martes, 29 de septiembre de 2020

Diario de Viaje: Desder en Allariz (Agosto de 2019)

 En Google Maps aparece como una calle de Paciños pero juro que vi la señalética de la Xunta indicando que era una nueva parroquia. Eso sí, bastante pequeña y casi unida a Paciños. Algunas casas de varias plantas y un rico olor de algo que se estaba cocinando para el inminente almuerzo.

domingo, 27 de septiembre de 2020

Diario de Viaje: Paciños en Allariz (Agosto de 2019)

 Pues casi inmediatamente de abandonar Requeixo entras en Paciños. Es algo loco que esto sean parroquias diferentes unas de otras si apenas están alejadas entre sí. Entiendo si hay orografía complicada o una separación de algo más de un par de kilómetros pero esto ya me pierde.

Las casas eran ya más grandes, con espacios para huertas. Daba impresión que era más nueva, no un núcleo poblacional como se lo entiende, sino una zona de huertas o estilo casas de campo. La vegetación escaseaba y había bastantes hórreos nuevos, como en un intento de conservar las antiguas tradiciones.

Cruzar la carretera para volver a adentrarte en la naturaleza y llegar a las puertas del Ecoespacio O Rexo, aunque estaba cerrado. No importa, puesto que al lado hay como un bosquecillo con algunos árboles pintados de colores, y te haces una idea de cómo ha de ser el interior. Antes de cruzar el río Arnoia un burro se acercó a nosotros para investigarnos. La verdad que este ejemplar era enorme.

El puentecito parece improvisado, es de pilares de piedra con lajas como pasillo. Te quedas ahí y ves el ancho río todo techado de verde. Como es poco profundo ves que es bastante claro y nos sentamos un momento a comer fruta para intentar finalizar con algo de energías el camino de vuelta.

sábado, 26 de septiembre de 2020

Diario de Viaje: Requejo de Valverde/Requeixo de Valverde en Allariz (Agosto de 2019)

 Saliendo del bosquecillo tras una buena caminata llegamos a esta diminuta población. El sol volvía a bañarte y empezabas a sentir el calor. El tema era que las indicaciones del sendero empezaban a ser aún más confusas y la vuelta al coche se iba a complicar un poco. Tranquilidad, pues había algo de comida en las mochilas.

Requeixo tiene pocas calles y mezcla casas construidas hace poco con casonas bajas de piedra. Quizás aquellas son la reconstrucción tras heredar en solar donde tu familia se crió. Eso sí, el ambiente tranquilo y relajado hace que te pares a intentar descubrir unos detalles, como los famosos hórreos y algunas columnas con cruces que tendrán algunos siglos de existencia. Las calles siguen siendo estrechas, y más cuando pasan todoterrenos, se nota que el trazado nunca fue pensado para coches gigantes.

viernes, 25 de septiembre de 2020

Diario de Viaje: Valverde en Allariz (Agosto de 2019)

 Al día siguiente de nuestra aventura por el río Sil tocó quedarse un poco más cerca de Allariz. Habíamos pasado por la oficina de turismo, luego había oportunidad de conocer la zona con más detalle.

Unos minutos en coche nos dejó a la entrada de Valverde. Casas bajas, de piedra gruesa y con rincones donde ya estaban acumulando leña para el otoño que aún se veía lejano. Se nota que es una zona más rural porque había algunos tractores y aperos de labranza sobre las paredes de algunas casas. Algunos perros intentaron ladrar a Midna y recibimos algunas miradas extrañadas de quiénes éramos y qué hacíamos allí. Pues lo de siempre, turismo por zonas tranquilas y mucho senderismo. La idea era caminar un circuito cerrado que cruzaba el arroyo Corga da Padela y que ponía límite la autovía de las Rías Baixas. Según la señalización y las indicaciones eran alrededor de 5 km, pero empezamos a ver hitos de 12, 13... km, cosa preocupante porque estábamos preparados para un recorrido corto.

El lugar, como siempre, impresionante. Un sendero entre bosque y helechales, con muchos mosquitos, eso sí. A veces tuvimos que subirnos a un murete para sortear zonas enfangadas pero el trayecto fue sencillo, escuchabas el tráfico algo lejano pero las vistas de naturaleza eran de lo mejor.

martes, 22 de septiembre de 2020

Diario de Viaje: Portela en Parada de Sil (Agosto de 2019)

 Bordeando el boscoso soto del Sil nos pilló un chaparrón de verdad, la idea de volver a Parada de Sil por el Balcón de Madrid fue descartada. La perra nos miraba desconcertada porque quería seguir y nosotros íbamos lentos por la lluvia. Ya las energías enflaquecían. Pero las vistas eran impresionantes, de vez en cuando podías ver el muro que tenías al otro lado del río, el bosque con distintos tipos de árboles y piedras musgosas por doquier. Una experiencia maravillosa, aunque cansó.

