. El viento seco y cálido cortaba su maltrecha piel. Y su sed era acuciante. Harzak hacía días que no había comido ni bebido: carne reseca y sin valor y agua pútrida. Estaba al límite, pero no podía darse por vencido. Como el último representante de su especie se negó a tal honor de una muerte rápida. Pero la ironía de que ningún historiador iba a recoger el último dato de la Historia le hizo mover sus agrietados labios en una mueca que imitaba grotescamente a una sonrisa. Intentó levantarse, pero hasta el cuarto intento no lo logró. Su horizonte se amplió y vislumbró aún más desolación. No había rastro de vida en las proximidades y recordó las antiguas mitologías, donde los dioses castigaban a sus siervos con crueles y repetitivos castigos. Aunque consumido y totalmente esquelético, sus músculos agotados no soportaron más su peso y se dejó caer. Puede que perdiera el conocimiento durante algunos minutos. Quizás fuesen segundos u horas, porque el cielo no cambiaba y los relojes ya solo pertenecían al recuerdo. Respiró profundamente para tomar aire y retazos de fuerza, pero solo tragó tierra y le hizo toser.

Su pueblo había sido numeroso y su familia bien conformada y feliz, a pesar que la era en la que vivían era dura. Los siglos dorados de inventos revolucionarios y exploraciones gloriosas habían quedado muy atrás y no se puede vivir eternamente del éxito de los antepasados. Ignorando que el mundo declinaba no consiguió evitar la auténtica declinación. Bosques talados, agua desaprovechada, guerras exterminadoras… Todo eso había ayudado al colapso de su civilización. Eso y la maldición divina, como auguraban los clérigos, aunque los científicos lo achacaban a algo más simple y demoledor: un asteroide.

Harzak se abrasaba en esa tierra pedregosa y caliente, por lo que rodó hasta quedar precariamente boca arriba. Un alarido fue lo único que pudo producir para combatir a la ominosa desolación. No podía hacer más. Incluso, si encontraba algún depósito de agua potable lo único que le reportaría sería unos días más de agonía, unas horas para seguir meditando antes de que el delirio ocupase todos sus resquicios. Minutos para lamentar su maldita acción de huir de la ciudad moribunda y dejando atrás a su familia en un gesto egoísta por su supervivencia. Pero la supervivencia, aunque fuese un instinto poderoso y un arma eficaz para los momentos más difíciles, estaba engañada porque no había manera de evitar el funesto fin. Reptó como pudo para avanzar unos metros y del esfuerzo sin ningún motivo solo surgían lamentos. En un determinado momento se le saltó una uña, pero su centros nerviosos receptores del dolor estaban saturados y no sintió nada. O sintió como cualquier otra sensación, al mismo nivel que sentir calor, sentir sed, sentir el viento árido…

jueves, 10 de enero de 2013

Sota de copas: rol en vivo de 2002


Era una noche de invierno, muy fría, por cierto. Joaquín se levanta bastante malherido. No sabe nada de lo que acaba de ocurrir, ni siquiera dónde está ni por qué. Nerviosamente busca entre sus ropas algo que le pueda aclarar algo y saca a la débil luz de las farolas una pistola y un naipe: una sota de copas. Sintiendo un dolor agudo en la espalda abandona el puente sobre la vía del tren e intenta encontrar a alguien que le ayude. Las primeras personas que encuentra rehúsan de prestarle socorro pero le indican la localización del centro médico y decide acudir presurosamente hacia el lugar indicado para que curen sus heridas. Penosamente llega a un lugar cercano al centro, pero cae desmayado. Afortunadamente, es recogido por Alejandro y Juan, que parecen reconocerlo y lo llevan al centro.


Allí Joaquín recupera la consciencia y pregunta cómo llegó hasta el centro. Alejandro y Juan le comentan que son amigos suyos y que han recibido órdenes de su jefe para asegurarse de que pueda volver al centro de operaciones sano y salvo. Alejandro se niega a seguir dando más detalles, pues desconfía del compañero de habitación, David, un antiguo boxeador que fue agredido en una pelea callejera. David no posee trabajo, por lo que decide unirse a los tres personajes para así vivir una buena aventura.


