domingo, 19 de marzo de 2017

Escudo de Villa del Río

Pues bien, toca hacer la misma reflexión heráldica para este pueblo, el de mis padres y con el que tengo tantos vínculos.

Según cuenta en la Revista de Feria de 2003 José Luis Lope y López de Rego, creador del escudo, fue tras una serie de charlas veraniegas durante 1960 que llegó a la conclusión de que el pueblo debía contar con su propio escudo, al igual que las poblaciones vecinas. Según le indicaron en el Ayuntamiento ya a finales de la Guerra Civil se había pensado en elaborar uno, aunque nunca se concretó nada. Aquel germen de escudo aproximadamente era la mitad superior con tres montes (Relaño, Morrión y San Cristóbal, los cuales coronan por la parte sur al pueblo) y la mitad inferior con un castillo, aunque pudieron existir otras variantes de este. En los sucesivos años Lope iría estudiando la heráldica de los pueblos cercanos y dialogando con historiadores del pueblo para desarrollar un nuevo escudo que representase verdaderamente a la villa.

Rescatando un libro de 1873, llamado Memoria de Villa del Río, de José María de la Vega, pudo determinar qué elementos más trascendentes habían quedado en el acervo cultural del pueblo. Varios diseños fueron hechos, teniendo más aceptación un escudo de tres fajas horizontales con los tres montes arriba, el castillo en el medio y olas de río (en alusión al Guadalquivir) en la parte inferior. Dos variantes de este escudo llevaban la combinación estrella-castillo-río y castillo-puente-río. La clara alusión al puente romano, que hacía de frontera entre las provincias de Córdoba y Jaén (monumento nacional desde 1931 y en uso hasta 1950), en este diseño era muy evidente. En las pocas actividades culturales que había por aquellos años en el pueblo poco a poco fue difundiéndose la idea y calando entre el pueblo la necesidad de tener un escudo heráldico.

Ya por 1970 corría por el pueblo la aceptación generalizada de una nueva versión del escudo que, a juicio de los habitantes consultados, representaba mejor la localidad: un escudo que contaba con la combinación estrella-puente-río (y es que la estrella representaba a la patrona del pueblo, la Virgen de la Estrella) y que empezó a usarse oficiosamente en romerías y eventos locales. Ya a partir de 1973 empezó a aparecer en la portada de la tradicional Revista de Feria. Es más, en 1965 fue pintado por Ángel Cabrera a todo color y expuesto en Madrid en la casa del presidente Alcalá Zamora.

La postura quedó formalizada en 1976 cuando el alcalde Bartolomé Delgado pide oficialmente a José Lope que cree el escudo. Este consultó con Juan Bernier, que trabajaba para la Diputación de Córdoba y era historiador. La opinión de este académico fue totalmente diferente a lo esperado, ya que proponía que se usara el escudo del Mayorazgo de Aldea del Río (así se llamaba el pueblo antes), fundado en 1636 por Antonio Alfonso de Sousa.

Ya desde la época de la Turdetania se habla de Sissia, un asentamiento en la desembocadura del río Salado en el Guadalquivir y en época romana había un puerto llamado Ripa. Si bien casi siempre la zona donde se asienta Villa del Río fue coto de caza perteneciente a la Corona de Castilla (e incluso antes, ya que se menciona que algunos emires y califas cordobeses iban a cazar a esta región), hubo momentos donde fue concedida su gestión a diferentes casas nobiliarias. Tras la conquista cristiana por Fernando III del lugar en 1235-1236 con la toma de los castillos musulmanes de Carit y Guat, el asentamiento queda en reparto al santanderino Fernán Ruiz de Aguayo. Sin embargo, este muere justo antes del reparto, luego es su hijo, Diego Fernán, quien toma posesión de las tierras. El escudo de la Casa de los Aguayo posee tres fajas ondulantes de azur (azul) sobre fondo de plata (blanco) y todo con una bordura de oro (amarillo) con ocho calderas de sable (negro).

En los tiempos de la guerra civil entre el rey Enrique IV y su hermano Alfonso (ambos hermanos de Isabel la Católica), don Alfonso de Montemayor toma la fortaleza de Aldea del Río en nombre del Rey. La localidad gozaba de alta relevancia pues era un lugar de postas del Camino Real. Terminada la guerra tras el envenenamiento del infante Alfonso, Fernán Pérez de Montemayor se convierte en Señor de la fortaleza en 1469. Enrique IV termina llegando a Córdoba en un intento de reconciliación y pide que se le devuelva la fortaleza de Aldea del Río bajo condición de derruirla. El escudo de la Casa de Montemayor consta de un fondo de oro con tres franjas de gules (rojo) todo con bordura de plata y cruzando una faja de sable adornada con dos dragantes (dragones) de sinople (verde).

