lunes, 19 de abril de 2021

El separatismo islamista en Francia

 Hace unos pocos meses hubo revuelo en Francia por unas declaraciones impactantes del presidente Macron. En estas abogaba por un conjunto de medidas para luchar contra lo que denominó «separatismo islamista». Según esta idea, la reclusión de musulmanes en los mismos barrios hace que actúen al margen del Estado francés, aplicando sus propias leyes e ignorando las demás.

Todo esto se creó a la sombra del cruel asesinato de un profesor francés que habló a sus alumnos sobre censura y libertad de expresión trayendo a colación las conocidas caricaturas sobre Mahoma de Charlie Hebdo. O sea, ni siquiera se mofó, sino que habló del tema y fue ejecutado por personas execrables. Y es que el tema de la libertad de expresión en Francia y las posturas de algunos musulmanes (ojo, la mayoría de practicantes de una religión no son, ni de lejos, unos engendros sanguinarios) han llegado a choques muy fuertes, atentados terroristas incluidos.

Francia tampoco es que tenga una tolerancia al concepto que tienen del «ser francés» y justo por ahí Macron entonó parte de un mea culpa: se han generado una serie de valores idiosincráticos muy estrechos y muy definidos que al no cumplirlos ya quedas fuera del concepto de cómo ha de ser un buen francés. Evidentemente, este concepto es más fácil de cumplir si eres de la Francia metropolitana que de otros lugares, excolonias incluidas. Tanta intransigencia crea con el tiempo aversión, tanta idea de pureza de Francia (o idealización, que tiene menos tintes oscuros) que termina acumulando a migrantes en barrios periféricos, dejando plena libertad de reorganizarse y actuar de manera diferente a lo que dicta el Estado francés. Y si sumamos la plena campaña de radicalización en medios y mezquitas sufragadas por el wahabismo el caldo de cultivo es perfecto.

No olvidemos que Francia usa golpes tajantes cuando los parámetros son algo (o muy) diferentes a lo que considera qué debe ser francés y qué no. Manuel Valls y su operativo policial para detener un bus escolar y sacar a una niña cuya familia era deportada ese día; el criterio de un juez de anular la nacionalidad que acabó de darle a una mujer porque, según su religión, no podía tocar la mano de un hombre; dictámenes de rechazo absoluto al velo sin debate previo o estudio antropológico sobre cómo mitigar el rechazo a la medida o proponer algo de igual valor simbólico sustitutivo. Estos actos terminan haciendo que los descendientes de los migrantes que consiguieron la nacionalidad y, por tanto, ya franceses de nacimiento, empiecen a abrazar ideas y costumbres de sus antepasados cada vez más divergentes a lo que pasa en sus entornos. Discriminación, falta de empleo, frustración sobre cómo tratan a los de tu origen, caldo de cultivo ideal para radicalizarse bajo un mensaje que te da respuestas fáciles, que te integra y que te permite formar parte de un todo mayor, de una causa. Adiós a la convivencia.

Surge el problema de la integración, pero no de la integración de los recién llegados, sino de los que ya nacieron. Por otro lado, hay acciones del Gobierno que intentan proteger a los niños de prácticas horripolantes de su familia (como la horrible mutilación genital) y gran parte de la sociedad apoya más una convivencia de diferentes idiosincracias que una asimilación que borre tus orígenes. Me parece lógico (yo lo hice) intentar integrarse en la sociedad de destino: hablar su idioma, compartir sus costumbres, profundizar en su historia pero no a cambio de renegar de tus raíces. Encerrarte en tus raíces genera guetos que son discriminados; abrazar toda la nueva cultura y anular la previa crea frustraciones porque, se quiera o no, nunca te verán como un igual (Abdelmalek Sayad señala esto a la perfección y lo tilda de «doble ausencia» pues si tras unos años retornas a tu lugar de origen tampoco tus compatriotas te van a ver como a un igual).