Una vez recuperados salen del centro médico. A la salida se encuentra José, un detective privado que ha visto todo lo sucedido y se siente interesado por el caso. Tras presentarse descubre José que dos de ellos no poseen trabajo (Joaquín y David) y los otros dos parecen entrenados en el manejo de armas, por lo que decide contratarlos para su próximo caso. El caso en principio parece sencillo, pero José cree que será necesaria toda la ayuda posible, puesto que el encargo viene de una persona muy poderosa que duda de la fidelidad de su mujer. Juan no ve bien el plan propuesto, por lo que decide desvincularse al grupo. El resto se dirige a la calle Miguel de Cervantes, donde se encuentra la casa de la mujer. David consigue abrir la puerta y entra junto a José, para buscar alguna pista sobre el paradero del presunto amante.


Entre tanta oscuridad logran encontrar una pista: es una tarjeta de visita y los emplaza a unas oficinas de la calle Hierro. Presurosos van hacia la localización exacta y allí encuentran a Juan que intenta escalar la pared para entrar. No encuentra excusa para aclarar cómo ha sabido todo esto, por lo que Alejandro le recrimina su actitud. Joaquín se decide a entrar solo y ve que todo está abandonado, excepto por un viejo ordenador. Increíblemente posee suficientes conocimientos informáticos para encontrar lo que busca. Es un documento en el que pone: "Maldito ucraniano, ese doctor creía que nos había engañado por completo. Se creía que después de desarrollar para nosotros ese virus mortal con el contacto con el aire iba a poder esconderlo en un sitio seguro para evitar que cayese en nuestras manos. Por tres años consiguió su objetivo, pero lo tenemos ya, sabemos su localización y que desarrolló un remedio para transportarlo de manera inocua en el torrente sanguíneo. El receptor fue codificado en un naipe, pero creo que eso ya lo sabes, ya que tu misión es acabar con el que ahora tiene la carta."


Joaquín entonces sale de la oficina y decide dirigirse a la biblioteca. Pero son sorprendidos por una lluvia de balas. En el tiroteo David cae herido de muerte, momento que aprovecha el agresor para escapar. Alejandro y José quieren perseguirlo, pero Juan se lo impide. Tras una breve discusión van todos a la biblioteca y Joaquín descubre en una enciclopedia sobre naipes una pista importante: "Al lado opuesto verás que al principio y al final está la clave, con el centro delpaís ocupado por 51 romados." El naipe ponía en el reverso NITRATO ESPAÑA H5. José sugiere que H5 debe ser una coordenada de un mapa, por lo que descubren que deben ir hacia la calle Reyes Católicos. Por el camino Alejandro y Juan se descubren como seguidores del agresor que mató a David, por lo que da comienzo a un combate, en el que a duras penas sobreviven José y Joaquín.


Tras el incidente descubren que "51 romanos" significa el 51 en números romanos: LI. Casi al final del trayecto se dan cuenta que el principio y final son las letras primera y última: N, O, E y A. Por consiguiente, como LI debe estar en el centro del país sale NOELIA, es decir, la persona que tiene inoculado el virus. Como estaban resolviendo el enigma noven que el agresor ha pasado con el coche hacia el mismo punto. Oyen gritos de muchacha, por lo que se apresuran y evitan el secuestro de Noelia. El agresor entonces escapa en helicóptero, dejando a un francotirador para que acabe con ellos. Evitando al máximo que fuese herida Noelia para no liberar el virus, acaban con el francotirador.

miércoles, 9 de enero de 2013

¿Qué mundo nos van a dejar?


Tema delicado. Las anteriores generaciones sienten un deber moral de mantener el mundo que conocemos con la pregunta '¿Qué mundo les dejaremos?', aunque no todos se hacen esa pregunta y contaminan y desprecian su entorno. Pero los jóvenes hemos de empezar a preguntarnos '¿Qué mundo nos van a dejar?'. Porque, seamos sinceros, estos desbarajustes educativos, políticos y económicos no los hemos provocado nosotros, sino la generación de nuestros padres.


No digo que sea con mala fe, pero en un afán de sobreprotección para evitar que vivamos lo que ellos sufrieron nos sobreprotegen, cuidan y disuaden muchas elecciones. Está bien que sepáis que por ese camino vamos a fracasar y sufrir. Aconsejadnos, pero uno no madura si no vive, por lo que dejadnos repetir vuestros fallos, quizás para la especie será un paso atrás o un periodo estacionario, pero para nosotros es un proceso vital necesario. Eso de exigir pagas semanales, o mantenernos en casa hasta más allá de los treinta, o que si lloramos nos den el caramelo o videojuego más cara, solo porque los amigos ya lo tienen. Hay que sufrir, porque en el mundo actual nadie te regala nada.