La Casa de Sousa proviene de Portugal y estuvo emparentada con el rey luso Alfonso II. Una rama de dicha casa se traslada a Castilla por el matrimonio de María de Portugal con el rey castellano Alfonso XI y obtienen tierras en la zona cordobesa (el señorío de Castil Anzur) en 1366. Sin embargo, esta familia tuvo posesiones desde muy temprano en Aldea del Río, razón que finalmente desencadenó en la obtención de la aldea por Antonio Alfonso de Sousa en 1628, En 1635, el pueblo compra el cambio de jurisdicción, pasando a ser territorio realengo. Además, también se consiguió la obtención del título de Villa, concedido por Felipe IV. Sin embargo, en 1636, Antonio Alfonso vuelve a comprar las tierras y las vuelve a englobar en su mayorazgo. Terminará dicho mayorazgo durante la abolición de estos por la Constitución de Cádiz y las leyes de 1836. Como símbolo de la Casa de Sousa se tenían en campo de oro tres fajas de gules.

Pues bien, tras el repaso histórico Juan Bernier acepta la propuesta de escudo y coloca, entado en punta, el escudo de los Sousa. Las franjas desaparecen y sobre el cielo azur hay una estrella de plata que ilumina un puente pardo (marrón) sobre ondas de azur. Dicho escudo, bordado con los emblemas de Castilla y León y en timbre la Corona Real serán el escudo del pueblo a partir de 1983 (Adenda: revisando portadas antiguas de la Revista de Feria sí que aparece el escudo como tal a partir de dicho año; sin embargo, la corona real era abierta y no cerrada. Esta aparece en la revista de 1993, luego no me queda claro si fue una modificación a posteriori o que el blasón hablaba de cerrada y se pintó mal o si la actualización de la corona se hizo en ese mismo año de 1993 o antes, pues hay ediciones de la revista donde desaparece el escudo. No creo que importe pero mis recuerdos siempre han sido con la corona cerrada, luego puede que sí sea desde 1993 o a principios de los '90).

Sin embargo, a partir de 2003 se postula un cambio del escudo, hecho finalmente conseguido. Inicialmente la estrella era de cinco puntas, siendo este un símbolo muy foráneo a la cultura andaluza, más proclive al uso de estrellas tartéssicas de ocho puntas. Además, en numerosas alegorías a la Virgen de la Estrella se usaban estrellas de ocho puntas. No solo esto, otros historiadores indicaron que el entado representaba a la Casa de Sousa, sí, pero a una rama diferente a la de Antonio Alfonso de Sousa. El escudo heráldico de este noble era más complejo: en aspa arriba y abajo un castillo de oro en campo de gules y a izquierda y derecha, en campo de plata los cinco escudos portugueses de azur, con cinco monedas de plata alineadas 2-1-2. No sé cuándo fueron efectivos estos dos cambios en el escudo pero tengo fe de que llevan unos años ya implementados, principalmente en la portada de la Revista de Feria y desconozco si se hizo la difusión debida para que los habitantes de Villa del Río comenzaran a sustituir la versión antigua por esta.

sábado, 18 de marzo de 2017

Diario de Viaje: Puerto Ayora (Mayo de 2016)

No podía ser descartado este enclave natural, las Islas Galápagos son dignas de visitar al menos una vez en la vida y darse a la imaginación para pensar cómo Darwin, pasando de isla en isla, pudo concebir su teoría de la evolución.

Llegar no es sencillo. Ya desde Quito te obligan a pagar ciertos impuestos para preservar el archipiélago. Y revisiones tras revisiones. La parada técnica en Guayaquil antes de internarse en el Océano Pacífico y aterrizar bajo un excelente clima en la Isla Baltra, bien llana, bien desértica y con matorrales y ruinas de antiguas edificaciones abandonadas. Empujones y más colas para pagar más impuestos. Revisión de documentación incluida a pesar de no haber salido de Ecuador. Bien, el transporte nos llevó hasta un pequeño embarcadero, necesario para llegar a la Isla Santa Cruz, a cinco minutos. Después, un largo recorrido por la isla para atravesarla de norte a sur con algo de vegetación más espesa y un clima más benigno. Increíble en tan poco espacio. Ya llegados a Puerto Ayora, nada del otro mundo, arquitectura ecuatoriana pero con unos adoquinados de la avenida que lleva al puerto bastante atractivo, pudimos descansar un poco en el hotel. Tras el breve descanso y la típica comida basada en frutas y pescado nos embarcamos de nuevo en una lancha para ir a la Playa de los Alemanes. Buena temperatura del agua, arena blanco-amarillenta y lobos marinos por doquier. En el paseo incluso atravesamos estanques salinos con formaciones bastante enormes, muy curioso. El final de la ruta nos llevó hasta Las Grietas, un diminuto brazo de mar encajonado en un acantilado. Muy hermoso para nadar y bucear, ya que el agua es muy transparente y puedes avanzar sin problemas hasta una zona de rocas. Pero cuidado con los cangrejos que moran por allí. Buenos momentos de relax y más si antes de embarcar paras un rato en un bar y tomas daikiris junto a iguanas y enormes pelícanos (perdón si no son, pero poco biólogo soy).

