sábado, 27 de junio de 2020

Mi visión sobre el escudo español

Me da rabia que siempre se me ocurren ideas interesantes que escribir y al final se me olvidan o cuando llego a la bitácora, no me siento motivado para darle forma. Así que con una idea fresca, aunque no fraguada, me pongo a escribir algunas cosas.

El escudo de España, desde siempre, me ha parecido bastante bueno, que puede transmitir ciertos valores que se propuso divulgar. Principalmente, al ser creado por la Ley 33/1981, de 5 de octubre, queda libre del lastre del manoseo del franquismo, al contrario de lo que le ha pasado (¿y le está pasando?) a la bandera. Sus múltiples cuarteles evocan larga historia puesta en común, un aire de multiplicidad aunada en un viaje federal (o autonómico, que para la evocación puede ser lo mismo) y todo agrupado bajo el liderazgo y la protección de la monarquía parlamentaria. Esa es, a mi juicio, la idea que quiere transmitir el escudo.

Pero claro, este escudo no brota de la nada, no es una creación ex novo, sino una adaptación al que hubo entre 1874 y 1931 y que es muy parecido al que existió entre 1931 y 1939. Y todos ellos beben del escudo nacional (el primero que hubo) creado por la Real Academia de la Historia para el Gobierno Provisional de 1868. Antes de este momento el escudo nacional no existía, era el escudo real, el símbolo del monarca y por extensión lo usaba el aparato estatal. Ahora quedaban separados y clarificados, tanto que se buscaba nueva dinastía para gobernar España.

Permitidme ahora que empiece unas críticas paso a paso, de elemento heráldico en elemento heráldico. Principalmente, aunque efectivo el escudo, se aleja de la regla de la simplicidad heráldica (mejor mientras menos recargado) y, si consideramos el mazonado del castillo, se emplean todos los colores y los metales heráldicos (siete en total), que ya es bastante uso. Solo faltarían los forros de armiño y veros y quedaría completo y abarrotado, vamos.

La boca, la forma del escudo, es bastante efectiva, pues es la que históricamente se conoce como escudo español: cuadrilongo con la parte baja redonda. El cuartelado también es histórico, pues Castilla y León fue la primera en usar este elemento heráldico. El castillo, sobrio, es efectivo.

El león, en cambio, tiene el controvertido color morado. Desde la llegada de los Habsburgo al trono español lo han estado pintando de gules (rojo) al pensar los heraldistas flamencos que era morado por equivocación. Hasta la democracia actual predominó el gules y por fin ahora (aunque en parte) se ha reparado el error. Pero, ¿por qué en parte? Por la tonalidad de morado, que se parece más al rosa que a otro color. Es cierto que no hay ley inmemorial (aunque sí el Real Decreto 2267/1982, de 3 de septiembre) diciendo cómo debe ser tal color, solo se pide ser coherente en el mismo blasón, pero seguramente quisieron evadir las reivindicaciones republicanas y se decidieron por el morado menos morado. Es más, recuerdo que cuando gobierna la derecha en las banderas que salen en sus alocuciones los leones tendían a enrojecer y cuando gobierna la izquierda los leones tienden a amoratarse. También como crítica al león es que en el diseño oficial del Real Decreto 2964/1981, de 18 de diciembre lo dibuja con tres dedos por pata, cuando históricamente han de tener cuatro dedos. ¡Y no tiene genitales!

Las barras de Aragón son sencillas y perfectas, al igual que las cadenas de Navarra, quedando retratados los cuatro reinos históricos cristianos. Entado en punta aparece la granada, el quinto reino de origen musulmán. Se le critica que al legado andalusí se le deje ese rinconcito y no algo con tanto tamaño como el resto de los cuarteles (José I fue el primero y único que le dio el mismo espacio). Por motivos históricos siempre se ha representado así desde los Reyes Católicos, como dando a entender un añadido de gloria por haber finalizado la Reconquista. Como el escudo nacional tiene de inspiración los escudos reales y los territorios que conformaban España en 1868 creo que se quedará así. Otra crítica es que se blasona la granada 'al natural' y eso queda feo en heráldica. Esto quiere decir que la granada se coloreará del color que tiene en la realidad, rompiendo los marcos conceptuales de la ciencia heroica. Para más pasmo se tiende a representar la granada de oro (amarillo) cuando el campo es de plata (blanco) y esto rompe una importante regla heráldica (no se representa metal sobre metal ni color sobre color) que prima el contraste y la identificación del escudo en la lejanía.

Por los mismos motivos históricos aparece el escusón de Borbón (que también con su bordura de gules con campo azur -azul- rompe la misma regla heráldica). Sin embargo, si el escudo quiere representar los reinos que componen España ese escusón sobra. Incluso se blasona en un artículo separado al resto del blasón, como llamando a que supriman únicamente ese artículo. Sé que da a entender la dinastía reinante del momento pero el escudo nacional solo debería llevar elementos nacionales, las flores de lis pueden aparecer sin ningún impedimento (como ya lo hacen) en el escudo del Rey de España. Él, como máximo representante de su Casa, está capacitado para ostentarlo en forma de escusón o como desee. Otra cosa más, los escusones no cambian de forma, su boca es idéntica a la principal y la forma oficial es ovalada, lo que rompe en cierta manera la simetría. Será difícil pero en mi opinión debería ser eliminado el escusón.