El afán del cerebro es su propia destrucción: el órgano está para luchar contra el medio, para transformarlo y tender a hacerlo predecible para asegurar la supervivencia, pero si lo logra y permanece en este estado mucho tiempo, se convierte en un órgano irrelevante. Si no hubiese habido catástrofes en la historia terráquea aún seríamos bacterias. Por eso es necesario que nos desenvolvamos por nuestra propia cuenta, que formemos nuestra personalidad y seamos la generación del presente, no del eterno mañana.

Como antes el que llegaba a tener título universitario tenía la vida resuelta, nuestros padres vieron una prioridad que todos tuviésemos título universitario. Pero el punto es que en el pasado apenas había licenciados, por lo que se los rifaban. Como este mandato imperativo se nos ha dicho a todos ahora todos somos licenciados, por lo que hay superpoblación y eso de 'Saca una carrera y a descansar' no vale más. Porque ahora ser universitario es el listón mínimo en el que se comienza a competir (como podría ser en época de nuestros padres el terminar la primaria). Sobrevalorar algo no es bueno. Está bien que haya licenciados, pero no por ello que sea en detrimento de otros trabajos, dignos e importantes en una civilización conectada con todo y todos. Fortalecer y dejar de mancillar la Formación Profesional es un buen punto de partida. Y muchos campos que solo requieren instrucción primaria/secundaria, tales como electricista o fontanero, que sin licenciaturas tienen trabajo asegurado y dinero a mansalva.


Y esa es otra, que tengamos un trabajo bien remunerado para vivir tranquilos. Como si acumular dinero fuese lo mejor del mundo. Quizás muchos busquen un trabajo que pague como para ir tirando mes a mes y que les reconforte, que les haga crecer y madurar. Mejor ser feliz a ser rico, me parece. Pero la idea parental que es necesario tener dinero (¿para gastar en qué?) es muy fuerte y muchos tiran por abogacía o medicina, sobresaturando el plantel.


Las amenazas de guerra, la corrupción, la contaminación del medio ambiente, el abandono de los mayores, vivir timando, cosas implantadas en la sociedad española no son nuestra culpa, es de la generación que nos critica por ni-ni, la generación que tendrá que heredar todo esto y encauzarlo. Pero no todos los jóvenes se comprometen ni todos los mayores destrozan. Entre todos podemos. Seguro.

lunes, 7 de enero de 2013

Diario de Viaje: Totoras (Diciembre 2012)


Desde 2007 que quería visitar este pueblo y casi ocurre que nunca lo vería. Afortunadamente, la casa de mi amiga fue ampliada y nos permitió poder ir algo más de un día a visitar este entrañable pueblo.


Fueron varios amigos, aunque tan sobre la hora que supusimos que al final no viajaríamos nunca y en un tiempo llegamos al pueblo. Muy tranquilo, con la gente mirándonos y con juegos de parque que usamos y vimos peligrosos o inalcanzables para los chiquillos. Estuvimos desayunando en la casa y probando algo de folklore antes de ir a la mítica Fiesta de la Leche y del Queso Azul, no sin antes debatir sobre el consumo de estupefacientes y la fijación pueblerina de comentar todo y observarlo todo. El pueblo es muy pequeño y con aspecto rectangular. Nos quedamos un rato mateando en la plaza central del pueblo, hermosa y muy bien cuidada, con multitud de parras y árboles y una curiosa iglesia. En la Fiesta, por sorprendente que pueda resultar, no había leche, ni batido ni nada, todo maquinaria agrícola y productos para las vacas. Solo pudimos catar un poco de dulce de leche y los restos de queso que abanonaron los jueces del concurso. Al menos había helado. Tras un descanso (y ante la sorpresa de los que se desplazaban por el pueblo siempre en coche) volvimos a la casa de nuestra amiga y nos vimos atrapados por un larguísimo desfile para la Reina de la Leche: chicas emperifolladas subidas en la parte de atrás de una camioneta saludando a todo el mundo que las ovacionaba.


Rápidamente nos cambiamos y a punto de que alguien se nos descolgase de vuelta a Rosario. Pudimos comer el famoso choripán antes de que nos echasen por no haber pagado la entrada para escuchar a un folklorista. A mitad de camino nos quedamos en un bar que prometía y bebimos algunos cubatas. Ya cansados terminamos durmiendo apilados en una habitación.