Cuando vivía en Nantes era muy significativo que en mis paseos llegabas a ciertos barrios y el cambio era abismal. No porque estuviesen vandalizados, que fuesen hervideros de delincuencia o que estuviesen abandonados o rehechos con otros conceptos culturales, sino más bien te daba la impresión de que a sabiendas la administración los había dejado de lado, los olvida e ignora. Ya no hay repavimentación, ya no se arregla el mobiliario que se deteriora con el tiempo, hay ausencia de parques y si los hay no están bien cuidados, no se pintan fachadas o elementos comunes. Y, qué casualidad, casi siempre son barrios de mayoría migrante o descendiente de migrantes. Y esto, indirectamente, te marca, te dice que el ayuntamiento, la prefectura, el Gobierno, no te presta mucha atención y que eres un francés de segunda categoría. Y se vuelve al comienzo, un perfecto caldo de cultivo por la desafección a la hermosa tierra francesa y a la llegada de interesados con soflamas poco democráticas.

sábado, 17 de abril de 2021

El hermoso mundo etéreo de Tolkien

 En estas últimas semanas empecé a ver los vídeos de Kai47 en Youtube sobre todo el ingente universo que imaginó Tolkien. Refresqué muchas cosas que había olvidado con el paso de los años y aprendí otras nuevas y sorprendentes. Me leí ya hace varias décadas más de una vez la trilogía de El Señor de los Anillos y en más de una ocasión me devoré El Hobbit. También, con las energías altas, me leí en un periquete El Silmarillion cuando me decían que era un tostón y de lectura complicada (para nada si lo ves como un compendio histórico y no una novela más). Vi las películas varias veces en su versión extendida y confieso que la trilogía de El Hobbit solo la vi en el cine. Sé que fueron más flojas y la crítica hizo bien en golpearla pero quisiera haberla visto más veces por lo impresionante de sus decorados y paisajes, que siempre son dignos de ver. Cuentos inconclusos, apéndices, algunos relatos no vinculados con su magna obra, Los hijos de Húrin también los devoré.

Ya he repetido que el mundo de Tolkien le dio una digna resurrección a las novelas de caballería, llamadas ahora (o fueron su evolución) de fantasía épica. Fue un intento de darle una mitología a Reino Unido al estilo de la griega o las orientales y creó algo que trasciende su generación.

Escribo esto para volver a dar mi apoyo a esta saga que trasciende lo normal y te toca en el fondo de tu mente. Y es que me molestó leer, aunque tuviese razón, una entrevista de G.R.R. Martin donde decía decepcionarle que Tolkien nunca profundizase más allá de su final. En concreto, detalles sobre el reinado de Aragorn: su política fiscal, su relación con los otros reinos, el tema de los orcos derrotados, etc. O sea, de detalles que no van al caso en la historia principal. Sí, detalles que hacen más profunda la historia y simulan hacerla más real pero que el propio Tolkien ya dijo que era secundario, que no es lo que quería contar.

Claro que Martin es más detallista y cuenta los claros y oscuros de la administración de Jon Snow, de Robert Baratheon, de Daenerys Targaryen y de cualquiera que tenga algo de poder. Incluso habla de las complicaciones para conseguir financiación para movilizar ejércitos. Repito que me parece bien pero si quieres contar una historia concreta, si quieres realizar una alegoría, son datos que no sirven, que te distraen (¡incluso Martin se ha quedado atascado en su obra con tanto detalle accesorio!). Muchos amigos ya incluso me decían que la última entrega era bien aburrida, que la usaban para distraerse cuando iban al baño.

Lo que no gasta Tolkien en describir detalles que lo hacen verosímil lo gasta en descripciones de la naturaleza (tengo otros amigos que pasaban las páginas cada vez que se ponía a describir un paisaje), si bien sus personajes, excepto Gollum, son muy planos y simples crea gran complejidad en la historia previa de la acción, en los linajes y en la explicación del origen de todos los elementos que usa en la novela y que la preceden (las palantiri, el origen de los dúnedain, el trasiego de los anillos y el enfrentamiento eterno entre Sauron y los elfos). La complejidad de los personajes con Martin es preciosa (aunque llega un momento en que empiezas a verles el truco) pero su Westeros, aunque sea muy atractivo, no se te queda grabado a fuego como lo es la Tierra Media. O incluso si bien interesa saber más sobre los Niños del bosque solo se queda en un esbozo en comparación con los primeros conflictos entre los Valar y Melkor (que apenas trascienden a la novela principal).

