domingo, 6 de noviembre de 2016

Diario de Viaje: Cuzco/Cusco/Qosqo (Febrero de 2016)

La furgoneta nos llevó por otros caminos fuera del Valle Sagrado. Más llanura, más espacio y a la noche pudimos llegar a Cuzco, la mítica capital imperial. Las afueras nos dejaron una mala impresión, pues había mucha basura y jaurías de perros inmensas. Una vez en el hotel tuvimos energía para burlar la lluvia y pasear por las calles de esta ciudad. No muy rápido, pues si el hotel estaba trufado de botellas de oxígeno y hojas de coca era que la altitud debía tenerse en cuenta seriamente.

Grandes edificios y iglesias imponentes, iluminadas de una curiosa manera que les hacía resaltar los detalles. Y filas de casas con andamios de madera, creando unos pasillos para peatones por su zona inferior. La verdad es que nos maravilló. Gran cantidad de arcos también, era como la cima del estilo colonial. Importante entonces encontrar buenos restaurantes, que los hay a porrillo en la plaza en la Plaza de Armas y degustar la comida típica del lugar. Tocó dormir y a gusto y reponerse al día siguiente con un suculento desayuno.

La primera parada al día siguiente fue Sacsayhuamán, conocidos como los dientes del puma, ya que antiguamente el perímetro de la ciudad tenía forma de este felino. Pasamos por cuevas y por grandes prados con unos presuntos tronos con multitud de llamas alrededor. Incluso vimos algunas alegorías de la chakana y nos deslizamos por unas rocas como un tobogán. Yo estrellé mi móvil y quedó sumergido en un charco, aunque por suerte poco a poco fue volviendo a la vida conforme se secaba. Terminamos frente al campo que da a la serrada muralla y tuvimos que soportar algunas teorías imposibles de su construcción (gravedad debilitada, gigantes, extraterrestres...). Paseando entre las murallas vimos lo que podían ser algunas figuras de animales en los sillares, aunque no hubo pruebas nunca de ello y quizás sea un ejercicio de imaginación. Y lo que existe siempre una piedra de varios ángulos que indica qué templo es de los 365 que había nos pareció harto improbable.

De ahí fuimos al montículo donde estaba Puca Pucara, con un trazado que hacía pensar en un puesto de vigilancia o en una aduana previa antes de ingresar en la capital. Era pequeño en comparación con el anterior, pero se notaban los cimientos de varias habitaciones y el monte de observación. Justo en frente también estaba Tambomachay, con sus riachuelos. Aquí el agua lo protagonizaba todo, aunque quedan muy pocos restos ya: algunas paredes muy lisas y piscinas. Incluso había una pequeña cueva y un muro con puertas o ventanas ciegas. Por último, visitamos la zona pedregosa de Kenko, la cual tiene fama de ser una suerte de templo donde se adora todo lo subterráneo. Otros hablan de una cantera. Pero bueno, las grandes rocas creaban una especie de laberinto y en algunas cuevas se veían como mesas o altares al lado de hoyos muy profundos.

Volvimos a la ciudad y seguimos paseando por una zona que combinaba cimientos incas con construcciones coloniales. Visitamos alguna que otra plaza más y comimos para reponer fuerzas en un intento de seguir por las calles que antiguamente eran donde estaba la muralla que delimitaba la forma de puma. Visitamos el convento de Santo Domingo, construido sobre el antiguo templo de Coricancha, el auténtico centro del imperio. Se dice que radialmente a este templo se alineaban los 365 templos del Imperio. El convento contiene varias zonas incas, muros de piedra exquisitamente tallada y colocada. También hay muchas zonas de arte sacro colonial y jardines que unifican el puma, el cóndor y la serpiente, los tres animales sagrados. También el clásico claustro con su enorme patio. Me gustaron unas pinturas modernas sobre los nuevos santos, los cuales desconocía.

Ya fuera paseamos para ascender a la parte alta de la ciudad y degustar una buena merienda. La noche nos pilló en el museo arqueológico con piezas de gran interés, aunque las descripciones eran más poéticas que científicas y de poco nos sirvieron. Más callejeo por zonas que mezclan lo inca con lo colonial y al hotel para madrugar.

