jueves, 30 de abril de 2020

Buscando nuevos aires

Ya, ya lo sé. Aún estamos de confinamiento, aunque poco a poco se ve el final del túnel. O eso espero. Pero encerrado en casa te da tiempo a reflexionar y replantearte ciertas cosas. Empiezas a hacer planes para implementarlos una vez que volvamos a ser libres. Como una explosión, un estallido expansivo.

En resumidas cuentas, visto lo visto, ya desde inicios de 2018 en Toledo, creo que el ciclo está acabado. Creo recordar que hace un tiempo publiqué algo por el estilo, que siempre he vivido en muy buenos lugares y me he empapado de ellos pero llega un momento en que veo que ya no hago más ahí, que mi ciclo ha terminado y seguir en el lugar es como estar encerrado. ¡Si incluso me pasó con Rosario, y eso que es la ciudad que me permitió crecer y madurar!

Sí, Toledo es una ciudad espectacular y me siguen atrayendo sus alrededores, sus senderos y pueblos de raíces visigodas, romanas y árabes. Hay mucho por recorrer en esta gran provincia. Pero la orografía de la ciudad es bastante complicada para, por ejemplo, querer salir a pasear en bicicleta. O meterte de nuevo en el casco, puesto que actúa más como museo a cielo abierto que como ciudad en sí. Cosas de cómo se ha planificado la ciudad. Es una sensación que no he vivido en Córdoba (aunque tampoco he vivido nunca en su centro histórico).

En estos años tampoco hemos podido hacer muchas amistades. Es una ciudad con una idiosincrasia rara, como si fuera un pueblo grande (espero no ofender a nadie, son sentimientos que me tocan ahora mismo). No sé si estar a la sombra de Madrid, o sus remembranzas a su pasado imperial, no sé, o su conservadurismo que a veces huele a naftalina. La verdad que no sé, pero es como que sabes que no vas a encajar en los círculos de la ciudad. Claro, hay otros círculos pero la manera de ser toledana es muy clánica, muy exclusivista. Si no eres conocido de la infancia es muy difícil entrar en ciertos lugares o que termines formando parte de ellos.

Esto se nota en el día a día, en lo difícil que es que te respondan a un simple saludo o que entres a un comercio y te traten con suspicacia (mierda, si voy a gastar mi dinero en tus productos, no seas tan agrio, por favor). Muchos hablan de la forma de ser de la gente de la Meseta, pero hay lugares que no son así. ¿Es el famoso carácter castellano? No me gustaría entrar en tópicos que casi siempre son falsos, pero te acercas a La Mancha y el carácter de la gente es muy diferente.

No quiere decir esto que aborrezca la ciudad, que no quiero visitarla de nuevo y que paso de recorrer sus hermosas callejuelas. Todo lo contrario. Cuenta con un lugar especial en mi corazón por darme una oportunidad tras más de una década fuera de España. Un lugar en el que no tenía contactos, que me era ajeno, pero me permitió dar unos interesantes pasos laborales y me protegió de una familia que quería que desarrollase unos roles que hacía once años que ya no eran más válidos. Lo que pasa es que ya me veo que el ciclo ha terminado, que no puedo hacer mucho más en el lugar y que estar más tiempo va a ser contraproducente tanto en mi humor como en mi consideración sobre esta bella ciudad. Aunque ya estoy más viejo, con pocas ganas ya de ser nómada, aún me queda esa vena exploradora. ¿Cuál será mi próximo destino?

sábado, 25 de abril de 2020

Un nuevo Spidey animado

Pues ya finalizada la primera temporada de Marvel's Spider-man, la nueva serie de animación del trepamuros iniciada en 2017. La serie empezó bastante sosa y el aire infantil perdura por todos los capítulos pero en los últimos capítulos incluso logró transmitirme emoción.

