viernes, 7 de diciembre de 2018

Diario de Viaje: Distrito Turístico y Cultural de Cartagena de Indias (Diciembre de 2016)

Siempre quise recorrer esta ciudad si una vez visitaba Colombia. Es la ciudad donde tuvo lugar la gesta del increíble Blas de Lezo y así le haría un pequeño homenaje. Pues finalmente, para pasar de año, lo logré.

En el aeropuerto tuvimos varios líos para cambiar moneda y enterarnos de cómo iba el tema de taxis. El hotel estaba cerca pero Google lo ponía en un sitio bastante complicado para llegar. Nada más lejos de la realidad, estaba justo en frente del aeropuerto. ¡Qué ridículos tuvimos que parecer y qué dinero perdido! Pero bueno, había que pagar la novatada. Eso sí, el hotel estaba espectacular, con gran habitación, nutrido desayuno y una piscina para relajarse. Después de disfrutar del lugar fuimos en un taxi casi derruido hasta el casco histórico. Tras bajar en el Parque del Centenario ves que la vegetación es muy diferente de donde provienes y que el calor pegajoso y húmedo de la costa está por todas partes. No faltó la foto de rigor frente a la Torre del Reloj ni recorrer las calles con sus balcones de madera engalanados con multitud de macetas y fachadas pintadas de vistosos colores. Es una experiencia increíble a quien le guste la ambientación colonial.

En la plaza de la catedral probamos unas excelentes arepas que fueron deliciosas, sinceramente. Ganan más las arepas colombianas que las venezolanas, en mi humilde opinión. Incluso pudimos ver un espectáculo de grupos barriales bailando las danzas típicas del lugar. Fue una experiencia muy interesante.

Paseamos por los baluartes de La Merced, Santo Domingo y San Francisco Javier, viendo el grosor de esos muros y lo que debieron sufrir los ingleses cuando arribaron a aquellas costas. Puedes ver el inmenso mar, sentir el fuerte viento y otear los finos y altos rascacielos de la parte moderna. Incluso te puedes hacer fotos en la casa de García Márquez. También en uno de los viajes relámpago vimos de lejos el inmenso castillo de San Felipe de Barajas.

Los lugares para comer, para tomar helado, son innumerables, señal de que esta parte de la ciudad solo vive por y para el turismo. Cerca del hotel había numerosos puestos y comercios y se podía pasear tranquilamente y comer pizza o tomar cócteles. A la otra mañana nos dio por pasear por la costa de la zona del aeropuerto en la que estaban construyendo el paseo marítimo con rompeolas y todo. La caminata duró bastante y en uno de los asientos de hormigón (que eran más cómodos de lo que podía aparecer a primera vista) dormimos una siesta reconfortante.

Estuvimos poco tiempo, pero creo que fue intenso. Otra parada nos esperaba.

jueves, 6 de diciembre de 2018

Eterno 15 de noviembre

Otro año más, un poco más viejo. Siete lustros que son ya. Pero en el fondo eso es bueno, señal de que sigo vivo. ¿Países que viven con poca democracia? Sigue habiendo y con el tiempo permanecerán, por desgracia. Incluso los países hoy en día más democráticos no están exentos de populismos y pasos atrás en las libertades democráticas. Se nos está quedando una sociedad, realmente, de mierda; donde las corporaciones multinacionales son las que realmente cortan el bacalao y que los corruptos gobiernos no dudan un ápice en recortar derechos en defensa de una mal llamada seguridad.

Todo esto me hace pensativo, todo esto me hace reflexionar si conviene seguir intentando mejorar el entorno que me rodea. Pero como uno es medio tonto sigue que sigue. No sé si la humanidad volverá a la senda del progreso y la concordia en un corto plazo de tiempo.

Y yo cada vez estoy más taciturno, menos comunicativo y retraído. No sé por qué, quizás por una melancolía que me ha inundado en estos últimos meses desde mi retorno a España o porque ya todo me ha desengañado en esta podrida sociedad.

Volví al país tras más de una década y reconstruir lazos es bastante difícil pues cada uno ha tomado su derrotero. Es imposible volver a ser lo que fuimos. Y no puedo agarrarme a los antiguos lazos e intentar recomponerlos con fe: he de ver cómo se reestructura una antigua amistad y crear nuevos lazos, nuevas amistades.

Es por eso que una vez retornado pensé que debía cortar de raíz con Andalucía porque de manera natural intentaría volver por los cauces conocidos y yo no soy el que era ni nadie es como antaño. Pero, paradójicamente, esa elección duele y me postra en un aislamiento autoimpuesto. Es algo esperable, pero no por ello deja de hacer daño. ¡Ay!

Al menos, en comparación con el año pasado, he (hemos) ganado la tan ansiada estabilidad y hemos podido empezar a crear espacios propios y una vida con metas por cumplir. Los trámites burocráticos por fin han salido a la luz y aunque sigan faltando muchos más, se ve la luz al final del túnel.

Como veis, momentos agridulces que no sé si son por la edad, por la experiencia, por el mundo o por yo qué sé. Sigo pensando...

domingo, 2 de diciembre de 2018

Diario de Viaje: Playa Blanca en Isla de Barú (Diciembre de 2016)

Pasar de un año a otro siempre es buena excusa para irse a descubrir lugares. Y ya era hora de visitar la vecina Colombia. Bueno, ya habíamos visitado la frontera pero ahora tocaba descansar y disfrutar del Caribe. Y qué mejor que te organicen el viaje hasta allí aunque sea con una empresa que a las 8 de la mañana tienen ganas de invitarte a una cerveza para desayunar y bailar salsa subido a un autobús en marcha. La gente anda loca, en serio.

Playa Blanca está lejos de la industria que rodea ciertos lugares de la carretera que es paralela a la costa. Te deja el autobús en un lugar justo antes de cruzar un puente donde puedes comprar comida, recuerdos o usar el baño antes de adentrarte en la playa. Tras pasar una zona de mucha vegetación llegas a lo que realmente es una playa de arena blanca. Bueno, un amarillo muy pálido, pero da la impresión de que es blanca. Y el mar azul con tintes verdes es una maravilla. Es increíble que queden aún estos lugares.

Lo malo es el turismo masivo y el negocio que orbita a su alrededor. Casi no había lugar para tender la toalla, ya que era una sucesión de sombrillas y tumbonas que se alquilaban a precios desorbitados. Los chiringuitos casi llegaban al agua. Los vendedores ambulantes te atosigaban cuando dabas dos o tres pasos. No se podía disfrutar del día despejado. Y si querías meterte en el agua tenías que tener mucho cuidado con las motos acuáticas, que pasaban casi al lado de la costa. Un peligro enorme.

Tras el almuerzo de pescado y frutas tropicales nos mudamos a un lugar mucho más alejado donde la playa se ensanchaba. Al menos, al pie de una roca gitante, pudimos descansar un rato hasta que tocó la hora de volver a la civilización.

Diario de Viaje: Peñafiel (Febrero de 2023)

 Pues casi sin reponernos del viaje navideño a Portugal tocó otro gran viaje. Mi mujer tuvo que ir a un curso a Santander y yo hacía décadas...