¡Y qué problema! Peruvian Airlines volvió a fallar. Pero esto implicaba perder el vuelo de Lima a Quito. ¡Qué odio esa empresa! Por suerte, uno de sus empleados, más avispado que sus compañeros, nos consiguió un vuelo en otra aerolínea y corriendo logramos llegar al que nos traería de vuelta. Menudo fin de viaje, ¿eh?

miércoles, 2 de noviembre de 2016

El escudo de Puente Genil

En estas últimas semanas me ha dado por investigar, muy someramente aún, sobre escudos heráldicos. Tengo un objetivo de anciano, hacer cursos de vexilología y heráldica. Bueno, mientras tanto me dedico por mi cuenta.

En el proceso de reconciliación con mi pueblo he estado mirando poco a poco su historia (¡aún me falta tanto!) y me detuve en el escudo pontanés. Bueno, este pueblo es la fusión de dos localidades antiguas: el Pontón de don Gonzalo (o la Puente, según qué texto se mire) y Miragenil. Ambos nacen a la sombra de la fortaleza de vigilancia llamada Castillo Anzur y el asentamiento cercano. Parece que la construcción de la torreta data del año 910, luego el asentamiento era musulmán.

Tras la reconquista de la ciudad de Córdoba y zonas colindantes empieza a repoblarse la zona de frontera. Más allá de 1283, don Gonzalo II Yáñez Dovinal, señor de Aguilar, manda la construcción de un puente que franquee el río Genil y su custodia. La aldea sería fruto de pillajes y saqueos por parte del reino nazarí, tanto que fue abandonada hasta 1482 cuando Fernando el Católico inició la guerra final con Granada. Su reconstrucción ya fue permanente hasta nuestros días. La localidad, perteneciente a Córdoba, llevaba como escudo el del Marquesado de Priego: un escudo amarillo (de oro) atravesado por tres franjas (horizontales) de color rojo (de gules).

Por su parte, la villa de Miragenil, construida al otro lado del puente, pertenecía a Sevilla y fue fundada en el año 1568. Hubo un plan de construcción de un puente definitivo, de dos arcos (encargado a Hernán Ruiz II en 1561 y finalizado en 1583). No fue hasta la época de Leopoldo Lemoniez (discípulo de Eiffel) que se completó el puente tal y como lo conocemos hoy (el lado de Miragenil se derrumbó en 1684 y Matías Solano rehizo esta parte con dos arcos en 1703 y la parte de Pontón, en 1728, la rehizo Juan Antonio Camacho).  Lemoniez en 1874 restauró el pilar central de Ruiz y los dos arcos de Solano, rehaciendo todo lo hecho por Camacho y dando lugar a un único arco en esta parte.

El escudo de Miragenil posiblemente fue el del Marquesado de Estepa: un escudo amarillo (de oro) con una banda a cuadros rojos y blancos alternados (de gules y plata) con tres flores de lis azules (de azur) en la zona inferior de la banda y una rosa roja (de gules) con hojas verdes (de sinople) en la parte superior.

El 18 de junio de 1821 se procede a la fusión de los dos municipios, cosa por la cual se buscó un blasón común. No sé si la idea surgió y se oficializó el 30 de octubre de 1820 o si en esta fecha se terminó el diseño. En la web del Ayuntamiento se dice que el diseño se llevó a cabo en el año 1822. O bien, el sello se creó en 1820 y se convirtió en escudo en 1822. No sé, toca seguir investigando. Se alude a José María Reina Rivas como el creador del escudo.

Sin embargo, el Pontón de don Gonzalo y Miragenil se separan en 1823 por cuestiones políticas que se escapan a mi entender. He de suponer que ambas localidades, aun separadas, conservarían el mismo escudo. Parece que La Puente sí que lo conservó, aunque no descarto que Miragenil pudo volver al anterior, ¿quién sabe? El tema de escudos oficiales para pueblos y ciudades no era tan trascendente como hoy.