Llegamos hasta el puentecito que pasa sobre el Regato de Portela y decidimos ir a la carretera y volver de forma más directa a Parada de Sil. Portela digamos que son algunas casas arracimadas alrededor de una calle, todo parecía precario e improvisado, como si nadie los molestase en largos espacios de tiempo. Hubo un susto porque alguien se metió por la calle equivocado y casi atropella a la perra. Aparte, la calle era bien estrecha y no podía dar media vuelta, así que las maniobras marcha atrás nos dejaron bastante asombrados de la cabezonería del ser humano.

Ya cerca de la carretera paramos junto a la Ermida de Santo Antonio pequeña pero rodeada de árbones. Tiene un porche antes de la entrada principal pero estaba cerrado, así que no podíamos protegernos de los chubascos que se daban de vez en cuando. Con mucho cansancio llegamos al coche, ahora tocaba volver por un atajo que nos dio más quebraderos de cabeza que certezas atravesando pequeñas poblaciones de calles estrechas y giros imposibles.

lunes, 21 de septiembre de 2020

Diario de Viaje: Castro en Parada de Sil (Agosto de 2019)

 Continuamos el sendero, en un día cada vez más lluvioso. El suelo comenzaba a embarrarse y el calor de la mañana ya no estaba. Eso sí, la caminata por un sendero estrecho, rodeado por pequeños muros de piedra a ambos lados cubiertos de musgo, los helechales más allá, la arboleda cubriéndolo todo y algunas desviaciones a saber dónde creaban una atmósfera impresionante. Como si estuviese en algún cuento de fantasía dirigiéndome a algún reino antaño olvidado.

Llegar a Castro, con su carreterita asfaltada, es como que te pincha el globo de las ensoñaciones. Pero por poco tiempo. Hay muchas casas bajas de sillares gruesos que parecen abandonadas, hay otras casas muy refaccionadas, con sus piscinitas y jardines que seguro que se habitan en los meses de verano cuando los que nacieron aquí vuelven las semanas de vacaciones que les dan en las grandes ciudades. Incluso había una fuente de agua muy clara, emanando quizás de las aguas subterráneas que se acumulan en los montes que encajonan el lugar.

Hay como un campamento cercano, A Mirada Máxica, al que puedes acceder por cierto lugar para llegar a un mirador donde volver a contemplar el cañón del Sil. Impresionante y ventoso, con un paisaje impresionante y los mismos barquitos con turistas recorriendo una y otra vez. Hay incluso una pasarela para hacer la experiencia más intensa. ¡Cuidado con vuestras gorras!

A unos cientos de metros puedes llegar al Castro da Cividá, aunque los restos a mi juicio no están bien conservados y los muros pequeños están casi todos cubieros de maleza. Pero te da tiempo para pensar en la cultura celta que ha permeado el lugar incluso hasta día de hoy y que los antiguos habitantes del lugar sabían elegir las ubicaciones perfectamente, para maravillarse del paisaje cada vez que se despertaran.

Descendiendo hacia el río y serpenteando en varios senderos llegar al monasterio de Santa Cristina de Ribas de Sil, totalmente restaurado y con un aire románico impresionante. Los juegos de sombra y la poca luz que atraviesa genera un ambiente de silencio y recogimiento. Las representaciones de obispos o santos generan un ambiente mítico medieval y los alrededores boscosos y empinados te dejan boquiabierto. Incluso había un grueso árbol con un pequeño santo (San Benito) en uno de sus huecos con varias plegarias y exvotos. Impresionante.

