Retornando de Argentina tocaba aprovechar el verano que quedaba y seguimos yendo al oeste de Madrid, que es una zona muy bella y que no tiene tanto turismo. Lo malo que la perra se desacostumbró a viajar en el coche y tras unas curvas lo dejó todo perdido.
Aparcamos en el barrio de la estación, lejos del núcleo original. Hubo algo de lío en la señalética y estuvimos un rato conduciendo en dirección prohibida. Suerte que no había apenas nadie. No sé, te obliga a un giro intempestivo para hacer un zigzag y volver de nuevo a la dirección que llevabas originalmente...
Bueno, aparcando y caminando hacia el río Cofio empiezas a internarte por unos pinares que te llevan a la otra zona desagregada del pueblo: El Pimpollar. De ahí giras hacia el norte y empieza a haber dehesa y encinares y divisas a lo lejos los montes abulenses. Hermosa vista. Es más, intentamos seguir una ruta de senderismo que iniciaba girando al este un ascenso bastante intenso. Y a mitad del ascenso desaparecieron por un buen rato todas las marcas. Es feo porque no sabes hacia dónde vas pero en el atardecer algo nublado tuvimos unas vistas impresionantes y muy relajantes.
Al hacer cima empezaron nuevos problemas porque no se veían nuevas señales. Tuve que desviarme un rato hasta encontrar las señales de otra ruta y desde ahí divisar en los 360º dónde podía haber otro tocón de madera. Hubo suerte y pudimos descender tranquilamente hasta llegar por el camino inicial.
Y sustillo final, aparcamos el coche en una pendiente y nos costó sacarlo, jeje.