Me sorprendió que esta serie no esperara ni un año respecto al final de su antecesora, Ultimate Spider-man. Este enésimo reinicio intenta captar a los fans más jóvenes pero el poco espacio de tiempo entre una y otra descarta este motivo. Para mí, Marvel intentó aprovechar el tirón del inicio de la incursión de Spider-man en el MCU con el carismático Tom Holland. Como en Homecoming no se mencionó apenas nada de los orígenes del trepamuros la serie hace de complemento. Es un reinicio totalmente clásico, con personajes de antaño y la aparición por primera vez del Chacal caracterizado (sí que Warren ya apareció en otras dos entregas, pero solo hacía su contraparte de científico malvado).

En esta serie Miles Morales y Peter Parker comparten universo y no creo que muera este último. Kid Arachnid aparece pronto y casi al final de la temporada se les suma Spider-Gwen. ¡Y también está presente la Anya Corazón! Aunque con un protagonismo limitado. Me gustó cómo tratan la amistad de Harry y Peter y cómo van consolidando como principal antagonista a un ególatra y manipulador Norman Osborn.

Al contrario que en Ultimate, no se rompe (afortunadamente) la cuarta pared y los Vengadores, si bien los tratan como referentes que un joven Spidey admira e intenta imitar, no son pintados como figuras casi divinas como sí pasaba en Ultimate. Esta estaba muy imbricada al mundo Marvel, a crossover continuo con todas las series y personajes; en cambio, Marvel's Spider-man se puede entender como algo más enfocada en el Spiderverso, no como una parte diluida, sino con entidad propia.

Cuesta creer a veces muchas motivaciones y decisiones porque casi todos los ejes centrales son institutos de secundaria. Parece que todos los genios científicos lo que quieren es trabajar en secundaria. ¡Y los presupuestos que manejan! ¡Y las investigaciones avanzadas! Creo que ahí se han colado un poco. También, y en un afán de conectar con los más pequeños, las edades de los personajes se ha visto reducida a como eran en los '60. Recordemos, por ejemplo, que en la versión The Animated Series (la de 1994, con la que me crié) los personajes eran algo más adultos, Peter estudiaba en la universidad ESU y se trataban algunas temáticas más adultas. Midtown ahora es casi testimonial y todo el peso va hacia Horizon High y Osborn Academy.

Me gusta también el proceso de aprendizaje de Peter Parker (hay unos episodios muy cortos que hacen de precuela donde se narra el accidente con la araña y la muerte de tío Ben) y con cambio de vestuario. Vuelven las telarañas en las axilas (solo de vez en cuando, como unos planeadores) y los conflictos con los lanzatelarañas se retoman con fuerza. Eso sí, ahora tiene Spidey más gadgets para cumplir sus misiones. Aunque las escenas de batalla, en cambio, andan bastante escasas de emoción. Por su parte, el protagonismo recae en varios personajes para dar más riqueza a la historia y en varias ocasiones se desaprovechan villanos de impacto. Kraven ahora es una estrella de televisión y Otto Octavius lo odias solo si tienes la edad de los protagonistas y tienes un profesor que te tiene tirria.

Para finalizar remarco las referencias a los cómics, muy veladas pero bastante graciosas. Como Dr. Octopus diciéndole a Peter que sería un superhéroe superior o Peter tirando a la basura un traje arácnido (y después recogiéndolo y haciendo el guiño de que quién en su sano juicio iba a tirar un traje así). La serie no está entre las mejores de las que ha habido, pero me entretuvo bastante.

sábado, 18 de abril de 2020

Reflexiones desde el balcón

No sé si son los aprovechados o que con el tiempo las buenas ideas se corrompen. Mientras más tiempo vigente lleve algo más opotunidades tendrá de encontrarse situaciones contra las cuerdas y testear así si ese algo dura o se quiebra. En este caso quiero hacer unas reflexiones al uso de los balcones que se está dando no solo en España, sino en medio mundo.