Almorzamos unas ricas empanadas gallegas (cómo no, alargando el tópico) cerca del abierto claustro del monasterio y así poder deleitar el paladar y la vista para inmediatamente seguir bajando hasta la ribera del Sil.

viernes, 18 de septiembre de 2020

Diario de Viaje: Chamoso en Parada de Sil (Agosto de 2019)

 Es muy curioso que den como parroquia a este lugar, quizás es una zona y no una parroquia (o como se llamen las subdivisiones de un concello) o lo fue y ahora está completamente abandonada. Pero es muy curioso que vas caminando en el bosque, siguiendo las señales del sendero y de repente estás rodeado de dos o tres casonas gigantes. Eso sí, abandonadas y casi derruidas. Impresionaba el lugar porque no sabías cuánto tiempo estaría eso abandonado ni cómo fue el proceso de despoblamiento. O si era una finca o algo similar que terminó siendo cerrada por poca productividad. Es como una metáfora que si el humano deja de inmiscuirse la naturaleza rápido reclama el lugar que cedió.

jueves, 17 de septiembre de 2020

Diario de Viaje: Parada de Sil (Agosto de 2019)

 Al día siguiente de llegar a Allariz tocó hacer ruta de senderismo. En total fueron bastantes kilómetros, con lluvias incluidas. Lo curioso fue ir en esas estrechas carreteras sinuosas desde Allariz hasta Parada de Sil. Llegó un momento que era una carreterita en ascenso tras una curva impresionante, es para conductores experimentados. Lo bueno que te lleva por alejadas parroquias que se comunican con esas carreteras perdidas por caminos de tierra. Eso es estar alejado de todo.

Entre nubes y curvas cada vez era todo más verde, más neblinoso. Y llegamos al pueblo con algo de sol. Sorprendido por algunas pequeñas esculturas religiosas y varias casas de piedra que llevaban hasta una extensión que creo que tenía un polideportivo (o un campo de fútbol, no sé, creo que me dio esa impresión) al lado del coqueto Foxo de cabrita. A unos pocos metros toca una vista impresionante: el Balcón de Madrid. Es una maravilla de verde y paredes escarpadas hasta un muy azul río Sil. Incluso ahí al fondo se veían unos barcos con turistas, lo que me hace pensar que las vistas desde ahí también han de ser espectaculares.

Desde el balcón, mientras se tomaban unos buenos mates para ir entrando en calor, veías el hermoso paisaje de enfrente, una Ribeira Sacra con el santuario de Nosa Sra. das Cadeiras y varios pueblecitos por aquí y por allá. Un lugar espectacular en el que tienes que estar un rato largo para saborear todos los detalles.

Deshaciendo camino volvimos al pueblo y llegamos hasta el Concello. Ahí, comimos unos bocadillos cerca del arroyo Regato Dos Gavias y nos internamos en un sendero que estaba bordeado de muros llenos de musgo y una densidad de árboles inimaginable para alguien como yo, criado en el lejano sur.

lunes, 14 de septiembre de 2020

Diario de Viaje: Allariz (Agosto de 2019)

 Ya cayendo la tarde hicimos transición a lugares cada vez más montañosos, cada vez más verdes. Y es que parece mentira pero Galicia es otro mundo: las planicies castellanas áridas dejan paso a una orografía complicada donde reina la vegetación.

Llegamos y aparcamos en el amplio terreno junto al convento de Santa Clara, con la bonita iglesia de Ssn Benito, con una piedra oscurecida por las inclemencias del tiempo. Calles con grandes losas de piedra como firme, casas apretadas unas con otras de piedra, balcones y todo siempre con un cielo siempre algo nublado. Caminar hasta la igrexa de Santiago y pensar que desde los tiempos medievales esta zona apenas ha debido cambiar, puesto que las plazas siguen siendo de piedra y bastante pequeñas. Comimos quesos de la zona y vinos de la comarca, aunque nos costó desentrañar el acento gallego del lugar (ojo, tengo varios amigos gallegos de la costa y su acento puedo entenderlo).

También logramos subir al Monte do Castelo, con pocos restos de la fortificación y con una gigantesca bandera gallega ondeando de manera imponente (había varias casas, cerca de la sede del BNG haciendo gala de la enseña independentista). Ver la panorámica del lugar es hermoso, la ciudad en sí o los verdes montes que encajonan el lugar, un rincón maravilloso.

De ahí al Ponte de Vilanova. Creo que es romano pero llegar a él entre tanta piedra y pasar a ver al limpio río Arnoia (había incluso niños bañándose y disfrutando) junto a la amplia alameda hace que el relax llene todos los poros de tu cuerpo y disfrutes de ese lugar como nunca. Que quieras visitarlo una y otra vez. Llegamos a comprar algunos souvenires y visitar la oficina de turismo. No entramos en el Festival Internacional de Xardíns pero nos pudimos asomar un rato antes de seguir paseando.

Caminando por el río llegas a la playa fluvial Acearrica, que más que playa es como un extenso prado donde te puedes sentar y escuchar el río desde algunos impetuosos azudes.

