jueves, 30 de julio de 2020

Diario de Viaje: Ruidera (Junio de 2019)

Un sábado quisimos conocer las lagunas famosas de este lugar, así que decidimos embarcarnos en el coche y darnos un chapuzón en ellas. El viaje fue algo de lío con tantas salidas y entradas a autovías y al final estaba más lejos de lo que habíamos supuesto aunque ver el paisaje y sus cambios estuvo bastante bien, atisbando sierras y lugares pintorescos con algunos molinos manchegos en la lejanía.

Del pueblo recorrimos poco, incluso tuvimos problemas para encontrar un lugar donde comer tranquilamente algo, como que el horario de cocina es medio estricto. Ojo, no es que quisiéramos desayunar a la tarde o algo por el estilo pero como que era una hora para comer y mágicamente allí se comía más tarde...

Las lagunas espectaculares, amplias y rodeadas de vegetación. Da gusto ver estos vergeles en lugares tan castigados por el sol. El problema es que quisimos caminar un rato largo por la ribera y casi todo estaba vallado o era propiedad privada, embarcadero u hotel, así que las vistas no eran buenas. Eso es lo que me dio más bronca, no el bañarse en sí o estar aislados, sino que te generan solo unos lugares para observar las lagunas y después, si quieres más, pagas. Quizás había que alejarse más para encontrar lo que buscaba pero la falta de caminos en la carretera hacía que tuviésemos que ir al arcén y eso ya, con perra, no era divertido.

Al final pudimos darnos un chapuzón para cargar baterías y refrescarse y así retomar con ganas el camino de vuelta.

jueves, 23 de julio de 2020

Diario de Viaje: Real Sitio y Villa de Aranjuez (Junio de 2019)

Pues para aliviar tensiones familiares (nunca es bueno convivir muchos bajo el mismo techo durante mucho tiempo) tocó llevar a mis padres a la cercana Aranjuez. Creo que ellos la visitaron hace muchas décadas, no recuerdo bien. Y yo, la verdad, le tenía ganas hacía tiempo, pues en mi idiosincrasia anda siempre con fuerza el legado de Alfonso XII y su gesto final de abrir el palacio a los enfermos y visitarlos por sorpresa para atender sus demandas.

Llegar es directo pero algo complicado, pues convergen varias autovías. Por suerte encontré aparcamiento, que justo tuve que hacerlo rápido y apurando para sorpresa de un incrédulo padre. Ya al momento fuimos hacia la plaza de la Constitución, con su sobrio ayuntamiento y la estatua del Rey Pacificador, que da la espalda a la plaza de abastos. De ahí vimos la gigantesca y soleada plaza de Mariblanca, con su albero y presidiéndola la iglesia de San Antonio de Padua. Supongo que antiguamente era lugar de paseo y exhibición y que ahora nota el paso del tiempo al no estar muy bien cuidada. Nos hicimos unas fotos a la entrada del jardín de Isabel II y nos encaminamos hacia la entrada del palacio, llena de personas que te sugerían que almorzases en su restaurante.

El interior del palacio combina numerosas y amplias salas decoradas con diferentes motivos, muy recargado en algunos casos (como si tuviese enredaderas o algo por el estilo) y otras ocasiones muy sobrio con esos frescos en los techos que te ayudan a lograr inspiración. O la sala al estilo árabe, en claras referencias al sur de España.

Tras eso salimos a dar unos paseos por el jardín del Parterre y el inmenso jardín de la Isla, con bonitas vistas al río Tajo y con decenas de fuentes y caminos sombreados. Creo incluso que me gustó más esta parte, donde se puede contemplar la fachada del palacio, que recorrerlo en su interior. Un lugar magnífico.

miércoles, 15 de julio de 2020

Diario de Viaje: Cuerva (Junio de 2019)

De esos pueblos de los Montes de Toledo que atraviesas para visitar otros pero nunca te paras a descubrirlo. Esta vez iba a pasar lo mismo pero el hambre apretó de tal manera que tuvimos que hacer parada en este pueblo. Y ya que comimos bocadillos de atún con tomate nada mejor que dar un paseo rápido para reconocer el lugar.