Inicialmente fue un gesto espontáneo en el estado de alarma, una manifestación pública de apoyo cuando salir está severamente limitado. Y no me pareció mal dar un apoyo a los trabajadores de la sanidad, pues se la están jugando día a día por nosotros. Yo participaba activamente pues creo que es un homenaje bastante válido para dar reconocimiento a este sector. Pronto salieron a decir que los aplausos debían ser para todos los trabajadores que estaban aún en la calle: empleados de supermercado, trabajadores de reparto, policía, basureros, etc. Evidentemente, nadie se podía negar a eso porque también se lo tenían merecido. Pero aunque era bueno se puso ahí una semilla, que había que decidir a quién aplicar el aplauso, que aplauso porque sí o solo a un sector ya era demasiado. Otro paso natural más fue que el aplauso era estrictamente dedicado a la sanidad pública, tan maltratada históricamente por los gobiernos de derecha. Esto es una verdad como un templo pero hay que leer entre líneas e investigar un poco más porque va a sorprender cómo en ciertas comunidades autónomas de izquierda también se ha recortado en salud impunemente. También digo que ha influido la tardanza en tomar medidas por parte del gobierno central de coalición actual. Cada quien que aguante su vela.

Ya desde el principio, como ya comenté, muchos quisieron amenizar los aplausos con algo de carga política, como poner el himno de España. Esto quizás ha sido en imitación a lo que pasaba Italia y tiene algo de sentido a la hora de entender que todo el país está metido en el problema. Pero en el fondo no es estrictamente necesario. Casi de inmediato mucho empezaron a decir que mejor poner el himno de la comunidad autónoma (poco nos duró la unión) e incluso himnos más regionales. Ya la cosa empezaba a derrapar.

Y vino el intento de aplaudir a Amancio Ortega, polémico empresario, ya sea por sus generosas donaciones o sus intentos de internacionalizar sus fábricas en países con mano de obra mal pagada y en malas condiciones. Y vinieron intentos más fuertes de politizar los balcones, tales como la cacerolada contra el rey emérito (donde estaba sugerido que no podías negarte, puesto que era por dinero negro en paraíso fiscal y era por pedirle que lo donase a la sanidad pública, alternativa del diablo como pocas) y poco después cacerolada contra la gestión del Gobierno (donde estaba sugerido que no podías negarte, puesto que era por los intentos de Pablo Iglesias de sacar tajada de la situación y su evasión de la cuarentena, otra alternativa del diablo gigante). Ya el ambiente, para mí, estaba enrarecido.

Si también tuvo sentido indicarle a la gente desde los balcones al principio del confinamiento que se volviese a su casa, ya porque tenían inercia a obedecer lentamente, ya que eran caraduras, ya porque no se habían enterado de la gravedad de la situación, con el tiempo empezaron a convertirse estos "balconeros" en policías en la altura, con insultos, gritos y ataques a todo aquel que legítimamente estaba en la calle (porque el Real Decreto contempla excepciones bastante claras). Incluso atacaban a gente que iba o venía del hospital, sí, atacaban a esa gente que a las 20.00 aplaudían con fuerza. No sé si es celo, cainismo, o inercia de siglos de acusación mutua amparados por la Inquisición. No lo sé. Pero salir a comprar o pasear al perro se convierte en una situación a veces desagradable. Olvidan que los vecinos siguen siendo vecinos y que tus aires autoritarios no se van a olvidar y esos vecinos lo serán tras el levantamiento del confinamiento. Seguro que se arrugan ya del miedo, su odio e impunidad no estarán más protegidos. A ver si quieres ser un buen ciudadano y ves a alguien que supones que se salta el confinamiento lo que has de hacer es llamar a las autoridades y que ellos resuelvan el asunto. Aunque cada vez las autoridades están tomando aires más autoritarios (incluso por un tiempo intentaron indicar qué era lo que estaba permitido comprar), hay miembros que les gusta esta situación y también sentirse amparados por la injusta Ley Mordaza.

También ahora están apareciendo escritos de gente cobarde que "sugiere" a sus vecinos médicos o enfermeros que se larguen de sus casas para no contagiar a la comunidad. También hay textos donde se acusa fuertemente a quien no sale a aplaudir. Es esto como una religión, como una secta más bien, donde bellos principios han sido retorcidos para dar aire acusador y distópico. Eso sí, los que atacan a sus vecinos son los primeros de dárselas de gente íntegra, de amantes de los trabajadores que se la juegan, a la vez que critican que salgan a la calle o sean un colectivo de riesgo (hay mucha diferencia de clase también en esto, pues hay gente que vive día a día desgraciadamente y no se puede permitir salir al balcón y poner música a los vecinos). Ojo, tampoco dudo que tras las primeras advertencias haya gente que por afán de protagonismo se ha hecho a sí mismo un cartel discriminatorio y lo ha subido a las redes sociales.