Recuerdo también un festival de músicas del mundo junto a la iglesia de San Benito, el buen humor de los comercios del lugar, tener que ir corriendo a comprarme ropa porque pensaba que no iba a refrescar tanto por la noche, rincones con moho que te hacían fantasear e incluso una culebrilla intentando huir ante nuestra presencia.

sábado, 12 de septiembre de 2020

Diario de Viaje: Tordesillas (Agosto de 2019)

Por fin iniciamos el corto pero intenso viaje de vacaciones. Con tal calor lo normal es tirar hacia el norte, así que temprano con el coche bordeamos Madrid y atravesamos la sierra bajo la imponente cruz del Valle de los Caídos, de tan infaustas connotaciones. Inmersos en Castilla y León, con sus pequeños pueblos en llanuras inmensas llegamos hasta el río Duero, momento para hacer una parada para descansar y almorzar el famoso lechazo castellano, bastante rico y llenativo. Es algo que no puedes obviar. La parada fue en Tordesillas, que tiene unas vistas desde el puente magníficas, con los palacetes renacentistas de las Casas del Tratado y la iglesia-museo de San Antolín.

Recorrimos un poco por la blanca muralla de la ciudad y nos internamos en el centro, hasta llegar a la cuadrada plaza mayor, donde había cartelería a favor de su sangrienta festividad del Toro de la Vega. Las calles estaban bien calmas, con varios turistas, pero con sitio para poder caminar con tranquilidad hasta la iglesia de San Pedro, de aspecto gótico y una placita donde poder sentarse a tomarse un pequeño respiro antes de acercanos de nuevo al río Duero y divisar toda la zona antes de maravillarse por la entrada del monasterio de Santa Clara. Un pequeño paseo por el parque de Doña Juana antes de meterse en el coche y seguir rumbo a Galicia.

jueves, 10 de septiembre de 2020

Diario de Viaje: Parla (Agosto de 2018)

 Una ciudad a la que he ido varias veces, aunque solo a sus afueras para repostar o dar una vueltecita. Muchos bloques de edificios y pocos parques es lo que más me quedó en la memoria. Sábanas colgadas en los balcones, como las banderas que cantaban los clásicos rockeros españoles. Muchos edificios bastante antiguos y todo muy apelotonado entre sí.

Las iglesias con la arquitectura típica con ese pico de pizarra en los campanarios y un bulevar bastante amplio cercano a la estación central de cercanías. Un poco de callejeo nos llevó hasta la plaza de Argentina, no muy verde, con casas ya más amplias, indicando otro tipo de barrio. Una buena vuelta, con algunos sustos de conductores alocados en las rotondas hasta la zona del parque del Universo y la ciudad deportiva.

No sé, a pesar de que había zonas muy espaciosas me dio la sensación de opresión, como que ha crecido mucho en poco tiempo y el caos ha afectado incluso a la manera de moverse por la ciudad.

miércoles, 9 de septiembre de 2020

Diario de Viaje: Hormigos (Agosto de 2019)

 El calor del verano se mitiga con agua. Y mejor si es agua de río. Mira que muy pocas veces lo hice, sobre todo en Andalucía con ríos de bajo caudal y bien turbios. Lo bueno de esta zona es que el río Alberche, con sus idas y venidas, logra generar lugares espectaculares de aguas cristalinas y muy frescas. Eso sí, hay que estar atento a los avisos porque a veces baja con una población bacterial que puede traer problemas.

Evidentemente, del pueblo en sí, no puedo hablar mucho, ya que lo recorrimos en coche. Una plaza, la consabida y gigante bandera española y casitas bajas. Pronto llegamos a un largo camino de tierra que termina en bajada, dejándote con la opción de hacer un poco de senderismo o de acercarte al río. Si bien había gente no está tan saturado como en las inmediaciones de Escalona.

Agua fresca, con árboles y vegetación partiendo el río en varios brazos que pueden ser recorridos sin problema y con la posibilidad de llevar a tu mascota. Mira que Midna no es de agua pero como fuimos con dos conocidos con perros al final se lanzaba y nadaba, aunque con bastante estrés y terminaba corriendo de aquí para allá y cavando todo lo que se encontraba. La comida enlatada y una buena charla entre chapuzón y chapuzón. Unos buenos momentos.

Diario de Viaje: Peñafiel (Febrero de 2023)

 Pues casi sin reponernos del viaje navideño a Portugal tocó otro gran viaje. Mi mujer tuvo que ir a un curso a Santander y yo hacía décadas...