sábado, 31 de octubre de 2020

Diario de Viaje: Las Ventas con Peña Aguilera (Agosto de 2019)

El siguiente fin de semana a las cortas e intensas vacaciones de agosto tuvo un buen colofón. Acercarse a los Montes de Toledo siempre lo es. 

Primero fuimos al embalse de la Torre de Abraham, que esto ya es entrar en la provincia de Ciudad Real. Había verde, e hicimos una caminata por un sendero que entraba y salía de un bosquecillo que seguía al río. El castillo, por desgracia, está casi derruido y quedan solo algunas paredes. Pero mereció la pena la caminata y más cuando te acercas al centro de interpretación, pues hay caminos de madera elevados que te llevan a observar la fauna y flora del lugar, justo sobre el río Bullaque. Lo loco es que estando solos ya nos regañaron por tener a la perra suelta.

El pueblo es muy alargado y se nota que es la unión de dos antiguas poblaciones, muy cercanas, sí, pero lo suficientemente alejadas para dar esa perspectiva que la población es pequeña pero tardas tiempo en recorrerla. Callejas silenciosas con grandes peñas casi en todos los rincones, como que no las movieron cuando edificaron las casas más alejadas de la carretera y a lo lejos siempre se divisa un monte con el típico y blanco molino de la región.

Paramos en un bar a tapear y fue un gran acierto porque la carne de monte está exquisita y muy bien adobada.

domingo, 25 de octubre de 2020

Diario de Viaje: Zamora (Agosto de 2019)

Todo lo bueno dura poco, y las vacaciones, si bien intensas, tocaban a su fin. Sin embargo, para aprovechar al máximo tocó desviarse hasta Zamora y aprovechar la oportunidad de estar cerca para poder visitarla.

Intentamos aparcar un poco antes del casco histórico para no complicarnos la vida buscando lugar. Lo bueno que con un poco de caminata llegamos frente a las antiguas y blanquecinas murallas y enfilamos directamente hacia la plaza del ayuntamiento, bien amplia y con la vieja casa de gobierno presidiendo todo. Nos sentamos a comer viendo el panorama de la iglesia de San Juan, achaparrada y de influjos románicos con el curioso monumento a Merlú, clara indicación de la pasión de la ciudad por su Semana Santa.

Tras comer caminamos bajo el sol por las tranquilas calles del casco y pudimos ver la estatua a Viriato, que aún sigue teniendo fuerte influencia en la idiosincrasia zamorana. Y ya vimos los atisbos de lugares religiosos que se confunden con las antiguas casas de piedra al pasar por los conventos del Corpus Chisti y las Clarisas del Tránsito. El siguiente punto de observación también fue religioso: la iglesia de San Pedro y San Ildefonso y eso nos llevó, comprando un helado antes, hasta la famosa catedral de Zamora, con su alto pórtico y el ancho campanario de aspecto románico, con más ventanas (más cerca del cielo) a cada nivel superior.

Nos quedamos a descansar en el tranquilo parque que hay al lado, intentando tomar la tranquilidad de la ciudad y descansar un rato a las horas de la siesta. La vista de lo que queda del castillo nos acompañó todo el rato y ya con energías salimos por la pequeña Puerta del Obispo. Ahí paseamos un rato por el río Duero hasta ver el largo Puente de Piedra y una vez ahí callejeamos un poco para volver a la Plaza Mayor. 

Desde ahí paramos en un supermercado para tener algo que comer cuando llegásemos a casa y enfilamos el camino de vuelta.

miércoles, 21 de octubre de 2020

Diario de Viaje: Galende (Agosto de 2019)

Poco hicimos en el núcleo poblacional principal de la zona, lo más comprar comida para pasar los días en San Martín y almorzar productos típicos de la región. Las callejas muy estrechas y había como un desnivel que te llevaba al centro del pueblo, pero poco nos separamos de la carretera. Eso sí, varios bares y restaurantes y todo con casas bajas de piedra con balcones de madera que generan un voladizo para caminar por la calle tranquilamente.

martes, 20 de octubre de 2020

Diario de Viaje: Vigo / Vigu en Galende (Agosto de 2019)

Ese día intentamos hacer una caminata tranquila. Evidentemente, no fue así. Empezamos a ver muchos senderos rurales que conectan sin necesidad de carretera los diferentes lugares o parroquias (o la subdivisión zamorana que sea) del mismo municipio.

Un paseo envueltos en color verde, con mucha vegetación que llegaba pronto, o sea, no había sembradíos ni cosas por el estilo y comenzabas ya a la sombra la caminata. En cierto momento, eso sí, encontramos unos bidones gigantes y no supimos para qué los iban a usar. Casi media hora después llegamos a Vigo (no confundir con la ciudad gallega, je) y descubrimos que el claxon que escuchábamos por la mañana que iba de aquí para allá era una furgoneta vendiendo pan. Y se metía por callejuelas que tú ni te atreverías a avistarlas.