Porque sí, ahora se vive en las redes sociales y la atmósfera está bastante tensa, contaminada. Hay mucha más polarización que antes y hay bulos tanto de un lado como de otro. Desde hace pocos años hasta ahora las guerras son con desinformación, con manipulación, con fake news. Pero creo que es una mancha con la que tenemos que convivir, que el Gobierno no puede empezar a activar censura previa ni elevadas multas para eliminarlos. Ya lo dice la famosa frase, quien prefiere seguridad a libertad acaba perdiendo tanto seguridad como libertad. La libertad de expresión es sagrada, en vez de la censura debe haber más herramientas para que forjemos un espíritu crítico y poder así cribar el bulo de la infromación veraz. Paso de encuestas donde dicen que muchos prefieren recorte de libertades por el bien de todos, puesto que la única manera de luchar contra las fake news es no hacer caso, obviarlas.

Tiempos oscuros se nos vienen encima, no solo económicos, sino también sociales. Y no sé si estamos preparados para afrontarlos.

jueves, 9 de abril de 2020

La consagración del juancarlismo

A estas alturas del partido ya todo el mundo puede intuir mis simpatías por la institución de la Corona. A mi entender, y en base a muchas lecturas (no solo de artículos de opinión, sino también de ensayos teóricos e históricos con base jurídica, legislativa y procedimental) y vivencias creo que para España la monarquía parlamentaria le da más fortalezas que debilidades. Evidentemente, todo es discutible y los vaivenes pueden hacer que un día algo valga y al otro no encontrarle función. Sin embargo, por principios, la más alta magistratura estatal ha de ser neutra y representativa. Evidentemente, perseguir esto tiene un precio y es el aceptar el privilegio familiar de acceso a la Jefatura del Estado. Que sí, que la institución por configuración e historia no es democrática, pero ya hace años que me planteé esto y en una democracia también hay parcelas que no se rigen por criterios perfectamente democráticos (universidad, poder judicial, oposiciones, una familia...). Otro asunto es que se tienda a confundir el término democrático con el término universal, por ejemplo.

También, para demostrar la utilidad de un monarca, la institución ha de legitimarse día a día, no solo basta la legitimidad histórica sucesoria o la legitimidad de origen (ya sea su pecado original como designación franquista o su formulación en el entramado constitucional refrendado). Y para asegurarse aquella legitimidad de ejercicio ha de cumplir el rey escrupulosamente sus deberes constitucionales, así como, y no menos importante, actuar siempre de una manera imparcial, transparente y ejemplar. O sea, su vida pública va ligada a su vida privada y cualquier tacha que podría pasar desapercibida o perdonada en otros casos aquí se vuelve una mancha imposible de quitar. Dicho de otra manera, si estafa, si engaña, aunque sea mucho menos que cualquier otro, termina por desacreditar a la persona y, consecuentemente, a la institución. Por eso ha de exigírsele sanamente una conducta siempre irreprochable.

Queda por adelantado que sigo prefiriendo el régimen democrático a cualquier otro. Una jefatura del Estado electiva o hereditaria no afecta, a priori, el ahondamiento en los procesos democráticos de un país. Ahí están las tablas sobre índices de democracia, libertad de expresión, nivel de vida, etc., donde los primeros puestos casi siempre están ocupados por monarquías parlamentarias y los últimos casi siempre por repúblicas autocráticas. Eso sí, si llega un momento en que sí impiden la profundización democrática de una sociedad yo voy a ser el primero en replantearme las cosas. Que lo que tenga que ser, sea.