Finalmente, el 10 de diciembre de 1834, por un Real Decreto en los tiempos de la Reina Regente, se oficializa la fusión definitiva de ambas localidades como Puente-Genil, pasando a formar parte de la provincia de Córdoba. El escudo entonces se convirtió en emblema de la unificación: fondo azul donde en primer plano se observa el río Genil bajo un puente que une a cada uno de sus lados dos agrupaciones de casas, al fondo un monte verde está coronado del castillo Anzur. Arriba hay una filacteria que reza "Quod natura seponit socialitas copulat" (Lo que la Naturaleza separa, la sociedad lo une). Presenta también adornando el escudo (con forma de escudo familiar con la parte de arriba como de jirones de pergamino enrollados) un bastón de mando y una espada, así como soportes y cadenas que llegan hasta la parte baja del escudo donde están, no de canto, los dos platillos de la balanza de la Justicia.

Parece que heráldicamente, o sea, para la Real Academia de la Historia, no es muy bueno el escudo, aunque intenta plasmar las características que definen la localidad. Existen unos diseños creados en el siglo XIX en los que participaron en su creación (o descripción) Antonio Aguilar y Cano (en un libro suyo de 1894) y Agustín Pérez de Siles y Prado (en un libro de 1874 y un cuadro suyo posando con el escudo, quizás confeccionado en 1860). Se habla de que si bien el boceto inicialmente usado fue de Reina Rivas, Pérez de Siles fue el que utilizó el anterior y lo modificó para darle el aspecto actual. Cuánto cambio hubo, no lo sé, ojalá existieran en museos o en la web del Ayuntamiento un seguimiento cronológico con imágenes.

Desde 1889 Puente Genil fue ganando numerosos concursos olivareros, lo que hizo que en 1935 le fuese concedido el título de "Optimi olei emporium" (Mercado del mejor aceite, mal traducido por el Ayuntamiento, confundiendo mercado -emporium- por Imperio -imperium-) por parte de la Asociación Nacional de Productores de Aceite. Este título fue incorporado al escudo como otra filacteria en la parte baja de este. Parece que este ha sido el escudo oficial desde 1935, aunque se habla que a partir de 1985 la presencia de esta filacteria empezó a caer en desuso. Sin embargo, en 2009 fue autorizado su uso por la Junta de Andalucía en su forma completa, momento en que empezó a revalorizarse esta segunda filacteria (incluso hay un tapiz en la sala de plenos del ayuntamiento con ambas).

Por otro lado, la web también habla de una pintura de 1870 hecha por Juan Montilla Melgar que está en el salón de la alcaldía. Si interpreto bien lo dicho en el libro Heráldica Oficial de la Provincia de Córdoba, de Juan José Antequera Luengo (Facediciones, 2007), un historiador pontanés habla de que en 1935, junto a la incorporación del lema aceitero se introduce sobre el río Genil dos ramas de olivo cruzadas entre sí y con varias aceitunas de color negro (de sable). Este escudo pudo durar hasta la década de 1960, donde se tiene lugar otra modificación: al puente se le representa con tres ojos (justo como es en la realidad) y no con cuatro, como había sido habitual hasta la fecha. Creo que este escudo es el que aparece en una vidriera de la Casa Consistorial. No he visto imágenes en Internet de esta vidriera y de esta versión tampoco. He visto un tallado en una cruz de madera donde el escudo de Puente Genil tiene las ramas de olivo, pero el puente tiene cuatro ojos. Como la descripción del historiador local data de 1970, me atrevería a pensar que poco después de dicha fecha se volvió al puente de cuatro ojos y que en 1985 se volvió definitivamente a la configuración previa a 1935, o sea, sin las ramas de olivo y sin el título olivarero.

Este es el escudo del que tengo más memoria desde mi infancia. Diríamos que el clásico. Lo cierto es que el 23 de marzo de 2009, como ya dije, el Ayuntamiento consiguió de la Junta la autorización definitiva de su escudo oficial, autorización que también afecta al logotipo del pueblo (un escudo altamente esquematizado). En esta petición se retoma únicamente el lema olivarero de 1935, es decir, no las ramas de olivo. La diferencia entre el escudo clásico está en que se alteran colores: antes ambas filacterias eran rojas con letras negras, ahora la de arriba es roja y letras amarillas y la de abajo blanquecina con letras negras.

Diario de Viaje: Peñafiel (Febrero de 2023)

 Pues casi sin reponernos del viaje navideño a Portugal tocó otro gran viaje. Mi mujer tuvo que ir a un curso a Santander y yo hacía décadas...