Lo primero fue atravesarlo hasta llegar a la otra punta para ver lo que queda del castillo de Peñaflor. Quedan en pie tres paredes y está en muy mal estado y eso que está a unos cientos de metros del propio pueblo y da pena que un atractivo turístico de tal calado lo tengan en esas condiciones.

Tras esto recorrimos algunas calles que mezclan las casas típicas de la zona con casas enormes y recargadas, como si fuesen segundas residencias de gente adinerada. Total, nuestros pasos nos llevaron a la iglesia de Santiago Apóstol, con su portal característico de la zona pero que está como cerca todo de una esquina y genera una atmósfera un tanto diferente y especial. En frente, cómo no, está el ayuntamiento y algunas casas con los balcones de madera, sostenidos por columnas y generando unos curiosos soportales.

Un lugar bastante curioso y con buenos sitios para comer.

sábado, 11 de julio de 2020

Diario de Viaje: Hontanar (Junio de 2019)

Pues fue época de explorar los Montes de Toledo, puesto que nos internamos un poco más en la comarca y llegamos hasta la pequeña Hontanar, muy cerca de Navahermosa, aunque ya se notó más la complicación de curvas y estado de la carretera. La verdad que el pueblo se recorre en nada y puedes quedarte en la placita de la iglesia de San Andrés Apóstol, que también es la del ayuntamiento.

Lo bueno es salir y recorrer la inmensa cantidad de senderos de muy diferente dificultad: puedes ir paralelo a la carretera, subir hacia los montes por senderos casi invisibles, atravesar un bosque de pinos y cruzando multitud de veces arroyos (supongo que el de los Cerezos, pero hay varios en el trayecto) y llegas a un lugar de pastoreo con unas vistas impresionantes, rodeado de grandes y frondosos montes. Incluso se perdió nuestra perra un breve tiempo persiguiendo a saber qué. Fue un susto porque por el lugar nos comentaron que hay jabalíes.

También almorzamos abundantemente por aquí y merecía la pena volver y hacer otros senderos, como evidentemente hicimos.

viernes, 10 de julio de 2020

Diario de Viaje: Navahermosa (Junio de 2019)

Un lugar sinceramente espectacular, ya enclavado en los hermosos Montes de Toledo. Cuando el calor aprieta lo mejor es subir a las alturas e intentar pasarlo entre sombras boscosas. Navahermosa anda un poco lejos pero el paisaje que recorrer es, a mi juicio, bastante interesante: llanuras salpicadas por formaciones rocosas, muretes que distinguen propiedades, animales vagando en sus recintos, cultivos esperando ser recogidos...

Conforme llegas puedes pasear por la avenida del Rosario, bastante amplia, con grandes árboles y decorados de cerámica con escenas costumbristas por aquí y por allá. También puedes ver zigzagueando el cauce artificial de un arroyo que supongo que en época de lluvias se llena a rebosar y alivia el riesgo de inundaciones. Hay una rotonda con escudos local, autonómico y nacional y en las calles se respira tranquilidad y un trato amable, pues pudimos almorzar en una hamburguesería del lugar.

Cuesta arriba las calles se vuelven a ensanchar y sales del pueblo, pasando por un centro de tratamiento de aguas con un grifo para poder degustar el agua del lugar. Incluso hay un sendero empedrado paralelo a la carretera para hacer el trayecto a pie. Al final llegas al mirador (bastante curioso por su decorado y disposición) para ver los riscos impresionantes de los montes y si sigues un poco más allá puedes llegar hasta la blanca ermita de La Milagra. Para ello hay que cruzar el cauce del arroyo Valcavero por su puente pequeño pero hermoso.