El timbre es la corona real. También por motivos históricos el timbre representa la forma de gobierno del momento y es clara su identificación y no la tocaría. Heráldicamente, además, la corona no solo simboliza monarquía, sino también soberanía (¡hay escudos de repúblicas que usan coronas reales en su significado de soberanía!). Si bien en el informe de la Real Academia de la Historia se apostaba porque no hubiese timbre, respondiéndose inmediatamente que en la heráldica española eso era cosa muy rara y que planteaban como alternativa una corona cívica de laurel, pronto se abandonó esa idea y se alternaron coronas reales con coronas murales (que pueden significar tanto república como municipalismo civil). Si en aquel momento nadie pensaba que se podía vivir sin timbre, ahora creo que tampoco.

Con las columnas, el último elemento que me falta, el escudo tiene un porte y elegancia que lo identifican bastante rápido. Esos tenantes son simples y adornan bastante, retrotrayéndose a la historia mítica de la Península y a un elemento que había usado Carlos I y que retomó José I en forma de cuartel, no de tenante. Estas columnas simbolizan el Nuevo Mundo, o los territorios españoles de ultramar. O sea, en 1868, las colonias africanas, Cuba, Puerto Rico y Filipinas formaban parte de España y estas quedaban representadas en las columnas de Hércules con el lema de que el mundo continúa más allá del estrecho de Gibraltar (Plus Ultra). Hoy por hoy, esos territorios ya son independientes por lo que las columnas, en teoría, deberían quitarse del escudo porque ya no reflejarían territorios que componen España. Dada la tendencia iberoamericanista de España no creo que las quiten, sinceramente. Otro apunte más es que las ondas que las sostienen no aparecían en el modelo de 1868, le aportan dinamismo y vertiente marítima (España dominando Atlántico y Mediterráneo, en su época, claro) y en las partes altas están muy recargadas con coronas: una real (repitiendo un elemento ya presente y haciéndolo redundante, a mi juicio) y otra imperial. Para mí hay mucha recarga y quizás en 1981 los legisladores querían concienciar a los españoles sobre las formas monárquicas que no se habían vivido desde 1931 y por eso tanta repetición, pero para mí ya la sobrecarga es mucha. Así que o se eliminan o se dejan como en 1868 (y si hay que mantener las coronas dejaría la imperial y pondría en lugar de la otra la mural, en un intento de representar todas las formas políticas del pasado).

Resumiendo, me gusta el escudo al ser vistoso y poder comunicar fácilmente lo que se propone, pero su sobrecarga es tal que yo propondía eliminar o modificar ciertos elementos.

viernes, 26 de junio de 2020

Diario de Viaje: Alameda de la Sagra (Mayo de 2019)

Pues, cosas de la vida, a los pocos meses de mi mudanza a Toledo mi gran amigo Melchor encontró una oportunidad laboral que lo situaba bastante cerca de la capital. Ilusión, pero por unas cosas o por otras demoramos vernos por estos lares. Al final, almuerzo dominical programado, juntar a las perras y pasar un buen rato.

Alameda de la Sagra está en una planicie extensa y se divisa casi al horizonte un montículo con la cementera, hay algunos olivares y terrenos amplios donde a inicios de la primavera se cultivan multitud de cosas. El pueblo es pequeño y se llega al campo rápido, cosa que es buena cuando quieres respirar y despejarte un rato.

El pueblo posee algunas placitas verdes y la plaza del ayuntamiento cercada da un aire a antiguas verbenas de décadas olvidadas.

domingo, 7 de junio de 2020

Diario de Viaje: San Pablo de los Montes (Mayo de 2019)

Paso a paso internándose aún más en la comarca de los Montes de Toledo. Al comienzo sigue siendo llanura, pasa por ondulaciones y cerros y terminas en la línea montañosa que da nombre a la comarca. Esos montes que ves siempre azulados en la distancia enmarcando el horizonte.

San Pablo de los Montes está justo en las laderas iniciales, un pueblo tranquilo de calles anchas y con algunas casas bastante curiosas. En el trayecto se ven dehesas, encinas, recintos con murallas para la explotación ganadera y lo verde va en aumento cada pocos metros. Un gran espectáculo que rompe con la monotonía de la zona seca.

Caminando un poco puedes llegar a la ermita, con un altar a las afueras del edificio quizás para las romerías o celebraciones de los Padres Agustinos. Y de pronto se inician muchos senderos que van ascendiendo en la ladera, como si fuesen túneles verdes que tienen un microclima más fresco y húmedo. Las vistas son impresionantes, desde ahí arriba puedes incluso adiviar dónde está el fin de la provincia hacia el norte, es algo que merece la pena.

Diario de Viaje: Peñafiel (Febrero de 2023)

 Pues casi sin reponernos del viaje navideño a Portugal tocó otro gran viaje. Mi mujer tuvo que ir a un curso a Santander y yo hacía décadas...