Fuimos al barrio de arriba, que queda encajonado en el valle que genera el arroyo de la Forcadura y es espectacular los caminos que aparecen y te llevan bien arriba. Ahí había un puentecito bastante antiguo y la diminuta ermita de Nuestra Señora de Gracias. Había casas bien tranquilas con su montón de leña para el inminente otoño. El barrio de abajo es como que forma un triángulo y en cada vértice se acumula mayor cantidad de casas. Al menos esa fue la impresión que me dio. La apariencia era de casas algo reformadas para pasar los veranos y de repente una multitud de lugareños dejó la parroqua de San Miguel Arcángel y las calles estrechas se atestaron.

sábado, 17 de octubre de 2020

Diario de Viaje: San Martín de Castañeda / Samartín de Castañeda en Galende (Agosto de 2019)

Tras la larga visita en Puebla tocaba ir hacia el apartahotel que teníamos reservado. Escogimos un buen lugar, porque tocaba ascenso y, por tanto, más vegetación (aunque es diferente a la gallega). Carretera algo zigzagueante para llegar a San Martín de Castañeda, ahí arracimado en la sinuosa carretera pero enclavado en un verde paraje que te hace querer mirarlo mucho tiempo.

Lo bueno es que si caminas un poco tienes unas vistas del imponente Lago de Sanabria, con sus leyendas y su truculento pasado de inundiaciones y muertes que te cuentan los lugareños. Hay playas grandes muy concurridas pero si miras bien y te guías de algunos consejos puedes bajar hasta la playa de los Frailes que casi siempre está desierta y te puedes pegar un chapuzón en las frías aguas del lugar. Eso sí, guárdate en la bajada de las zonas más boscosas repletas de mosquitos.

Cerca del monasterio cisterciense puedes encontrar una fuente pública con agua de manantial, de las más ricas que he probado nunca, sinceramente. Por otro lado, si decides seguir subiendo tienes vistas cada vez más espectaculares y ves las montañas lejanas por todos lados. Estás como en un cuento de fantasía. Llegando a la laguna de los Peces puedes iniciar varios senderos donde te vas quedando solo y únicamente escuchas el fuerte y frío viento del lugar. Al llegar a la laguna de Cubillas ves los restos de chozos de pastores en una vegetación cada vez más rala, que se usaban para guarecerse en días fríos o largas noches. Te empiezas a imaginar viviendo ahí desconectado de todo, con tiempo para reflexionar sobre tu vida, el mundo, o sobre las leyendas y dialectos de la zona. Como detalle, por aquí y por allá había columnitas de piedras, quizás hechas por turistas pero te gusta pensar que son centenarias y las hicieron en antiguos rituales paganos en una religión casi olvidada y ya muy mezclada con elementos cristianos.

viernes, 16 de octubre de 2020

Diario de Viaje: Puebla de Sanabria / La Viella (Agosto de 2019)

Las vacaciones buenas eran las de antes, esas de tres meses. Ahora, ya adulto, tienes que economizar un pequeño número de días de descanso. Así que vuelta al interior, ver cómo el verde va decayendo y la exhuberancia deja paso al ralo. Pero ojo, el lugar al que fuimos tampoco era un desierto pero todo comparado con Galicia es como más seco.

La Puebla es un lugar impresionante, vives en una aventura medieval, y más cuando justo acudes en las fechas en las que hay una feria de aquella época. Lo primero que observas es que en un montículo hay fortificaciones seculares, muralla y castillo. Todo de piedra, todo con tejados de pizarra y en buen ángulo para mitigar las nevadas invernales, supongo. El ancho y claro río Tera da la bienvenida a bajarse hasta él, con unos prados para descansar enormes y darse una zambullida, aunque cerca del puente daba la impresión que no era muy profundo y que incluso en agosto debía estar frías sus aguas. En el caso antiguo la arquitectura es la típica del norte, finas columnas que soportan edificios de estrechas ventanas y vigas de madera por doquier. En la plaza de armas paramos para comprar algo de comer y recuperar energías y seguir recorriendo empinadas calles donde los puestos de la feria y la gente hacían que te parases a dar todo detalle de lo que veías.