El detonante, en esta época de pandemias, no ha sido otro que salieron a la luz cuentas opacas del rey emérito donde recibía donativos de sus amigos saudíes. Parece ser que eran comisiones ilegales por conseguir que las empresas españolas fueran las que construyesen en Arabia el tren de alta velocidad, pero no lo tengo tan claro (¿no deberían dar comisión los que ganan el proyecto, o sea, las empresas españolas? ¿Por qué recibió la comisión antes del dictamen?) En todo caso, sigue siendo bien reprobable que ocultase dinero fraudulentamente y que diera donaciones a su amante Corinna para conseguir silencio. Con su dinero puede hacer lo que quiera, evidentemente, pero actuar impunemente y a espaldas de la ley es algo que es reprobable, lo haya hecho siendo inviolable por su cargo o no (y si lo hizo a sabiendas que era inviolable habría que pensarse si retener esta figura legal, ¿no?). Si tras su abdicación Juan Carlos I ha seguido con sus tejemanejes su fuero puede ser sorteado y se le puede sentar al banquillo. Faltaría más.

Este escándalo ha acaparado bastante atención mediática y muchos españoles han pedido aclaraciones o acciones por parte de Felipe VI, el cual parece que era beneficiario de estas sociedades aunque, según su palabra registrada ante notario, desconocía estos hechos. Su actuación ha sido rápida y tajante: indicar que renunciará a este dinero cuando lo herede (evidentemente no puede renunciar ahora), apartar a su padre de la agenda real y retirarle la asignación anual que recibía. Un cortafuegos que funciona y tiene la misión de evitar minar aún más si cabe a la institución. Si bien a inicios del reinado ya se hicieron gestos por la transparencia y ejemplaridad estos no tuvieron mucho recorrido (entendible por la inestabilidad gubernamental del país en este lustro): cuentas transparentes, política de regalos, alejamiento de Urdangarin y retiro del título a la Infanta. Por otro lado, si ya tenía conocimiento de estas sociedades opacas hace como un año, ¿por qué no actuó? ¿O sabía que esto era un juego de perder? ¿Esperaba que acampase el temporal sin mucho revuelo?

Ahora la institución está poniendo la carne en el asador para revitalizarse: mucha aparición en las redes sociales, muchas grabaciones e informaciones del papel mediador que realiza normalmente la Corona en silencio. Y es que, para mí, su alocución pública estuvo muy lejos del efecto esperanzador que tenía pensado. Vi a un monarca improvisando, con mucho lenguaje gestual demasiado evidente y grotesco, un aire de preocupación y una iluminación y sonido de poca calidad. Entiendo que su aparición no era necesaria pues ya habíamos tenido varias alocuciones del presidente Sánchez y tener tantos mensajes a la nación les quita solemnidad y trascendencia. Quizás alguien, de sopetón, se le ocurrió que era una buena idea y, ¡plaf!, a improvisar un discurso apenas ensayado y en fechas no muy buenas.

Hablando de la institución, por muchas ventajas que de por sí yo le vea, y de acuerdo con Moreno Luzón, es una institución que es muy dependiente de la personalidad de quien ostente el cargo. La Transición fue bastante bien gracias a la cintura política de Juan Carlos I y a la disposición de reformistas y oposición dialogante. Tampoco, y visto lo visto, podemos dejar en menos la gran labor de Adolfo Suárez y las ganas de democracia de la sociedad civil. Sin embargo, el papel de liderazgo del Rey, su influjo sobre las Fuerzas Armadas, su campechanía, su actuación en el 23-F y el beneplácito de la prensa y de sectores republicanos, hicieron cuajar la figura del juarcarlismo: posibilistas demócratas que no encajaban con las posturas monárquicas pero que aceptaban como rey a Juan Carlos I por su gran labor y la estabilidad que garantizaba.

