miércoles, 27 de mayo de 2015

El resabio del Imperio

Cuando uno lleva años y años fuera, casi una década, empieza a ver de manera menos apasionada su país de origen. Ya lo decía Bilbo (¿o era Frodo?): no se puede volver al mismo lugar porque tú ya no eres el mismo. Las cosas parece que no cambian, que siguen estáticas, congeladas. Pero paralelamente no es así, las relaciones, los detalles avanzan y poco a poco ves cómo la gente puede vivir sin ti, ya no eres el imprescindible que considerabas. Ves que todo sigue igual pero en tu entorno ya hay detalles que pierdes y no terminas de volver a adaptarte. Todo migrante conoce esta sensación.

Desde fuera se ve algo que aún da recelos. Es mi opinión, pero puede que sea confirmada por cualquier otra persona cuando pase un tiempo fuera. España, por mucho que haya avanzado y evolucionado (Alfonso Guerra decía que ni la madre que la parió la iba a conocer) sigue teniendo unos fundamentos, unas bases que, si bien no son explícitas, aún permanecen invariables. Incluso quien diga que está fuera de ellas y no le afectan tiene un deje de soberbia que lo mete de vuelta en el tarro.

Sí, es el resabio del antiguo Imperio, ese que nos hizo primera potencia mundial allá por el siglo XVI. Por increíble que parezca, aún hay retazos. Sobre todo el honor, ese orgullo que no te deja dormir en paz y te obliga a responder cualquier ofensa (real o imaginada). Ese honor que te hace creer que eres lo mejor que hay y que estás por fuera de todo. Ese mirar sobre el hombro cuando comparamos con Latinoamérica. Que si no hay esto, que si allí no pasa lo otro. Cuántas veces habremos dicho, pensado o escuchado eso. Incluso nos creemos los padres y el máximo exponente de la picaresca, cuando es parte de la condición humana y es característico de muchos lugares (¿alguno nunca escuchó la expresión 'viveza criolla'?).

Que a uno le guste la historia propia, la patria, no está mal, pero que uno piense que es la mejor historia y la más turbulenta y detallada, con más acciones y personajes relevantes, merece que se burlen de él. Cada país, o mejor dicho, cada rincón del planeta tiene una historia rica, compleja y apasionante. Mirar a algunos países y pensar que por pertenecer a Europa te tienen que otorgar respeto y bajada de cabeza automática es otro resabio imperial. Tras el siglo XVII España ha sido prácticamente irrelevante en el panorama europeo, por favor. Y casi irrelevante a nivel mundial. Pensar en América como las antiguas colonias no va a hacerte más erudito o considerado por esos lares, sino todo lo contrario. Otra cosa es que en estos países se vea a España como el enemigo externo que fue, que nunca hizo nada bien, que no invirtió ni proyectó nada. Caen en lo mismo que critican, hacen al malo más malo de lo necesario y queda una burla que no puede ser tomada en serio, excepto por un fanático.

También me impacta que el resabio llega incluso a mirar con orgullo los problemas de la actualidad. Si hay problemas territoriales, España es el único Estado fallido del universo y si hay otro, era menos fallido que nosotros. Nada de tensiones en Bélgica, repúblicas rusas o en la antigua Yugoslavia. No, peor que España, nada. Como bien se dice: 'no hay nada más español que odiar a España', aunque esto le escueza a los independentistas. O que nuestros políticos son muy corruptos y serviles con los magnates y consorcios. Los más corruptos e ineptos. Nadie se acuerda en ese momento las desastrosas políticas de Italia y Argentina, por ejemplo.

Y cuando algo se hace bien, en vez de congratularnos (como la tan comentada y aplaudida puertas afuera Transición Política), llega el resabio imperial y dice que no, que somos los campeones en hacerlo todo mal y no puede haber nada bueno. Lo malo es que esto lo utilizan grupos que intentan quedarse con toda la legitimidad, erradicándosela al resto. Un acto perverso. Que todo fue una farsa y, por ende, todo lo inspirado y que se base en ella son basura y, por supuesto, carecen de legitimidad para representar al pueblo. Excepto ellos, claro. Caradurismo en estado puro.

Ni siquiera yo estoy afuera de la sombra del Imperio. La Cruz de Borgoña todavía pesa. Quizás no sea volver a antes, sino que el fondo quedó pero la forma fue cambiando con los siglos. Habremos cambiado mucho, pero la chulería sigue siendo parte de nuestro ADN patrio.

jueves, 21 de mayo de 2015

Diario de Viaje: La Merced de Buenos Aires (Diciembre de 2014)

Un viaje un poco decepcionante, la verdad. Se pensaba en una convivencia navideña de toda la planta docente, así que reservamos una pequeña hacienda a la salida de este pueblecito, enclavado en la sierra tras Urcuquí, aun cuando parece que ya no hay nada más.