Habré estado dos o tres veces, pero he de ir más, puesto que solo atisbé de lejos las ruinas del castillo de Dos Hermanas. Un lugar, en resumen, bastante agradable y que da para visitar múltiples veces.

domingo, 5 de julio de 2020

La Europa que no levanta cabeza

La Unión Europea hunde sus raíces en la idea de poner en común la materia prima, de poner en común ideas, decisiones y políticas para evitar las desconfianzas y tensiones que terminaron desembocando en la II Guerra Mundial. La idea fue ambiciosa pero necesaria y con mucho esfuerzo se ve que la idea en sí tiene más beneficios que puntos en contra. Idealmente, cada vez la Unión debería tener más potencia, más soberanía y terminaría convirtiendo a los Estados miembros en macroprovincias de los Estados Unidos de Europa, con un peso económico y poblacional que puedan hacerle frente a Estados Unidos de América y China. Unidos somos más fuertes.

Pero es sueño europeo ha quedado muy en entredicho. La crisis mundial resintió el Estado del bienestar, pilar básico de la Unión Europea. El viejo continente se demostró que quedó como un museo gigante, un lugar con muchas cosas logradas que está satisfecho con lo que ha hecho, pero que el juego, la toma de decisiones, queda muy lejos. Como un anciano con todo resuelto que mira a los niños salir de la escuela, ve que ellos van a decidir sobre el futuro de todo y él queda como acomodado espectador. La crisis conllevó unos problemas migratorios espantosos, miles de personas huían de la miseria, de la guerra y Europa mirando a otro lado. O peor, generando Estados colchón, como Turquía y Marruecos, que gestionen en sus territorios a los refugiados que intentan llegar a Europa.

En el tema refugiados queda claro que aún queda muy lejos una Europa unida. Cada uno gestionando sus fronteras sin contar con los demás. Sí, la soberanía nacional te indica que puedes decidir cómo gestionar tu territorio, fronteras incluidas. Pero si tendemos a políticas comunes, a decisiones consensuadas, que Italia y España hagan y deshagan a su gusto juega muy en contra.

Y con el coronavirus, con esta nueva crisis global, se ha visto que el espacio Schengen puede ser activado a desactivado a voluntad de unos pocos, y que las fronteras pueden ser levantadas a capricho de cada país. Por ejemplo, España quiso poner cuarentenas a viajeros, Francia cerró con candado sus fronteras, muchos pedían reciprocidad, otros se aislaban, etc.

La salida de Reino Unido a inicios de año puso en evidencia todas las falencias de la Unión. Muchos, yo me incluyo, veíamos muchas cosas que no nos gustaban pero que apoyábamos el proyecto europeo como algo real y el mejor camino que se puede tomar para el bienestar de 500 millones de europeos. La ultraderecha, con la palabra soberanía en la boca, se ha hecho fuerte con su mensaje euroescéptico. El populismo capta la indignación, la bronca general, y la vuelcan en un enemigo que no es tal, sino que quieren aislarse y hacerse fuertes en el sentido de nacionalismo y xenofobia, el mismo caldo de cultivo que en los años 30 del siglo XX. Cuidado con tales cantos de sirena, que criticar algo no quiere decir que te salgas o que tengas que desmontarla para iniciar el ciclo de disgregación, enfrentamiento y unificación.

Pero no vale hacer oídos sordos con lo malo. Leyes europeas propias que son aplicables a las institcuciones europeas y que llegan a ser algo oscuras, doble sede parlamentaria, mecanismos complicados y poco proselitismo en afán de un sentimiento europeísta, la fuerza del BCE y otras instituciones europeas que pueden ser, o no, parte del entramado de la Unión, pero que al final hacen y deshacen a su antojo y sin supervisión (o supervisión muy somera). La mancha que aún carga sobre la Guerra de los Balcanes, que ocurrió como quien dice en su patio trasero y la ignoraron. Las derivas autoritarias de Hungría y Polonia. La connivencia con países dictatoriales. La insolidaridad cuando la crisis aprieta. Las ganas de despilfarrar fondos europeos como si fuese dinero caído del cielo. La falta de control de paraísos fiscales dentro de sus propios territorios, como Países Bajos, Luxemburgo...