La mañana nos pilló mateando en el césped frente a la casa, antes del asado de cordero, muy rico por cierto y justo con el helado en la boca del estómago emprendimos la huida hacia Rosario.

sábado, 5 de enero de 2013

Guerrero Dragón XVI: La leyenda del cristal azul


[Creado en 2013]

Los marineros reconfortarán a los héroes y les dirán que a Tanlia nunca llegaron los elfos oscuros. Les darán la dirección de la capital Rótique y del puerto cercano. El reino, enfrentado con el imperio, no tiene mucho poder y su economía es agraria. Hay varios barcos en el puerto pero casi ninguno comercia con el resto de las Tierras del Norte. Los que lo hacen hablarán de la situación y pondrán al pasaje un precio desorbitado. Si buscan en el puerto o en la ciudad encontrarán a unos comerciantes enanos que viven en los Montes Pókur y se interesarán por sus noticias. El dragón Borek habla en la mente de su lacayo y le manda destruir con el Martillo del Fin el templo de los hombres-pez situado en Gadim. Su intención es que dejen de contaminar las mentes de los habitantes de Tanlia, ya que intentan controlar el reino en detrimento de la influencia de los dragones.

Les repondrán armas y alimentos y tras la conversación dirán que siguiendo un escarpado sendero podrán llegar a una ciudad subterránea de dragones blancos. Despedidos se ponen de camino y en mitad del trayecto los asaltan 3 bandidos. En la entrada (1 día) de la cueva saltará silenciosamente un dragón y los atacará con su cola. Deben convencerle de sus intenciones pacíficas para parar la lucha. Algunos dragones se interesarán por ellos y debatirán los acontecimientos de las Tierras del Norte y de los verdaderos propósitos de Borek, que resulta ser uno de los integrantes de la Asamblea. Determinarán que lo que ha permitido el transporte mágico es un cristal azul: hay 18 en Kiea, regalo de la diosa Farlesia al primer rey Marnur para moverse por sus dominios. Es probable que alguien engañase al Guardián de Oriente para que creyese que estaba en peligro, por lo que hay poderosas fuerzas utilizando a hombres, elfos y enanos. Comunican finalmente que hay un cristal azul en el Bosque Norte y que si quieren volver a casa e ir desentrañando el misterio han de obtenerlo. En el camino hacia Gadim hay un pequeño poblado que está siendo saqueado por 4 guardias de un malvado señor feudal (1 día).

En Gadim se sorprenden por la presencia de elfos, por lo que no pasarán desapercibidos, el templo de columnas y cúpulas de los hombres-pez está al lado del río y se dedican a predicar la paz y la oración, dando por sentado la maldad natural de los dragones. El líder de la ciudad indicará que hay rumores de nigromancia por las tierras de cultivo y que puede estar desatándose oscuros poderes, por lo que los anima a recobrar el cristal azul, posesión todavía legalmente adjudicada al Emperador de Hérfilot. Cuando llegan al bosque deberán aproximarse hasta las faldas del monte (1 día), custodiadas por 2 hombres serpiente. Tras entrar en el templo y lograr el cristal azul pueden transportarse a Isterne.

En la sala del Guardián del Oriente encontrarán, sorteando hacia la biblioteca salas de enemigos diarios y documentos donde se identificará alguien escribiendo al Guardián y precaviéndole de los que traigan el Martillo del Fin. Identificará a su señor como El Manco. Investigando determinarán que no es otro que uno de los males primigenios: Dresdel. Parece que las cartas vienen del bosque de Áklarek, la patria de los elfos oscuros.

viernes, 4 de enero de 2013

Guerrero Dragón XV: El fragor de la revolución


[Creado en 2012]

Borek despierta y encara a los héroes, pues capta que su cueva estaba llena de vigilantes. Al conocer que portan el cuerno escucha sus historia pero para ayudar quiere un sacrificio: quien sea elegido recibirá poderes mágicos a cambio de expandir su influencia por el mundo. Tras eso, huye a los Pantanos del Nigromante hasta que no estalle la guerra. Les indica que comuniquen en Nergob que ha salido del letargo.