Pues sí, lo hay. Una pequeña iglesia y unas cuantas casas a su alrededor y la carretera atravesándola. El bus institucional casi no pasa por los recovecos. La hacienda prometía mucho, caballos, spa y botes en lago. ¿La realidad? Un lugar hermoso, con riachuelos y plantaciones y una impresionante vista de un valle ¡con un columpio que se balanceaba sobre un abismo! Y una escalada a un árbol para ejercitar las piernas. Pero fuera de eso no había nada. El spa sin uso, solo había un caballo que desapareció al rato y los botes eran dos gomas en una alberca artificial.

Incluso la comida fue decepcionante, como en cualquier otro sitio. ¡Y cobraban la bebida! Solo las hamacas y la convivencia en la sala de juegos pudieron amenizar la estancia.

domingo, 3 de mayo de 2015

Temores ante una nueva entrega de la saga

A semanas de que se estrene Mad Max: Fury Road, la cuarta de la saga, me salen algunas inquietudes. Está bien que parece ser una película entre la primera y la segunda... o algo por el estilo, pero creo que van a romper el mito que era Mad Max, el núcleo de las películas actuales postapocalípticas.

Las peripecias de Max Rockatansky me han marcado mucho desde que las vi en mi infancia. Un mundo que podría pasar y una pérdida irreparable de conocimiento y progreso. Es más, la actitud de los supervivientes no me parecía nada extraña: la maldad humana y la mezquindad podrían campar a sus anchas sin ninguna complicación.

No es que una cuarta entrega a la fuerza tenga que joderte todo (como la reciente de Indiana Jones), pero el arco narrativo de Mad Max cubría todo sin problemas, no había hueco. Ciudades, carreteras, desierto, cada vez menos del pasado; Max Rockatansky, Max, él, cada vez más olvidada tu vida anterior. La saga poco a poco adivinaba el colapso de la civilización, azotada por una guerra nuclear entre naciones por el control del escaso petróleo. Una guerra finalizada por el mismo motivo de su inicio: escasez de combustible. Y mientras los gobiernos deliberaban sobre cómo solventar esto y salir del pozo que ellos mismos habían cavado, la sociedad dejó de creer y actuar según un Estado. Cada uno vivía como le parecía, en paz, en el pueblo, saqueando, como el malvado Cortauñas. Unos pocos intentaban mantener las estructuras estatales, quizás para no volverse locos (mientras los mandamases creían aún en su ficción, que mandaban).

Con los años ni siquiera los que creían en los Estados y la organización jurídico-administrativa aguantaron, se abandonaron ciudades y pueblos, los señores de la guerra eran ya la única ley. Si dominabas un ridículo pozo de extracción eras una autoridad y podías imponer tu ley. Ya nadie se acordaba de en qué provincia o región vivían o cuál era su país. Es más, ¿había otros? Nadie iba a gastar energía en comunicarse con alguien que quizás estuviera muerto por la radiación, o estaba más preocupado en alimentarse que en hablar. Tu lugar era el pozo o la región de algún señor de la guerra. Recordemos al militar rebautizado como Humungus, deformado en la guerra. Pasar a la historia era masacrar a tus vecinos y conseguir petróleo para un año.

Pero aún así todo esto se disolvió. La humanidad empezó a confiar otra vez en sí misma. Precariamente, pero era confianza. Olvidó o reformó el pasado de la humanidad, lo mitificó y buscó cómo crear una nueva sociedad. Quizás no mejor que la anterior, quizás no peor, pero diferente. Ya ni siquiera quedaban carreteras, último vestigio de la antigua civilización. Las destruidas ciudades poco a poco se repoblaban y las leyes volvían a funcionar. Crueles y arbitrarias, pero leyes al fin. Tía Ama funda una nueva ciudad, Negociudad. La gente comienza a congregarse de nuevo, un nuevo comienzo. ¿La nueva fuente de energía? El metano liberado por los excrementos de cerdo. Una civilización que nace entre el fuego y el fango y que con el paso de los siglos dará un nuevo esplendor, una nueva civilización que cree en mitos de cómo terminaron las generaciones anteriores, una nueva religión.

Visto así, me pregunto en qué aportará y de qué modo la nueva entrega de Mad Max. Para mí, el ciclo ya se había cerrado. Que el afán recaudatorio no ataque a este clásico.

Diario de Viaje: Peñafiel (Febrero de 2023)

 Pues casi sin reponernos del viaje navideño a Portugal tocó otro gran viaje. Mi mujer tuvo que ir a un curso a Santander y yo hacía décadas...