Son cosas que hay que afrontar con cabeza fría y mirada fuerte para arreglarlas de una vez por todas. Desgraciadamente, siempre que hay una crisis y la Unión fracasa en cómo atajarla se dice como un mantra que hace falta reflexión y que hay que cambiar cosas y reformar la Unión para que haga tal o cual cosa. Pero nunca se hace. Y eso es lo preocupante, que justo antes de arrancar se hunda el proyecto. Yo no quiero, sinceramente, que tanto esfuerzo, tantas buenas ideas, queden en la nada. Pero, eso sí, ya basta de golpes de pecho por no estar a la altura la Unión Europea y empecemos a arrimar el hombro y a afrontar los cambios en serio.

sábado, 4 de julio de 2020

Diario de Viaje: Castillo de Bayuela (Junio de 2019)

Ya entrando en junio el calor va aumentando y se hace cada vez más difícil ir por el campo. Pero bueno, saliendo temprano te da tiempo para dar algunos paseos y seguir descubriendo. A inicios de mes tocó Castillo de Bayuela, enclavado en la Sierra de San Vicente y aparcando en la entrada del pueblo te da por recorrer con más detalle. Es muy loco que la carretera principal, de improviso, haga un giro de noventa grados y se estreche tanto que se convierte en una operación complicada si se encuentran varios coches en ambos sentidos.

A pie llegamos a la plaza del ayuntamiento, donde se encuentra el Rollo Jurisdiccional tan abundante por la zona castellana, una antigua señal de que podían impartir justicia sin depender (ni trasladarse) a otro centro urbano. Muy cerca te puedes encontrar otra placita, con hierba y elevada, que tiene algunos verracos vetones. Esto me atrae porque revive una historia bastante antigua, cuando la Península Ibérica estaba poblada por celtas, íberos y celtíberos y conformaban diferentes pueblos previos a la romanización. Incluso un vecino se me acercó y se ufanó de la historia del lugar.

Callejeamos un poco, en ascenso, hasta lograr salir del pueblo y encontrar un sendero que rodeaba una finca. Lo curioso de muchas fincas del lugar es que están cercadas por muretes de piedra ya con musgo y te hace pensar en tiempos remotos. El camino, con ascensos y descensos, entre rocas graníticas y encinas nos llevó hasta el Balcón, un lugar con asientos y mesas de piedra que te permite tener una panorámica del valle del Tajo. Impresionante y admirable. Después pasamos por el Parque de los Austrias, que es otro jardincito con una piedra que formaría parte de un frontal de alguna casa, ya que porta un muy erosionado escudo real de la dinastía Habsburgo. No lejos hay una rotonda con cerámica de la zona bastante interesante.

Si caminas más puedes llegar a la iglesia de San Andrés Apóstol, con una planta típica a las iglesias de la comunidad autónoma, con un bonito arco que hace de entrada principal en uno de sus laterales. Desgraciadamente, a pocos metros de la iglesia hay otra cosa muy común en la zona, que es una cruz en homenaje a los muertos de la Guerra Civil a manos del bando republicano. Su redacción gloriosa y obscena queda como una espina al no encontrar tan fácilmente otras cruces en homenaje a los muertos por parte del bando nacional. Simbología franquista que se resiste a desaparecer.

Atravesar de nuevo el pueblo para ver los montes de la sierra e intentar acercarse al castillo que da nombre al pueblo. Este se ve cuando te acercas en coche pero llegar a él, sinceramente, no pudimos y aún a día de hoy no he vuelto a intentarlo, desgraciadamente.

Diario de Viaje: Peñafiel (Febrero de 2023)

 Pues casi sin reponernos del viaje navideño a Portugal tocó otro gran viaje. Mi mujer tuvo que ir a un curso a Santander y yo hacía décadas...