No entré en el castillo de los Condes de Benavente, pero me dio la impresión que era un edificio pequeño, no muy alto pero de gruesos muros. Al lado, casi codo con codo, estaba la iglesia de Santa María del Azogue (esta de aspecto bastante medieval) y la ermita de San Cayetano, generando una placita muy concurrida. En la plaza del ayuntamiento se daban los mayores fastos y desfiles del momento y podías observar balcones de madera y vegetación. Y sí, da algo de alegría entre tanta piedra observar algo de verde. Por esa calle principal encuentras una puerta amurallada, como que daba paso antiguamente a las gentes del lugar y que cuenta con dragones como caños de lluvia.

Una experiencia genial. Con ganas de volver a ir.

martes, 13 de octubre de 2020

Diario de Viaje: A Praia en La Guardia (Agosto de 2019)

Caminar y caminar por un paseo que abandonaba A Guarda y empezaba a bordear el monte, dejándolo atrás y avanzando hacia la confluencia del Miño con el océano. Una desembocadura compartida por dos países y con un buen sol (atrás quedaron las nubes plomizas) que hacía que te desviases del sendero de piedra y madera y fueses hacia unas rocas a disfrutar del oleaje. La perra, empecinada, quería beber agua y como era salada se arrepentía. Pero no aprendía la lección e iba hacia otro charco.

Con los pasos llegamos hasta una zona más verde, más llena de pinos y que te hacían resguardarte del calor. Algunas casas nos saludaron, muchas tipo caserón con patios inmensos, a saber qué familias las habitaban. Y también vimos algunos edificios más turísticos: el sempiterno hotel y una tapería en la que nos hartamos de comer. Avanzamos un poco más por lo verde, remontando el Miño, hasta que la densidad de turistas bajó a algo aceptable. Descansamos un poco y acumulamos energías para volver al coche y de ahí al hotel.

lunes, 12 de octubre de 2020

Diario de Viaje: La Guardia/A Guarda (Agosto de 2019)

Atravesando varios lugares en coche llegamos hasta la misma desembocadura del río Miño. Intentando aparcar llegamos justo hasta el paseo marítimo. Menos mal que era temprano y aún había sitio. A Guarda tiene una pinta espectacular, el océano Atlántico por un lado y el verde monte Santa Trega con lo que supongo que son los restos de un castro (no subimos, ya quedé sin energía y queda como cosa a hacer para el futuro) dejan una localidad con edificios altos y muy estrechos y que vive de cara al mar, como no podía ser de otra manera.

Caminamos por el paseo marítimo en un día algo nublado aunque después se despejó y llegamos hasta unas rocas gigantes y nos paramos a recargar las baterías con la brisa salada, el sonido del oleaje y un caliente mate. Tras esto paseamos por el museo del Mar que parece un antiguo fuerte reacondicionado para cosas menos bélicas. Había bastantes murales y parques de juegos infantiles, o sea, es un pueblo animado que se mueve para todos sus habitantes. Estaban las típicas casonas gigantes con jardín y todo y algunos restaurantes con los menús típicos de la zona. Y el embarcadero atesoraba naves de distintas banderas.

sábado, 10 de octubre de 2020

Diario de Viaje: Randufe en Tui (Agosto de 2019)

A la tarde, a pesar de haber caminado bastante nos dirigimos a las inmediaciones de Casas Novas, pues ahí está una de las entradas principales al impresionante monte Aloia. En primer lugar nos metimos en un pequeño sendero bastante boscoso con algunos estanques y asientos para relajarse pero pronto nos desviamos de los caminos principales y nos adentramos en varios cortafuegos para ascender en medio de la naturaleza hasta la parte superior del monte.

La vegetación creaba sombras impresionantes, que inspiraban tranquilidad y había multitud de especies en el bosque, cosa que te hace confiar que es un bosque natural y que lleva a salvo muchas décadas. Finalmente, cerca del mirador celta atisbamos un paisaje espectacular y verde que se extendía hacia la vecina Portugal. Muchas pequeñas localidades arracimadas en las laderas y aerogeneradores me hicieron reflexionar sobre transición energética y que la Pensínsula Ibérica aún tiene que apostar mucho más.

Ya atardeciendo atravesamos varios lugares para intentar llegar cuanto antes al coche, incluso pasamos cerca de un lugar de apicultura con prisa y algo de susto. Llegamos al centro de interpretación pero estaba vallado y tuvimos que rodearlo. Tras eso, al hotel.

miércoles, 7 de octubre de 2020

Diario de Viaje: A Gándara en Tuy (Agosto de 2019)

Justo en frente del hotel estaba este lugar perteneciente a la parroquia de Guillarei. Paseando la perra vimos solo fábricas de mármol o granito, no recuerdo. Pero había bastantes. Sin embargo, se iniciaba un bonito sendero en el bosque húmedo donde pastaban algunos caballos. A la vuelta vimos una casa que siempre estaba de fiesta.

domingo, 4 de octubre de 2020

Diario de Viaje: Guillarey/Guillarei en Tuy (Agosto de 2019)

El hotel donde nos alojábamos no estaba en la propia Tuy, aunque sí muy cerca. Poco pudimos recorrer de Guillarey porque el centro estaba algo lejos y como mucho caminamos algo por la carretera que nos llevaba a la ciudad. Algunas farmacias, varios talleres y tráfico que no era poco.

