miércoles, 15 de mayo de 2019

El auge de la marea intolerante

Cuarenta años de dictadura han sido muchos, sí, aunque una de las consecuencias era que estábamos vacunados contra opciones políticas de extrema derecha. Aparentemente. Si bien partidos xenófobos y racistas han pululado en los márgenes extra parlamentarios, siempre han estado ahí. Nostálgicos hay siempre (llego incluso a comprender los que lo son porque lo vivieron y se beneficiaron pero no de los más jóvenes) y la tendencia de una presencia fuerte de extrema derecha se ha fortalecido en Europa. Si no, miren a la tan idolatrada Finlandia, que ahora su Gobierno va a depender de estos energúmenos que idolatran la pureza de sangre y los valores tradicionales que, a saber sus ideas, ellos son los auténticos guardianes.

España ha aguantado pero la extrema derecha ya está aquí. Vox, una escisión del PP hacia la derecha, ha entrado con fuerza en el parlamento andaluz y español. Por suerte ha tenido menos representación de la que le auguraban algunos exaltados, aunque sigue siendo bastante representación para gente de ideas tan arcaicas y que pretenden poner barreras de nuevo para las mujeres, para los inmigrantes, para el colectivo LGTBI, y un largo etcétera.

Vox ha sabido erigirse en caladero del voto bronca, como una vez hizo Podemos de manera similar (recordemos los momentos de indignación general del 15-M). Gente amante de tradiciones, del mundo rural, de la tauromaquia... ha visto que defendían sus gustos sin sonrojarse y ahí les confiaron el voto. Gente de campo que ve que los mencionan en sus discursos (que un día te alaban a Vox y otro al SAT, todo sea que hablen bien del campo y de lo que te gusta). También un nutrido grupo de nacionalistas españoles descontentos con los últimos sucesos de Cataluña y que les excita el concepto de "mano dura" (eso sí, que no se la apliquen a ellos, que ya no les gustaría). El el ámbito militar muchos han encontrado su partido intransigente que se escuda en la bandera e intentan hacerse suya la palabra España. Y fascistas de toda la vida, de esos que odian lo que no sean ellos y ponen como referente una religión cuyos estamentos están cada vez más oxidados.

Ojalá ya hayan alcanzado un máximo en intención de voto los de Vox, que en las siguientes elecciones la bronca se haya diluido y pierdan escaños, incluso toda la representación. Ojalá sea así, aunque hasta que llegue el momento los vamos a sufrir (ya están con la cantinela de la ideología de género y que les oprimen por ser hombres y tal). Lo malo es que la derecha (PP) y centro-derecha (C's) los blanquean directamente o con circunloquios para así tener socios y crear coaliciones. Todo sea por rédito electoral y asegurarse el sillón, que no quepa duda. Pero también la publicidad gratuita que se le hace desde el sector progresista, con el PSOE a la cabeza, es otro intento fríamente calculado para fragmentar el voto de la derecha y, aprovechando los recovecos del sistema d'Hont, que reduzcan los tres partidos de la derecha su representación parlamentaria.

Hacerles la publicidad tiene malas consecuencias. Ellos aprovechan para soltar cualquier tontería a sabiendas, de esta manera esperan la indignación y diseminación de esa tontería, consiguiendo por lo tanto publicidad gratuita y, cuando les dan la réplica, soltar algo de su ideario político o medida electoral. ¡Y ahí es como ganan votantes! De lo que nos hubiéramos salvado si los medios de comunicación hubiesen ignorado estas peroratas. Pero no, hoy las fake news y el clickbait imperan en el periodismo, incapaz de ser el periodismo de investigación y crítico que debería ser.

Que no nos lleva a engaño. Vox perderá la fuerza que tiene hoy en día pero en el camino nos hará mucho daño, el Estado del Bienestar podría incluso tambalearse por políticos que, no podía ser de otra manera, quieren vivir del cuento a costa de nuestros impuestos pero (y aquí la triste novedad) dañando especialmente a los colectivos más vulnerables.

Diario de Viaje: Peñafiel (Febrero de 2023)

 Pues casi sin reponernos del viaje navideño a Portugal tocó otro gran viaje. Mi mujer tuvo que ir a un curso a Santander y yo hacía décadas...