Saliendo de nuevo a la cordillera tendrán que sortear o enfrentarse a un poblado de titanes, quienes los ignorarán hasta que se les pida participar, que los hará enfadar y cazarán a los héroes para ser comidos. Ya en la parte oriental deben sortear grupos de bandidos (1 día) y dirigirse a la ciudad montañesa. En ella pueden encontrar a alguien que les dé cobijo mientras identifican a los comprometidos con la causa. Les comunicarán que hay sacerdotes que conocen la misión de rebelión y los pueden ayudar, aunque al despertarse Borek creen que está con ellos y extienden la orden de iniciar la revolución esa misma noche.

Por la noche los rebeldes se identifican y luchan contra los soldados hasta conquistar la ciudad. Los héroes pueden participar en las luchas y los saqueos. Cerca del palacio del líder de la ciudad se verán tropelías mientras el sacerdote Meraim clama porque esa no es la solución. Deben convencerlo de que ellos tienen una importante misión para que les diga que no hay que vengarse de todo el mundo y que hay que entregarle al Guardián del Oriente un arma mágica: el Martillo del Fin. Con él sublevará toda la región y junto a las revueltas de occidente derrocarán a Hasz. Dicho martillo está en la ciudad de Lókeratz.

Cuando lleguen a la ciudad (1 día), verán que está todo arrasado y los soldados ajusticiados. Meraim indica que deben reponer fuerzas y acudir sin ser vistos a una fuente de la ciudad, en cuyos bajos se oculta la mazmorra donde se guarda el Martillo. La mazmorra está abierta y grupos de enemigos intentan apoderarse del Martillo del Fin, custodiado por un poderoso demonio. Tras conseguirlo, da a entender que el Guardián del Oriente está en Isterne. En ese momento, varios ladrones se percatan de su presencia y los toman por enemigos, por lo que se iniciará una persecución por la ciudad hasta que logren salir, aunque las puertas están cerradas y protegidas por arqueros y aceite hirviendo. Meraim, tras escapar, dirá que va a volver a la ciudad para aplacar a los ladrones y erradicar la anarquía.

En el camino (1 día) se encontrarán partidas de ladrones con intención de exterminarlos. Cuando logren sobrepasarlos llegarán a la ciudad-fortaleza enclavada en la catarata. Han de convencer a los soldados que son gente de fiar para que les dejen entrar mediante cuerdas bajo los pilares. Allí preguntarán por el Guardián y convencerán a su guardia para hacerse entrevistar por él. Cuando los recibe se asusta y activa un cristal azul mágico que los transporte a una playa. Algunos pescadores se sorprenderán y los socorrerán. Cuando pregunten por su ubicación les dirá que están en el reino de Tanlia, en el extremo occidental de las Tierras del Norte.

jueves, 3 de enero de 2013

Guerrero Dragón XIV: Renace la aventura


[Creado en 2012]

Es el año 2158 CL. Las Tierras del Norte están sufriendo estragos por los elfos oscuros. Hilterion comprende también a Álaguen y Hasz reina con mano de hierro. Existe un grupo de rebeldes que prepara una revolución. Uno de esos es Joren, que muere envenenado de manera repentina y culpan a la cortesana que la encierran en Ciudad Órnin junto a otros rebeldes o sospechosos.

Esta tuvo un mensaje de Joren antes de morir: si le sucedía algo debía ir a la ciudad de Amup y comunicarle al rico Magnus lo sucedido. Para ello debe escapar de la prisión de la ciudad con alguien en compañía. Una vez fuera han de conseguir un medio de transporte seguro (1 día).

Por el camino han de encontrarse con 4 soldados y llegar antes del anochecer a la ciudad. Una vez reunidos con Magnus, este se decidirá a iniciar una revolución que destrone a Hasz y pare ello les entrega un cuerno mágico para despertar a un poderoso dragón en letargo en la Muralla del Este. Pero falta la boquilla del cuerno y su localización la conoce el clérigo Perdax de Torn.

A mitad de camino serán asaltados por cuatro dragones rojos que viven en el Macizo de la Victoria y han de convencerlos para que les franqueen el camino (1 día). Ya en la capital Torn deben encontrar a Perdax que les dirá que el jefe del gremio de ladrones posee la boquilla del cuerno. Si buscan en los barrios bajos encontrarán a ladrones, que les pedirán que roben las joyas de la castellana del castillo real (1 día). Una vez aceptados en el gremio han de sortear a todos los ladrones durante una fiesta en su honor y conseguir la boquilla que cuelga en una cadena alrededor del cuerpo del jefe del gremio. Perdax les puede dar asilo si han de pasar la noche.