Ambos son dos grandes escritores y hay que valorarlos en su justa medida pero, a mi humilde juicio, Tolkien quería tocar grandes temas usando nuevos y complejos idiomas, historias entrelazadas durante milenios de hombres, elfos y enanos. Lo cotidiano, lo simple, no le interesaba. Cuando esbozó La nueva sombra, la secuela de ESDLA, la dejó al pronto porque llegó a la conclusión de que sería una historia que no merecía ser contada: un asunto de hombres creados por hombres y resueltos por hombres (Sauron fue la última "deidad" maligna que fue digna de narrar, según Tolkien y la Tercera Edad ya la describe claramente como la del declive final de los elfos y la del auge definitivo de los hombres). Martin, lo bueno que tiene es que logra atraparte con multitud de tramas complejas que se relacionan entre sí, destejiéndolas poco a poco para mantener el atractivo de la narración. Y otra cosa buena es que noveló y metió dosis de fantasía en historias reales, o sea, hizo atractivo un libro de Historia (es innegable su homenaje a la historia de Gran Bretaña que hace en sus libros) poniéndole algo de magia y toques idealizados.

Los mapas de Tolkien son oro puro, hablan por sí solos, te los describe y presenta como un personaje más de la historia. Y me frustra que apenas se sepa más de Gondor con excepción de Minas Tirith y el viaje de Aragorn con los muertos. Me frustra que se hable mucho del pasado de la región de Eriador con el reino de Arnor y sus sucesores y Angmar pero que quitando la Comarca y parte del camino hacia Rivendel no se sepa (ni se describa) nada con detalle. Me vuelve loco que yo queriendo saber mucho de los elfos y sus historias solo aparezcan en Lindon de pasada hasta el final, la casita retirada de Elrond y en el Bosque Negro como unos juerguistas que no confían en enanos. Bueno, la dignísima excepción es Lórien pero quería ver los diferentes reinos y sus gobernantes y si había buenas relaciones o no. Y algo más de los enanos, pues me quedé con ganas de saber más de la poco dibujada Rhûn y las Colinas de Hierro. Y Beleriand ya es otro cantar, digno mapa que complemente aún más la metahistoria de Tolkien. 

¡Ay, cuánto me gusta la fantasía medieval y sus mapas acompañantes!

martes, 6 de abril de 2021

Diario de Viaje: Los Navalucillos (Marzo de 2020)

 Ya el susto era generalizado, se veían las carreteras a rebosar en un intento de huir de la Comunidad de Madrid. Era el susto de querer guarecerse antes de que los políticos se pusieran a tomar medidas. Creo que fue el mismo día en el que Pedro Sánchez anunció que iba a decretar el Estado de Alarma.

Había que aprovechar un último paseo hasta no se sabía cuándo, así que decidimos ir en coche hasta Los Navalucillos, de curioso trazado y con una plaza ajardinada que reparte iglesia y ayuntamiento. Realmente solo estuvimos de paso por ahí, justo para pasar (ya en otra ocasión volvimos a recorrer las calles). Primero paramos en un mirador sobre el río Pusa y su embalse y pudimos avistar hermosos paisajes, con el Rocigalgo imponente. Inmediatamente estaba la parada que te deja en la cabaña de entrada de Cabañeros y aparcamos ahí, junto a otro mirador espectacular del merendero Las Becerras (en donde comimos copiosamente durante las vacaciones de verano).

Tuvimos el fallo de dejar el coche aparcado ahí y quisimos hacer el trayecto a pie. Muy bonito ver cómo cambiaba la vegetación y la geología del lugar. Llegamos a la caseta y nos atendieron con la ventana cerrada (recordad la histeria de aquellos días) y tuvimos algunas directrices para llegar sin problemas a la cascada del Chorro, en un paraje espectacular y caminando siempre al lado de vegetación profunda y el cauce del arroyo del Chorro. Sol, cansancio, naturaleza, todo una recarga de baterías para los meses que nos deparaban.

Evidentemente no estábamos solos pero ya la gente, a pesar de que las mascarillas no existían en aquel momento, se lo tomaba en serio y guardaba una sana distancia. Todo muy tranquilo, la comida sin gente cerca ni nada.

Ya lo peor fue la vuelta que estábamos cansados y ahora había que recorrer de vuelta todo el trecho y cuesta arriba. Muy cansados llegamos pero con la sensación de haber echado un buen vistazo a esta incomparable zona antes de la reclusión.

Diario de Viaje: Peñafiel (Febrero de 2023)

 Pues casi sin reponernos del viaje navideño a Portugal tocó otro gran viaje. Mi mujer tuvo que ir a un curso a Santander y yo hacía décadas...