Casi toda la estancia la pasamos en el hotel para descansar en la bañera con hidromasaje y comiendo bastante en el restaurante del lugar. La habitación daba al monte Aloia, muy verde y que parecía bastante cercano, así que decidimos acumular algo de energía y darnos un paseo por allí.

viernes, 2 de octubre de 2020

Diario de Viaje: Tuy/Tui (Agosto de 2019)

Segunda parada importante de nuestras vacaciones gallegas. Dejamos ya la provincia de Ourense y pasamos a la de Pontevedra, yendo por la autovía atravesando lugares boscosos y con embalses por todos lados. Esto para un andaluz es ya de por sí impactante. Nuestros pasos nos dejaron cerca del hotel pero para ajustas la hora de entrada convenía pasar el día en la cercana Tuy.

Con algo más de temperatura y sol con respecto Allariz, Tuy tiene unas vistas muy hermosas, con Portugal al otro lado del río Miño. Primero pasamos por la Igrexa de Santo Domingo, que me dio la impresión de que es reciente pero usaron técnicas (o imitación) propias de la Edad Media. Justo detrás empiezan las buenas vistas con el Parque da Alameda, donde se divisa en forma de colinas el casco histórico de la ciudad y el río.

Pronto pasas a los barrios más antiguos, con las calles hechas de grandes losas de piedra y las casas algo más bajas, de piedra también, pero con menos balcones y ventanas más grandes y cuadradas. Impresiona la cantidad de albergues para los que hacen el Camino de Santiago, se nota que es un atractivo turístico brutal. Antes de acercarnos a la catedral nos quedamos mirando el paisaje en el Miradoiro Praza da Estrela, donde puedes ver en primer plano las instalaciones náuticas. Por otro lado, la catedral de Santa María es pequeña y tiene forma de castillo o fortaleza por sus almenas. Pero es muy bonito el gran arco ojival que hay en su entrada principal. Ahí la zona está llena de bares y pubs muy alternativos, parece que la movida es diferente, menos tradicional. Eso sí, aún quedan restaurantes tradicionales para los turistas al lado de la sede del Concello y te puedes atiborrar a zamburiñas.

Tras pasear un poco más nos acercanos con poco éxito al Regato Cotarel y empezamos a acercarnos, a pesar del fuerte calor, al paseo fluvial. Lo bueno que estaba todo tranquilo y pudimos hacer el cafre con el gran tobogán (hasta la perra se atrevió) y poder deleitarse con las riberas del Miño. Llegando a la comandancia naval tocaba volver al coche para poder descansar tranquilamente en el hotel.

jueves, 1 de octubre de 2020

Diario de Viaje: A Acea de Meire en Allariz (Agosto de 2019)

Cerrando el círculo para llegar al coche. Una vez atravesado el río Arnoia tocaba seguir el sendero pero la sorpresa fue que muchas partes del sendero (marcado, por supuesto) tenían echados alambrados para contener al ganado. Es muy loco que ignoren por completo que los pasos de senderismo están ahí por algo, incluso hay algunas triquiñuelas para que valles todo y dejes una especie de puerta que solo puedan cruzarlo las personas. Pero para más complicación, ¡el alambrado estaba electrificado!

Dar media vuelta no era opción, así que me llevé algún que otro chispazo. No era muy fuerte pero la sensación era poco agradable. Por suerte pudimos atravesar todo sin apenas problemas y nos metimos a callejear. Son casas más modernas, de un piso o dos, todo muy tranquilo y con ese aire arquitectónico que no puedo definir pero creo que es esencial en Galicia. Cuando llegamos cerca de la carretera nos internamos en otro sendero que estaba poco cuidado, lleno de malas hierbas, pero que te dejaba de nuevo en Valverde, al lado del coche. Cruzar entre muros de piedras para ver a lo lejos el coche. Muy buena sensación.

De vuelta en Allariz había que encontrar un restaurante con la cocina abierta a esas horas. Lo logramos in extremis, incluso nos dejaron entrar al interior con la perra. Comimos como si no hubiese un mañana y los platos, típico de Galicia, eran más que generosos.

Diario de Viaje: Peñafiel (Febrero de 2023)

 Pues casi sin reponernos del viaje navideño a Portugal tocó otro gran viaje. Mi mujer tuvo que ir a un curso a Santander y yo hacía décadas...