Pero cuando pasan los años de haberse creado un mito y sus protagonistas siguen vivos, el personaje tiende a creerse que él es el mito, que es justo como lo describe el mito y no solo personas con sus virtudes y defectos. La cacería en Botsuana fue el comienzo del fin, de alguien que se creyó por encima de todo porque se identificó demasiado con la figura que se había fabricado de él. Esto, unido a una prensa que había sido largo tiempo benévola con la Familia Real, incluso cómplice de guardar ciertos secretos, le hicieron seguramente creerse impune. Ya a esos niveles no le importaba perder réditos de sus grandes logros, ya no le importaba que su caída fuese aprovechada por varios para enturbiar la Transición, ya no le importaba la continuidad de la monarquía. Él se creyó que estaba por encima de lo que había trabajado por conseguir. Y, evidentemente, cayó.

La consecuencia de esto es que tras la abdicación de Juan Carlos I el juancarlismo quedó ya sin sentido, atraer tantos seguidores de su persona tiene el punto negativo que cuando caes todos abandonan el barco. Si los juancarlistas quedan retratados como aprovechados, como gente que solo quería proyección y prebendas por estar cerca del Rey o por apoyarlo, ya todo está perdido. La proclamación de Felipe VI fue sin sobresaltos, para sorpresa de propios y extraños, quizás muchos no monárquicos la vieron con la fuerza de la inercia, o viendo la masa juancarlista (porque, seamos sinceros, muchos en la sociedad civil eran juarcarlistas, no solo empresarios y gente con poder) decidieron seguir para adelante. Pero si la persona-mito cae con el propio mito, la virtud del juancarlismo se convierte en su maldición, a saber, que todo funcionaba porque todos se arremolinaban junto a una persona. Con el juancarlismo desactivado y desacreditado, los posibilistas pueden replantearse la situación, quizás ya no es momento de seguir apoyando a una monarquía y quizás tiene más posibilidades una república. Es más, seguro que hasta el propio Juan Carlos es más juancarlista que monárquico, por lo que no se sacrificará por la institución aceptando que ha hecho mal y que sí o sí va a pasar por los tribunales; intentará, en cambio, aferrarse a su fuero y a toda argucia legal para evitar un banquillo, ya que, según él, su mito está muy por encima de lo que es legal y de lo que no es, de la ética y de la proyección de su figura en la Historia. Y de la propia institución monárquica.

El posibilista, creo que por fortuna, es pragmático y accidentalista y ahora tiene un nuevo tablero limpio para ver dónde ajustarse. Y es que en España siempre han sido mayoría: lo fueron en La Gloriosa, en la I y II Repúblicas, en la Restauración alfonsina y en la Transición tras la dictadura. Cuando ven visos de estabilidad y seguridad, allí van porque, evidentemente, quieren vivir tranquilos una vida normal, sin sobresaltos, sin recortes a sus libertades. Eligen al que consiga estabilizar una democracia. Y no, en España no hay muchos monárquicos o republicanos, en los conceptos más acérrimos del término, claro. Por mucha petulancia y soberbia que tengan hoy en día los republicanos, la cosa no está tan segura (pocos fieles van a seguir atrayendo con esa actitud, al rival hay que ganárselo, no va a venir tras ser ridiculizado). En España, como siempre, deciden los posibilistas.

sábado, 4 de abril de 2020

Diario de Viaje: Monte Vera (Marzo de 2019)

Pues este mes no hubo mucho que descubrir. Eso sí, viajar, se viajó. Hacía más de un año que no pasaba por Argentina y tocaba visitar de nuevo a la familia. Pues coincidencias del destino, créase o no, la madre de mi cuñada muere repentinamente. Pues tocó hacer piña con la familia, ya que la conocía y siempre esperaba con alegría nuestras visitas. Un jarro de agua fría, realmente.

El sepelio fue en Monte Vera, una pequeña localidad al norte de la ciudad de Santa Fe. Grandes llanuras, cómo no, y de un color verde intenso. Manzanas grandes, de casas bajas con patio y un gran acerado, de esos sitios que piensas que aún no están contaminados con la celeridad y el egoísmo de la sociedad actual.

Diario de Viaje: Peñafiel (Febrero de 2023)

 Pues casi sin reponernos del viaje navideño a Portugal tocó otro gran viaje. Mi mujer tuvo que ir a un curso a Santander y yo hacía décadas...