A la mañana siguiente tocaba la gran caminata hasta Bahía Tortuga. La caminata es espectacular, media hora en recorriendo un camino adoquinado en mitad de la selva. Silencio, avistamiento de algunos pájaros curiosos, nada de viento y árboles que no parecían árboles, como si fuesen un cactus gigante que perdió algunas de sus hojas. No sé cómo explicarlo, pero era bien curioso. La playa es hermosa, aunque con un oleaje brutal. Podías internarte mucho sin apenas hundirte y con la poca gente que había le daba un aspecto paradisíaco. Caminatas y caminatas para ver las iguanas. Sorteando la pequeña península llegabas a otra playa, menos espectacular, pero sin un oleaje tan terrible, así que te podías bañar y matear sin problemas. Lo malo fue que nos insolamos en cantidad. Por la tarde recorrimos la ciudad y su paseo marítimo, lleno de tiendas de joyería y pelícanos, incluso algunos juguetones. Llegamos incluso hasta la estación científica Charles Darwin, donde pudimos ver a las inmensas tortugas galápagos, aparte de otros animalillos e iguanas. Impresionante la edad que tienen estos bichos. Otro paseo por la playa y listos para madrugar y cambiar de isla.

Después volvimos de nuevo a la ciudad pero más para descansar que otra cosa. Hamacas y tragos para recuperar fuerzas e iniciar el viaje de vuelta.

miércoles, 15 de marzo de 2017

Desengaño, segunda parte

En los inicios de este blog, mejor dicho, del blog hermano de dominio .es que empezó a ir mal, tuve mis primeras reflexiones funestas, tristes. Sobre todo era porque cada vez que volvía a España era una mezcla de sentimientos, sobre todo los de amigos y familiares que cada vez hacían menos por quedar, por saber de ti. Y los meses que pasaba en Argentina cada vez menos se contactaban. Algo de culpa he de confesar que tuve, pero pasó con mucha gente a la que uno supone esencial en tus círculos. Como que si no eres rutinario se adaptan rápido a la rutina y no hacen nada por intentar mantener el vínculo.

Bueno, he de abogar que no pasó con todo el mundo eso. Siempre hay gente que lucha y se desvive por mantener el vínculo y siempre se lo agradeceré. Finalmente vi que es un tema incluso altamente estudiado y que es normal verse en medio de todo, en todos sitios pero en ningún sitio. No terminas de ser uno más en la sociedad de destino y la idealización de la sociedad de origen solo son fantasías. Aunque parezca que nada cambia, todo cambia. Y te dejan fuera del partido. No hay que echar la culpa ni crear odios, las cosas son así, poco más.

Estaba preparado para que eso también pasara en Argentina. Pero fue antes de lo imaginado. Esta última visita me ha sido agridulce. Gente con la que solías quedar como que ni hizo esfuerzo en reunirse y algunas personas como que tras los saludos iniciales ya notabas que estabas importunándole. Amigos, colegas, que los veía esenciales y que les guardaba un gran cariño han hecho nuevas rutinas y quedas fuera de ellas. Esta vez no voy a enfadarme, tampoco a decepcionarme. Al menos una reunión anual puede ser hablando de temas intrascendentes. Pero sigue siendo triste. Fueron varias personas, pero así es la vida, ¿no?

Eso sí, aún queda gente que quiere saber cómo estás, qué ha sido de tu vida y gente que está ahí y que periódicamente se intenta comunicar para mantener el vínculo. Eso es lo que hay que aprovechar. Hay que aceptar la accidentalidad de la vida, que hay temas que vienen y temas que van, pero siempre queda un rescoldo al cual darle vida y mantener el fuego de la amistad.

Diario de Viaje: Peñafiel (Febrero de 2023)

 Pues casi sin reponernos del viaje navideño a Portugal tocó otro gran viaje. Mi mujer tuvo que ir a un curso a Santander y yo hacía décadas...