Con los datos del clérigo pueden llegar a la cueva del dragón negro, que está custodiada por hordas de fieles al rey que evitan que se despierte. Cuando sorteen todo deberán ensamblar el cuerno y soplarlo para que el dragón Borek despierte.

miércoles, 2 de enero de 2013

Guerrero Dragón XIII: La llegada de los dioses


[Creado en 2004]

Durante la coronación del nuevo emperador todos los grandes guerreros presencian cómo entra un poderoso mago que invita a la gente a abandonar la coronación, pues el dios Berfelon no desea que sea coronado un ser que no lo adora. Le amenaza con la muerte. Los Cuatro Grandes deberán enfrentarse contra él. Al final de la batalla, mientras huye, les dirá que habrá una guerra inminente por su osadía. El emperador les pide que investiguen si era verdad lo que decía.

Descubrirán que el mago salió por dos puertas a la vez, hacia Fórmon y hacia Angbor. Deberán dividirse en dos grupos. El grupo que se dirige a Fórmon deberá atravesar el bosque Tangim, cuya entrada está custodiada por 4 orcos que son lacayos de Berfelon. Tras deshacerse de ellos encontraran una gran compañía de elfos armados que se dirigen a la guerra ayudados por muchos enanos de los montes Pókur. Los que se dirigen a Angbor encontrarán durante el camino a Nedal, que les advertirá que están en un gran peligro y tienen poco que hacer contra Berfelon. Convoca la Cuarta orden de magos (1 día).

Una vez llegados a sus respectivas ciudades deberán luchar contra los que custodian los templos espejo, lugares donde descansa la sangre de los dioses. Berfelon deja en uno de ellos una carta con sus propósitos y en el otro descubren que ha bebido de la sangre divina. Farlesia aparecerá en ambos para alentar a los guerreros y regalarles una lágrima (1 día).Les dirá que deben destruir los templos, pues es una gran fuente de poder para el nuevo dios el día que decida invadir las Tierras del Norte. Una vez fuera deberán preguntar a los líderes de las ciudades dónde se puede localizar un gran ejército: en Aligan y Rómej.

De camino a Aligan encontrarán gente que huye despavorida, pues la maldad está creciendo en los montes Obiliet. Nedal aparecerá para comunicarles que estará junto a ellos en la batalla, aunque no hay mucha esperanza de victoria. Les indica que aún tienen una posibilidad de victoria antes que Cosmos le otorgue un recinto en Hynnia. Los que se dirigen a Rómej verán que en el camino hay 3 gárgolas que asesinan a los ciudadanos que huyen. Tras destruirlas el mago los retará a un combate a muerte. En la ciudad encontrarán al ejército de elfos y enanos asegurando la ciudad, incluso hay dragones que los ayudan. Se dirigirán, con la ayuda de una desconocida maga, hacia los montes Obiliet (1 día).

En el camino todos se encontrarán y se unirán al ejército de Hérfilot. Juntos llegarán al pie de los montes y contemplarán un inmenso ejército de criaturas malvadas. Los Cuatro Grandes tendrán la misión de atravesar las defensas para luchar cara a cara contra el diabólico dios Berfelon. Durante la primera parte de la batalla observarán que una gran cantidad de dragones malvados atraviesan el cielo para destruir las ciudades indefensas. Bastante tiempo después verán en el horizonte un gran resplandor, seguido al tiempo de los dragones huyendo y muriendo ante el avance de Hemmerald. Si mueren bastantes jugadores aparecerán en su ayuda Linkarel y Oksar.

Antes del final los ilberianos, comandados por Giral, ayudarán a erradicar a las huestes de Berfelon. Al morir Berfelon una gran explosión los deja inconscientes. Tras despertarse ellos verán a los magos acabando con los últimos focos de resistencia, junto a ellos al emperador malherido con los suyos exhaustos. Hemmerald llegará ante ellos y les hablará sobre el bien realizado y les concederá dones a los Cuatro Grandes. Después volverán a la capital para empezar a reconstruirla y al acabar esto se realizará una gran fiesta en honor de los vencedores de la paz.

Diario de Viaje: Peñafiel (Febrero de 2023)

 Pues casi sin reponernos del viaje navideño a Portugal tocó otro gran viaje. Mi mujer tuvo que ir a un curso a Santander y yo hacía décadas...